En la mitología griega, Galatea, ‘blanca como la leche’ es el nombre de dos
personajes femeninos.
La primera
es una nereida de Sicilia amada por el cíclope Polifemo. Sus padres eran Nereo y Doris.
Cuando Galatea rechazó al cíclope en favor de Acis, un pastor siciliano, Polifemo, celoso, lo mató arrojándole
un canto rodado. Desesperada por el dolor, Galatea transformó su sangre en el río Acis en Sicilia. Según el historiador Apiano, Galatea terminó siendo madre con Polifemo de Celto, Ilirio y Gala, dioses epónimos de los celtas, los ilirios y los gálatas, respectivamente.
En su ditirambo Cíclope o Galatea, el poeta de los
siglos V. / IV a.C. Filóxeno de Citera trató
por primera vez el amor desdichado de Polifemo por Galatea. Los comediógrafos
Nicócares y Antífanes compusieron
sendas obras sobre el tema, y otro tanto hizo el poeta lírico Timoteo. Le
siguió el poeta griego de Sicilia Teócrito, quien en torno al año275 a. C. escribió
sobre dicho amor dos idilios VI y XI. Posteriormente, Ovidio retomó la trama en sus Metamorfosis,
introduciendo al personaje de Acis, amado de Galatea.
Se llama
también Galatea a la estatua erigida por el rey de
Chipre Pigmalión, cuya historia narra Ovidio en el libro décimo de
sus Metamorfosis.3 Al
rey no le gustaban las mujeres porque las consideraba quisquillosas e
imperfectas, y llegó a la conclusión de que no quería casarse nunca y vivir sin
ningún tipo de compañía femenina. Con el paso del tiempo, el rey se sintió
solo, y comenzó a esculpir una estatua de marfil muy bella y de rasgos
perfectos. De tanto admirar su obra, se enamoró de ella. En una de las grandes
celebraciones en honor a la diosa Venus que se celebraba en la isla, Pigmalión
suplicó a la diosa que diera vida a su amada estatua. La diosa, que estaba
dispuesta a atenderlo, elevó la llama del altar del escultor tres veces más
alto que la de otros altares. Pigmalión no entendió la señal y se fue a su casa
muy decepcionado. Al volver a casa, contempló la estatua durante horas. Después
de mucho tiempo, el artista se levantó, y besó a la estatua. Pigmalión ya no
sintió los helados labios de marfil, sino que sintió una suave y cálida piel en
sus labios. Volvió a besarla, y la estatua cobró vida, enamorándose
perdidamente de su creador. Venus terminó de complacer al rey concediéndole a
su amada el don de la fertilidad. De esa unión nació Pafo, que dio su nombre a
la ciudad de Pafos.
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