La TAUROMAQUIA se define como «el arte de lidiar toros», tanto a pie como a caballo, y se remonta a la Edad de Bronce. Su expresión más moderna y elaborada es la corrida de toros, una fiesta que nació en España en el siglo XII y que se practica también en Portugal, sur de Francia y en diversos países de Hispanoamérica: como México, Colombia, Perú, Venezuela, Ecuador y Costa Rica. Es también espectáculo de exhibición en China, Filipinas y Estados Unidos. Las corridas de toros han despertado diversas polémicas desde sus comienzos entre partidarios y detractores.
En sentido amplio, la tauromaquia incluye además todo el
desarrollo previo al espectáculo como tal, desde la cría del toro a la
confección de la vestimenta de los participantes, además del
diseño y publicación de carteles y otras manifestaciones artísticas o
de carácter publicitario, que varían de acuerdo a los países y regiones donde
la tauromaquia es parte de la cultura nacional.
Esta actividad tiene antecedentes que se remontan a la Edad de
Bronce, y se ha desarrollado a lo largo de siglos como una forma de
demostración de valentía, al estilo de algunas tribus que aún practican ritos
de paso de la niñez a la edad adulta.
En la antigua Roma se presentaban espectáculos con uros raza bovina extinta que eran
arrojados a la arena del circo para su captura y muerte por parte de
algunos representantes de familias nobles, quienes mostraban así sus dotes de
cazadores. También se arrojaban en manadas a los cristianos
durante las ejecuciones públicas efectuadas en la época de la persecución; y
además, se utilizaba a estos animales durante los enfrentamientos de gladiadores
como entretenimiento adicional.
En época medieval comienza la práctica taurina del lanceo
de toros, a la que se sabe eran aficionados Carlomagno,
Alfonso X el Sabio y los califas almohades,
entre otros. Según crónica de la época, en 1128 «...en que casó Alfonso VII
en Saldaña
con Doña Berenguela la chica, hija del Conde de Barcelona, entre otras funciones, hubo
también fiestas de toros.»
Estos espectáculos se presentaban en plazas públicas y
lugares abiertos como parte de celebraciones de victorias bélicas, patronímicos
y fiestas, con el consecuente riesgo que esto suponía para los espectadores Goya
ha retratado una de estas tragedias en su obra sobre la muerte del alcalde de
Torrejón, arrollado y corneado por un toro.
Los primeros tratadistas dieron por buena una creencia
popular y pensaron que los moros de España fueron los primeros en utilizar sus
capas como instrumento de distracción durante la práctica de alancear a las
reses. Sin embargo, esta opinión no cuenta hoy día con respaldo académico.
Durante el siglo XVI evoluciona la tauromaquia hacia los encierros de varas predecesora
de las actuales corridas de rejones, en los que participaba la realeza; incluso Carlos I de Inglaterra y su lugarteniente Lord Buckingham
participaron en este evento durante su estancia en España,
tan a su gusto que repitieron luego la experiencia en su país, invitando a los
embajadores de los reinos de Francia y España. Carlos I de España no nacido en este país
lanceó un toro en la celebración del nacimiento de su hijo Felipe II.
Durante esta época la nobleza comienza a utilizar a sus peones
y escuderos para distraer al toro mientras cambiaban algún caballo
cansado o herido, o para rescatarlos de una caída. Con la aparición de los
picadores en sustitución de las lanzas, para dar a los nobles, a lomo de
caballo, el privilegio de matar al toro, estos peones y auxiliares adquieren la
responsabilidad de llevar al toro al picador, con lo que evoluciona la faena de
capote y adquiere valor estético. En muchas ocasiones, si el de a caballo no
podía matar al toro, se delegaba la responsabilidad en los de a pie.
La tauromaquia es la evolución de los trabajos ganaderos
de conducción, encierro y sacrificio en los macelos o mataderos urbanos que
comenzaron a construirse en España durante el siglo XVI. Estos profesionales de
la conducción del ganado vacuno, entonces toro bravo, y los matarifes aportaron
creatividad y virtuosismo a las tareas más arriesgadas, que inmediatamente
fueron de interés para los más diversos espectadores. Las primeras noticias
sobre estas suertes prodigiosas son del Matadero de Sevilla, en el cual además
está documentada la presidencia encarnada por un representante de la autoridad
municipal, situado en una torre mirador o palco proyectado por el arquitecto Asensio de
Maeda y conocido por una importante cantidad de óleos que recogen la
actividad taurina en ese momento. En el matadero sevillano también se
proyectaron las primeras tribunas para espectadores en la segunda mitad del
siglo XVI A
partir del siglo XVII comienzan a surgir nombres entre los toreros de a pie,
por su estilo y valor, además de la simpatía que a estos se les tenía por ser
parte del mismo pueblo y no de la nobleza, siendo solicitados por el público
para presentarse como evento principal.
Paulatinamente, el gusto del público se inclina por los
toreros de a pie, y, si bien con extrañas variaciones, se van estableciendo a
lo largo del siglo XVIII todos los elementos de las corridas modernas. De esta
época son algunas de las primeras figuras conocidas del toreo, como Costillares,
Pepe-Hillo
y Pedro Romero.
Ya en el siglo XIX, toreros como Paquiro,
Cúchares,
Lagartijo
y Frascuelo,
fueron quienes dieron a la corrida la estructura definitiva que tiene hasta la
actualidad.
En la década de 1910 a 1920 se desarrolla la llamada
Época Dorada de la tauromaquia, protagonizada por la rivalidad profesional
entre Juan Belmonte
y José Gómez conocido como Gallito o Joselito, que inauguraron el camino hacia el toreo moderno.
Posteriormente a la Guerra Civil Española se produce un auge
en el mundo taurino, especialmente gracias al surgimiento de la figura de Manolete,
para muchos el más vertical de los toreros en la historia; a este auge siguen
figuras como Luis Miguel Dominguín, el mexicano Carlos Arruza,
Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida, Pepín Martín Vázquez, Silverio
Pérez, Miguel Báez «El Litri», Julio Aparicio y Agustín Parra "Parrita".
Si bien esta época se cierra con el fallecimiento de Manolete en la llamada
Tragedia de Linares, surge entonces otra famosa rivalidad que apasiona al mundo
taurino, la de Dominguín y Antonio Ordóñez.
Ya en los años cincuenta se alza la figura de particular
elegancia del venezolano César Girón,
quien lidera en dos ocasiones 1954 y 1956,
el escalafón taurino en España, hazaña que repetiría su hermano Curro
en 1959
y 1961.
Destacan en los años sesenta, además del mencionado Curro Girón, toreros como Curro Romero,
Paco Camino,
El Viti,
Diego Puerta,
y Manolo Martínez, además de la sensación
que causó el surgimiento del poco ortodoxo y revolucionario, pero muy
triunfador, Manuel Benítez, el Cordobés. Los años
setenta y ochenta son los de mayor expansión comercial del mundo de los toros,
llegando a haber corridas incluso en el Astrodome
de Houston,
con la participación de Manuel Benítez «el Cordobés». Las grandes figuras de
esta época son: José Mari Manzanares, Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea, Dámaso González, Morenito de Maracay, Francisco Rivera «Paquirri», El Yiyo,
Nimeño II,
Antoñete
y Juan Antonio Ruiz
"Espartaco", líder de la estadística en forma consecutiva
desde 1985
hasta 1991.
En la actualidad, la actividad más conocida de la
tauromaquia es la corrida de toros. En consecuencia, con la consideración de
cómo se lleve la responsabilidad de la lidia y muerte del toro si el torero va
a pie o a caballo, existen dos tipos de corridas de toros; de toreros a pie y
de toreros a caballo, de rejones o rejoneadores.
Normalmente, una corrida se desarrolla en tres partes,
llamadas tercios, en las cuales el toro es lidiado respectivamente por los
picadores, «que, montando un caballo protegido por un peto, utilizan una vara
con una puya para preparar al toro para el tercio de muleta»; los
banderilleros, «quienes se encargan del auxilio al matador, bregan al toro y
adornan al toro colocando pares de banderillas generalmente son tres pares»; y
el último tercio, y el más importante, el de muerte, en el que el torero lidia
al toro manejando la muleta y el «ayudado» espada de madera o
de aluminio, que sostiene con la mano derecha. El torero principalmente empieza
a medir la distancia del toro, lo que se llama «terreno», para empezar a cuajar
su faena, hasta empezar a meterle la cabeza en cada suerte o engaño; después
coloca al burel con los cuartos delanteros parejos, para que se abra y no
pinche en hueso; eso es para asegurar la estocada, y, si es correcta, a
petición del presidente y el respetable, se cortan los trofeos.
El presidente es quien recompensa la actuación del torero.
Al término de la lidia, el presidente enseña un pañuelo de color blanco, si el
premio de la faena es para una oreja, y dos pañuelos para dos trofeos. Al
principio de ella también puede enseñar un pañuelo verde si el toro no es apto
para torear cojo, cuerno mal, etc. o uno naranja para indultarlo si el toro es
de gran calidad. La opinión del público es posiblemente de más peso para los
participantes: ha habido corridas en donde el público saca en hombros al torero
sin que el juez haya concedido siquiera la oreja, o por el contrario: premios
del presidente a pesar del descontento de los asistentes.
Las plazas de toros, conocidas también como cosos taurinos y anteriormente como circos taurinos, son estructuras arquitectónicas cerradas, con
estilos arquitectónicos diversos, de acuerdo a su antigüedad. En general, se
trata de un recinto cerrado de forma circular, con tendidos y servicios que
rodean un espacio central, llamado ruedo o arena, en donde se realiza el espectáculo taurino. El
ruedo es un terreno de tierra batida, rodeado por una valla o barrera, y con
varios burladeros, en donde se preparan y refugian los matadores y subalternos.
El callejón está separado del ruedo por una estructura o pared, generalmente de
madera y de aproximadamente 140 centímetros del altura, que posee estribos
hacia el ruedo y en ocasiones también hacia el callejón para facilitar el
acceso de los alternantes en caso de emergencia. Dispone de puertas de acceso
batientes para la entrada y salida de los participantes puerta de cuadrilla y
los toros puerta de toriles, aunque la cantidad y disposición de estos accesos
varía de un recinto a otro. La plaza de toros más grande del mundo se encuentra
en México, con una capacidad aproximada de 41000 personas sentadas.
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