La IGLESIA
CATÓLICA APOSTÓLICA ORTODOXA es una comunidad cristiana,
cuya antigüedad, tradicionalmente, se remonta a Jesús y
a los doce apóstoles,
a través de una sucesión apostólica nunca interrumpida. Es la segunda
iglesia cristiana más numerosa del mundo después de la Iglesia católica apostólica romana.
Cuenta con más de 225 millones de fieles en todo el mundo.
La Iglesia ortodoxa se considera la
heredera de todas las comunidades cristianas de la mitad oriental del Mediterráneo esto lleva a ciertas tensiones con
iglesias orientales unidas a Roma.
Su doctrina teológica se estableció en una serie de concilios,
de los cuales los más importantes son los primeros Siete Concilios, llamados
"ecuménicos", que tuvieron lugar entre los siglos IV y VIII. Tras
varios desencuentros y conflictos, la Iglesia católica ortodoxa y la Iglesia católica romana se separaron en el llamado "Cisma de Oriente y Occidente", el 16
de julio de 1054. El cristianismo
ortodoxo se difundió por Europa
Oriental gracias al
prestigio del Imperio
bizantino y a la labor de numerosos grupos misioneros.
La Iglesia ortodoxa está en realidad
constituida por 15 iglesias autocéfalas que reconocen sólo el poder de su
propia autoridad jerárquica por ejemplo, del Patriarca de Alejandría, de Antioquía, de Constantinopla, etc. pero mantienen entre
sí comunión doctrinal y sacramental.
En la actualidad, el cristianismo
ortodoxo es la religión predominante en Bielorrusia, Bulgaria, Chipre, Georgia, Grecia, Moldavia, Montenegro,
la república de Macedonia, la república
de Rusia, Rumania, Serbia y Ucrania.
Existen también comunidades
importantes en Alemania, Argentina,
Australia, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, España, Estados
Unidos, Francia, Italia, México,
Paraguay, Perú y Venezuela.
En Guatemala la comunidad ortodoxa de medio millón de fieles por su origen es
vernácula.
Según los cristianos ortodoxos, el
hombre fue creado en perfecta comunión con Dios, pero se alejó de Dios por el pecado. La salvación de las torturas infernales después de la muerte y la
adquisición de la vida eterna se
realizó por Jesucristo tras
su Encarnación y la unión en Él de dos naturalezas: una divina y la
otra humana, caída por el pecado original. Esa unión
llevó a la transformación de la naturaleza humana en el proceso de Su resurrección. O sea, al pasar
ese proceso gracias a la parte divina, la parte humana recibió nuevas
cualidades que no podía adquirir por sí misma. Desde entonces todo ser humano
lleva ese potencial de transformación y obtención de la vida eterna que se
revela, si cree que Jesucristo es el Salvador y sigue Su doctrina original
expuesta en los trabajos de apóstoles, evangelistas y padres de la iglesia.
La Iglesia ortodoxa, según su
tradición, se considera la continuación de la iglesia establecida por Jesús y
sus apóstoles.
La constancia e inmutabilidad de los dogmas de la doctrina cristiana original
se consideran una de las virtudes principales de dicha iglesia. Se supone que
cualquier cambio considerable de la doctrina se puede hacer sólo por medio de
un Concilio Ecuménico, o sea de todo el mundo
cristiano, una cosa no hecha en la Iglesia ortodoxa ya por muchos siglos desde
el cisma con la Iglesia romana, la cual por su
parte ha continuado convocando concilios ecuménicos, unida bajo la autoridad
del Papa de Roma.
Al igual que la Iglesia católica romana, la Iglesia
ortodoxa posee la autoridad de canonizar o beatificar.
Cuando alguna de las iglesias ortodoxas autocéfalas engrosa su santoral,
ella obligatoriamente avisa sobre eso a todas las demás iglesias hermanadas.
Tanto como la Iglesia católica romana,
la Iglesia católica ortodoxa considera suya toda la historia de la iglesia pre cismática.
Por eso, la mayoría de los santos católicos pre cismáticos occidentales siguen
siendo santos de la Iglesia ortodoxa, por ejemplo, santa Mónica, san Lorenzo, san Hermenegildo,
etc.
El cabeza de la Iglesia en su
totalidad se considera Jesucristo, mientras que los cabezas de las
iglesias autocéfalas,
los Patriarcas, se tratan como iguales, pero respetando el honor del Patriarca de Constantinopla de ser el "primus inter pares", el título que significa
supremacía meramente simbólica. Esa igualdad diferencia la Iglesia católica
ortodoxa, presidida por los Patriarcas, de la Iglesia católica romana, cuyo cabeza, el Papa, poseyó el título de primus
inter pares antes del Gran Cisma.
La función principal del Primus Inter
Pares, como líder simbólico honorífico del mundo cristiano, era presidir los
concilios ecuménicos. Este cargo actualmente lo ocupa Bartolomé I.
Las sedes de los Patriarcas, por su
mayor parte, se encuentran en las capitales de los países, cuyas iglesias
ortodoxas nacionales ellos presiden. La sede del Patriarca Ecuménico se encuentra en Constantinopla,
o sea Estambul, Turquía, en el barrio de Fanar.
La aparición, o sea independización
legítima, canónica, de una nueva Iglesia ortodoxa es posible sólo con el
reconocimiento de su autocefalía el derecho de auto
gobernación por todas las iglesias ortodoxas hermanadas término usual no canónico ya que
dogmáticamente se consideran partes de una sola iglesia establecida por Cristo.
Las Iglesias no reconocidas al menos por una de las autocéfalas o sea sin su
patrocinio no se consideran parte de la comunión de iglesias ortodoxas
canónicas, herederas de la tradición apostólica y de la gracia de
Dios, transmitida con una línea de los sacerdotes nunca interrumpida
desde el día de Pentecostés.
Uno de los ejemplos recientes de una secesión no autorizada y arbitraria es el
caso de la Iglesia
ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev.
Entre los siglos VIII y XI se produjo la
definitiva maduración de la Iglesia ortodoxa griega en torno a la figura del patriarca de Constantinopla. Los otros patriarcados orientales reconocidos en el Concilio de Calcedonia del año 451 Alejandría, Antioquía, Jerusalén, habían perdido importancia al ser sometidos sus
territorios en el dominio islámico, y las relaciones con Roma eran lejanas, aunque todavía frecuentes, al estar
situada esa ciudad, desde el punto de vista bizantino, en la periferia del
mundo civilizado.
El Papa parecía más atento a lo que ocurría en
la nueva cristiandad occidental, aunque todavía, mientras duró el dominio
imperial en el exarcado de Rávena, varios Papas fueron de
origen griego o sirio. La mayoría de los Papas pre cismáticos considerados
santos por la Iglesia católica romana también lo siguen siendo para la Iglesia
ortodoxa, por ejemplo, Clemente I, Martín I,
Agapito I,
etc.
El episcopado oriental reconocía al
obispo de Roma un primado de honor, pero entendía que las decisiones
doctrinales y disciplinarias debían de ser tomadas por los Patriarcas
conjuntamente o en un concilio general, ecuménico, y nunca abandonó lo esencial de
esta postura, incompatible con el auge de la primacía romana y su evolución
desde la segunda mitad del siglo VIII.
Roma, por su parte, no
estaba dispuesta a aceptar la rivalidad imperial a que estaba sujeta la iglesia
en el Imperio
bizantino con su idea
de "sinfonía" entre el poder del Emperador y el Patriarca; sólo
entendiendo esta diversidad de puntos de vista, se pueden comprender las
razones que acabaron separando a las dos iglesias, más, incluso, que sus
divergencias dogmáticas y de uso litúrgico, aunque a través de ellas se
manifestaban maneras distintas de entender la religiosidad: uso de lenguas
diferentes, calendarios litúrgicos y, en parte, santoral específicos,
sensibilidad especial respecto al culto a los iconos, cánones también diversos.
Buen ejemplo de eso, son las actas del Concilio Quinisexto (año 692), que el Papa de Roma
denegó aprobar, aunque sus legados en Constantinopla lo firmaron, pero que a la vez son
"una de las bases esenciales del Derecho canónico bizantino"
(Ducellier) en cuestiones importantes, tales como el celibato sacerdotal.
De hecho, los últimos Concilios Ecuménicos que se celebraron en Oriente y en los
que estaban presentes los legados del Papa fueron los de Nicea en
el año 787 y Constantinopla en el 869. Después se restañó la
ruptura producida por el enfrentamiento entre el Patriarca constantinopolitano Focio y el Papa Nicolás I. En lo sucesivo, la Iglesia bizantina y las que se
crearon a partir de ella se organizaron mediante sus propios concilios o sínodos.
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