Es una de las fobias más comunes, y
posiblemente la fobia de animales más extendida.
Las reacciones de los
aracnofóbicos frecuentemente parecen irracionales a otras personas, e incluso
al propio afectado.
Procuran mantenerse alejados de
cualquier sitio donde creen que habitan arañas, o donde han observado telas de
araña.
Si ven una araña de lejos, quizá no
puedan entrar en la zona, aunque sea espaciosa, o al menos tendrán que hacer
antes un esfuerzo para controlar su pánico,
que se caracteriza por sudoración, respiración
rápida, taquicardia y náusea.
También los que sufren aracnofobia
cuando ven una araña sea grande o pequeña, se apresuran a erradicar la araña, y
siempre utilizando algún objeto alargado, como un palo, para no tener que
acercarse demasiado al arácnido.
El miedo a las arañas puede determinar
el lugar donde el fóbico decide vivir, o el sitio al que acudirá en vacaciones,
y limitar los deportes o pasatiempos de los que puede disfrutar.
Como la mayoría de las fobias, la
aracnofobia se puede curar con tratamiento psicológico.
Lo habitual es usar métodos que
exponen gradualmente al fóbico al animal que le aterroriza.
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