El HECHICERO es un individuo al que se le atribuye
la capacidad de modificar la realidad o la percepción colectiva de ésta de
maneras que no responden a una lógica causal, lo que se puede expresar finalmente,
por ejemplo, en la facultad de curar, de comunicarse con los espíritus y/o dioses y de presentar habilidades visionarias
y adivinatorias.
El hechicero está presente principalmente en sociedades arcaicas, aunque muchas
comunidades en la actualidad todavía presentan esta figura encargada de
realizar dichas tareas, especialmente en tribus o pueblos originarios que mantienen
sus tradiciones y creencias desde la antigüedad.
En las sociedades primitivas, al
hechicero se le atribuían diversas funciones, tales como sacerdote, chamán, mago, curandero o médico,
e incluso en algunas culturas se creía también que podían indicar en
qué lugar se encontraba la caza y alterar los factores climáticos, razón
por la cual ocupaba una posición muy importante en la comunidad.
En la sociedad primitiva, el hechicero
era respetado y temido. Poseía conocimientos misteriosos, múltiples facultades,
lograba comunicarse con el mundo sobrenatural, rompía maleficios y ahuyentaba demonios y encolerizadas divinidades.
El hechicero no cumplía solamente una
función, sino que realizaba una serie de múltiples tareas en torno al ámbito
mágico, religioso y político;
es por esto que se le considera ser precursor de muchas profesiones de la
actualidad, como sacerdote, médico, juez, ministro de asuntos exteriores, de defensa, etc. En muchas sociedades, el
hechicero solía ser el encargado de tomar las decisiones más importantes,
pudiendo reinar sobre su tribu, por lo que, obviamente, su posición era mucho
más significativa que la del médico o la del sacerdote en la sociedad moderna.
La jurisdicción del hechicero no tiene siempre el mismo alcance, sino que varía
según cada tribu y época, sin embargo, en la mayoría de las sociedades cumplía
generalmente funciones muy similares. Es así como esta figura podía, además de
ser el jefe de la tribu, realizar y supervisar todo tipo de ritos y tradiciones
religiosas y mágicas y, al mismo tiempo, fomentar la enseñanza a nuevas
generaciones; preocuparse y atender al bienestar físico y espiritual de todos
los miembros, cumpliendo así la función de médico; tenía también la tarea de
decidir cuándo iniciar o concluir las incursiones bélicas, pudiendo dictar
sentencias contra malhechores y prevaricadores. Como representante de la tribu,
el hechicero además mantenía contacto con los de otras tribus vecinas,
supervisaba el intercambio con éstas y velaba por la obtención de buenas
cosechas.
Es por esto que en momentos de crisis
toda la confianza recaía en el hechicero, pudiendo llegar a alcanzar un poder
ilimitado, depositándose en él todas las esperanzas de salvación. Esta fama
hacía que se refuerce aun más el aplome del hechicero, sin embargo, todos sus
éxitos podían verse empapados por el orgullo, incidentes o abusos del
hechicero, lo que llevaría a la venganza de su gente, que lo acosará e incluso
matarán.
El hechicero cabal era maestro en
magia negra y magia blanca. La magia negra sirve al mal: el individuo hechizado
debía enfermar o incluso morir. Por el contrario, la magia blanca perseguía el
bien de una forma u otra: las enfermedades desaparecían por encanto. El hechicero
no sabía de justicia ni injusticia, el fin de servir a la tribu consagraba sus
medios.
Una de las tareas más importantes del
hechicero era servir a la comunidad en cuanto a su bienestar físico y
espiritual, por lo que era denominado el médico de la tribu. Naturalmente, la
medicina que ejercía el hechicero estaba siempre ligada a las creencias
mágico-religiosas, ya que tenía ciertas capacidades exclusivas que no poseía el
resto de la gente, tales como la facultad de comunicarse con espíritus y de
realizar ritos para sanar a los enfermos. Aunque las ideas médicas en todo
lugar y época fueron originadas y estuvieron impregnadas por el sistema mental
del pueblo que las creara, la mentalidad del primitivo era de naturaleza
mística, pues consideraba espiritualizada toda la naturaleza sin que existiera
separación entre los hechos naturales y los sobrenaturales, pues se
complementaban. Los primitivos acudían al hechicero cuando presentaban
dolencias graves con causas desconocidas; dolores agudos, fiebre, hemorragia, vómitos, desvanecimientos,
consunción, etc.
El objetivo del médico-hechicero para
todas las culturas era siempre curativo, adivinatorio o de simple demostración
mágica y que se valía de la sugestión del paciente, al mismo tiempo que se
establecía conexión con los espíritus; este complejo recibe el nombre de chamanismo,
por lo que hechicero y chamán se reconocen como dos términos
distintos. Por lo general, el hechicero sólo conocía unas cuantas fórmulas y
recetas mágicas que remedian muy pocas enfermedades, y debido a que su
erudición es muy limitada, sólo se dedicaba a sanar ciertas enfermedades. Por
esto mismo, también existía la figura del chamán que servía como un tipo de
especialista; el chamán necesitaba sufrir una especie de enfermedad mental
durante su aprendizaje en la pubertad, previo a su iniciación, lo que era la
principal diferencia entre él y el hechicero ordinario. Aunque el chamán es un
personaje típico de las tribus siberianas y esquimales,
suele existir también en regiones tropicales, en tribus americanas y oceánicas.
El chamán tenía tareas más específicas: por sugestión e hipnotismo, o en
algunos casos por embriaguez producida por plantas estupefacientes o alcohol y
narcóticos para provocar la alucinación, producía curas y provoca estados
colectivos durante los cuales hacía ver lo que él quería, entrando en un estado
anímico particular y luego en trance cada vez que necesitaba comunicarse con
los espíritus para realizar una sanación, y usando una indumentaria singular
durante las ceremonias rituales: usaba
máscaras, túnicas y botas con dibujos simbólicos, campanillas y toda clase de
objetos tintineantes. De esta forma, realizaba danzas, gritos, gemidos y
cánticos, cayendo en éxtasis.
La falta de registros y la destrucción
natural genera una confusión sobre las fechas, las técnicas y los causantes de
los diversos métodos prehistóricos médicos. Sin embargo, es, de igual manera,
posible obtener indicios de éstos mediante el estudio del hechicero y sus
instrumentos.
El hechicero llevaba consigo un
sinnúmero de elementos que utilizaba para ejercer su poder mágico. Entre ellos
encontramos huesos, dientes, garras de fieras, conchas de caracol, raíces
secas, piedras y cuentas de vidrios. Todos estos elementos eran utilizados para
hacer pócimas, para la adivinación y para crear una atmósfera de misticismo con
el fin de curar los males. El hombre prehistórico pensaba que las enfermedades
se originaban por maleficios, castigos de dioses, por obrar incorrectamente o
haber roto alguna regla sagrada, por lo tanto, el hechicero, para sacar el mal,
tenía que indagar en la vida del paciente y averiguar de qué forma podía
contrarrestar lo que había hecho éste. Sin tener esta información, el hechicero
no podía ejercer su oficio. Algunas técnicas de diagnóstico involucraban a los
oráculos, la astrología, los sueños y los trances.
Para tratar las heridas, en su
mayoría, no se acudía al hechicero, puesto que era de conocimiento general lo
que se debía hacer: la aplicación de calor en zonas inflamadas, masajes y
fricción, la hidroterapia de manantiales y aguas termales, las inhalaciones,
las gárgaras y fumigaciones, los supositorios, las instilaciones a los ojos y
las decocciones. Era el rol del hechicero luchar contra las fuerzas de la
naturaleza, lo desconocido y dominar o apaciguar a los espíritus y demonios
para poder sanar al paciente. Realizaba sacrificios en honor a los dioses y
examinaba los órganos generalmente de animales para adivinar las causas de la
enfermedad y así poder tratarla. Para poder combatir contra estos poderes
sobrenaturales, el hechicero hacía uso de talismanes, amuletos, cantos, rezos y
oraciones; todo para poder crear esta fantasía en la cual involucraba al
paciente, lo cual era la clave del poder médico primitivo, puesto que así se
liberaba la fuerza psíquica del enfermo, activando con sus ritos e influencia
mágica, los recursos curativos del subconsciente individual y colectivo.
El rito era un acto de carácter
ceremonial y mágico en el cual el paciente o el hechicero entraban en un estado
de trance, producto de estupefacientes, alcohol y alucinógenos. Todo estaba
preparado con el fin de provocar la alucinación. Con esto el hechicero se
comunicaba con los espíritus, viajaba hacia arriba (cielo) o abajo (infierno),
veía signos y señales, los cuales interpretaba y así lograba saber qué fue lo
que había afectado al paciente. Del mismo modo, el paciente también podía
entrar en trance, lo que aumentaba la credibilidad del hechicero y, al mismo
tiempo, le permitía encontrar alguna respuesta al malestar que sentía,
explicando así lo soñado o alucinado. El rito también se acompañaba por danzas,
cantos, rezos y oraciones, junto a la música de un tambor, todo lo cual ayudaba
a involucrarse más y más en el proceso. Además de esto los hechiceros usaban la
meditación o auto hipnosis.
Para extraer el mal se realizaba la
"succión de piedras", que consistía en colocar a la persona enferma
en el suelo para luego proceder a extraer los males. Para esto, el hechicero se
colocaba encima de la persona y succionaba en los lugares del cuerpo afectado y
de vez en cuando escupía astillas, huesecillos o piedras; a estas últimas se le
atribuía la enfermedad y los dolores. Con frecuencia la succión se prolongaba
hasta la extravasación de sangre, algunos
hechiceros aplicaban ventosas elaboradas con cuernos de buey o búfalo para
conducir la sangre hacia afuera del cuerpo. Por supuesto, los cuerpos extraños
extraídos aparentemente mediante succión directa, ventosas, masajes o golpeteo,
no procedían del paciente, sino de la bolsa del hechicero. Esto revela que la
succión de piedras era un manipuleo simbólico estrechamente ligado a los ritos.
Así, el cuerpo extraño no se introducía en el enfermo de forma natural, sino
por conducto mágico y, por lo tanto, para extraerlo se requería de un sistema
análogo. El hechicero creía que el cuerpo extraño en su boca atraía al cuerpo
extraño alojado dentro del enfermo, y así ambos se fundían mágicamente.
La terapéutica quirúrgica del hombre
prehistórico comprendía las sangrías, las incisiones para abscesos y tumores,
la desinfección y curación de heridas, la laparotomía en heridas graves, los
torniquetes y compresas, la circuncisión y el entablillado. Otra técnica que se
realizaba era la trepanación, llevada a cabo por muchas culturas y con diversos
instrumentos. Ésta consistía en hacer un foramen en el cráneo con la finalidad
de curar el maleficio. Se creía que por ese lugar escaparía el demonio y así se
curaría la enfermedad. El porcentaje de supervivencia tras esta técnica estaba
entre el 65 y 90%.
A pesar de realizar estas
intervenciones, no se practicaba la amputación ni la extirpación de tumores e
intervenciones operatorias en el vientre, sólo se realizaba la amputación por
motivos religiosos o como castigo, pero nunca como intervención médica. Incluso
se prefería dejar morir al herido con un miembro destrozado o gangrenoso antes
que amputárselo, ya que el hombre prehistórico imaginaba que al morir su cuerpo
estaría incompleto en el mundo sobrenatural y, por esto mismo, rechazaba
incluso la extracción de piezas molares.
En la terapéutica farmacológica de la
prehistoria se puede encontrar también los orígenes de la fitoterapia o
herbolaria, la ciencia del uso extractivo de plantas medicinales o sus
derivados con fines terapéuticos para prevención o tratamiento de patologías.
Se ha determinado que un 80 a un 90% de estas plantas usadas tenían las
propiedades que se les atribuían. Éstas se buscaban de manera instintiva y en
su hallazgo intervenía más la causalidad que el conocimiento, luego se
seleccionaban a base de experiencia y observación. Esta ciencia farmacéutica primitiva ha
entregado el conocimiento de ciertas drogas usadas en la farmacopea de la
medicina científica, tales como la cafeína, el opio, la cocaína, el alcanfor,
la quinina, la estrofantina, la ipecacuana, etc. Los indígenas bebían
infusiones o extractos líquidos de origen vegetal cuando percibían que estaban
enfermos, si bien, en su opinión sólo actuaba el conjuro mágico o el ritual,
mientras que la infusión o extracto como elemento curativo era insignificante.
En las acciones del indígena, solamente el observador científico y
experimentado distinguía los límites entre la naturaleza y el ámbito
sobrenatural. Para el indígena no había frontera alguna: ambos medios se
fundían en uno solo.
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