Los DUENDES son unas criaturas humanoides pequeños
y ficticios que la fantasía popular ha concebido; se encuentran presentes en el
folclore de muchas culturas. La etimología de
su nombre proviene de la expresión "duen de casa" o "dueño de
casa", por el carácter entrometido de los duendes al
"apoderarse" de los hogares y encantarlos, o bien del
árabe "duar de la casa", "que habita,
habitante"
En Castilla la palabra duende define a un tipo de ser
sobrenatural de la cultura
popular equivalente al goblin de otros folclores europeos del francés normando gobelin,
nombre originado en el de un fantasma que se decía asoló el pueblo de Evreux en el siglo XII, de naturaleza maliciosa hacia los
humanos.
La superstición de
los lugares fue difundida por toda la Romania o Imperio
romano, ya que su religión pagana afirmaba que había unos dioses
menores, los lares o genius loci,
que habitaban una casa a la que estaban ligados con la función de protegerla, a
veces asociados a la familia que la construyó o la habitó desde que fue
construida; esto explicaría su frecuente relación con los fuegos del altar
familiar u hogar, los pucheros o las alacenas. A esto habría que sumar una
noción semejante por parte de los druidas quizá
todavía presente en la creencia germánica en los Kobold.
Pero esta tradición se presenta también en el folklore de
todas las naciones eslavas, donde son llamados domovik,
e incluso en el japonés, donde unas criaturas en todo semejantes se denominan zashiki-warashi.
Por lo demás, los djinn de los
pueblos semíticos poseen características muy parecidas. La superstición, por
otra parte, podría tener una etiología bastante elemental: una justificación
maravillosa o imaginativa de los ruidos desconocidos que se producen en las
alacenas, sótanos o cuevas subterráneas
cerradas de las casas, casi siempre debidos a la presencia de pequeños roedores
o depredadores en busca de alimento.
Es más, aparte de su origen supersticioso,
la leyenda de
la llamada "gente pequeña", como los denominaba en su famoso
manuscrito el párroco escocés Robert Kirk, The secret Commonwealth; or an essay on the
nature and actions of the subterranean and for the most part invisible people
heretofoir going under the name of faunes and fairies, or the lyke, among the
low country Scots, as they are described by those who have the second sight 1691,
traducido al español como La
comunidad secreta, Barcelona: Siruela, 1993, o "duendes",
está tan arraigada en unos lugares concretos de Europa, Islas Británicas que algunos han llegado a
teorizar la posible existencia de un pueblo humano de pequeña estatura ya
desaparecido en estas ubicaciones, lo que ha convertido en más probable el
descubrimiento reciente del hombre de
Flores y el ya conocido pueblo pigmeo en
África.
El primero en proponer esta
explicación fue David MacRitchie (1861-1925),
un folklorista escocés, en su obra The
Testimony of Tradition; este tipo de leyendas y
muchas otras se habrían fundado en la existencia histórica de un pueblo que
habitara en cuevas o subterráneo en las Islas Británicas, resto de gentes
antiquísimas de tecnología muy primitiva, quizás neolítica, quienes, ante la
llegada de pueblos más civilizados y mejor armados, se habrían ocultado en la
oscuridad. Esta teoría habría sido completada en The Witch-Cult in Western Europe 1921 por la doctora Margaret
Murray 1863-1963.
El alquimista y médico suizo Paracelso 1493
- 1541 escribió sobre numerosos tipos de criaturas ni humanas ni divinas en su grimorio Philosophia Occulta 1570, a los que llama genéricamente elementales y
denominó gnomos (elemento
tierra, ondinas elemento
agua, silfos o sílfides elemento
aire y salamandras elemento fuego:
No pueden clasificarse entre los hombres, porque
algunos vuelan como los espíritus, no son espíritus, porque comen y beben como
los hombres. El hombre tiene un alma que los espíritus no necesitan. Los
elementales no tienen alma y, sin embargo, no son semejantes a los espíritus,
éstos no mueren y aquéllos sí mueren. Estos seres que mueren y no tienen alma
¿son, pues, animales? Son más que animales, porque hablan y ríen. Son
prudentes, ricos, sabios, pobres y locos igual que nosotros. Son la imagen
grosera del hombre, como éste es la imagen grosera de Dios… Estos seres no
temen ni al agua ni al fuego. Están sujetos a las indisposiciones y
enfermedades humanas, mueren como las bestias y su carne se pudre como la carne
animal, y son virtuosos y viciosos, puros e impuros, mejores o peores.
Los duendes corresponderían a los
gnomos y silfos y habitan mundos propios no muy alejados del nuestro, aunque
invisibles para nosotros porque nuestros sentidos son poco sutiles y poco
desarrollados y por tanto no aptos para observarlos. Sin embargo todas esas
criaturas, para Paracelso, tienen en común ser seres interdimensionales y
atemporales, viven en comunidades jerarquizadas, son invisibles para los
hombres, pero no para algunos animales y niños, son juguetones y tramposos y
enormemente interesados en algunos aspectos sexuales de los humanos, a quienes
a veces raptan cuando son niños; viven muchos más años que los hombres, pero
sin llegar a ser inmortales: 500 años o más, éticamente neutros, inteligentes,
y les aterroriza el hierro y el acero. Poseen tres grandes festividades: la del
mes de mayo, la del 24 de junio solsticio de verano y la del mes de noviembre.
Siguiendo la terminología de C. S. Lewis en
su ensayo The Discarded Image: An
Introduction to Medieval and Renaissance Literature 1964, traducido
al español como La imagen del
mundo, cabría identificarlos con los longaevi o longevos, espíritus que, cuando Lucifer se
levantó contra Dios, no se pusieron de parte ni de este ni de aquel; Dios ha
suspendido su sentencia hasta el día del Juicio Final,
y mientras tanto circulan por el orbe infra natural, es decir, por debajo de la
órbita de la Luna, pues por encima está lo sobrenatural. Algunos cayeron a la
Tierra y por eso habitan en cuevas o subterráneos. No son exactamente demonios
ni ángeles: son los duendes, hadas, etc. de que se ha hablado anteriormente. De
ahí su ambigüedad moral. En otro ensayo, el poeta Heinrich
Heine llama a toda esta gente "dioses en el exilio",
porque antiguamente eran los diosecillos paganos menores que detentaban algunas
funciones religiosas y ahora han sido arrojados al margen, por lo que aparecen
ridiculizados por la tradición religiosa dominante. Su aspecto por ello ha sido
desfigurado como risible y sólo tienen importancia para los niños
impresionables, gracias a los cuales, sin embargo, perdura su recuerdo más o
menos deturpado.
Sea como fuere, los duendes tal y
como son conocidos hoy son criaturas férricas relacionadas
en algún caso con las hadas, y se los describe como no mayores a un metro,
escurridizos, de aspecto humanoide y de piel verdosa. En una definición amplia
para la Mitología de cualquier cultura, se le describe como de
aspecto humanoide y muy baja estatura, con algún tipo de poder o conocimiento
sobrenatural y provisto de un típico espíritu bromista o
malicioso, por el cual se le culpa de todo tipo de daños menores en el entorno
doméstico o rural; siendo así, entrarían en la categoría genérica del duende
los gnomos,
los trasgos,
el leprechaun irlandés
o el poltergeist alemán.
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