El término HUGONOTES, huguenot,
en francés es el antiguo nombre otorgado a los protestantes franceses de doctrina calvinista durante las guerras
de religión.
A partir
del siglo XVII,
los hugonotes serían denominados frecuentemente Religionnaires,
ya que los decretos reales y otros documentos oficiales empleaban el desdeñoso
«pretendida religión reformada» para designar al protestantismo.
El término original francés «huguenot» habría aparecido en 1560 en textos de la época y en la
correspondencia de autoridades del poder real, en sustitución de «luthérien» «luterano»,
utilizado hasta entonces. Si
algunos autores señalan desconocer el origen del apodo, otros recogen distintos
orígenes posibles, pero el origen etimológico de «hugonote» sigue siendo un
tema de debate.
El porqué de la denominación no es
bien conocido, pero al igual que la mayoría de los apodos dados por la mayoría
católica romana a los protestantes en diversos países, hugonote habría tenido en su origen un sentido
peyorativo que el siglo XVI explicó diciendo que el término era sinónimo de
«partidario del diablo». De
hecho, en un contexto de enfrentamientos por la legitimidad religiosa en los
que se buscaba demonizar al enemigo, se acusaba frecuentemente a los hugonotes
de rendir culto al diablo debido a que practicaban sus ceremonias de noche.
Así es cómo el filólogo y humanista
hugonote francés del siglo XVI, Henri
Estienne, señala en su Apologie d'Hérodote que se trataba de
vincular a los protestantes como súbditos de un fantasma de la ciudad de Tours:
“...
los protestantes de Tours solían congregarse de noche en un local próximo a la
puerta del rey Hugo, a quien el pueblo tenía por un espíritu y como, con
ocasión de esto, un fraile hubiese dicho, en su sermón, que los luteranos
habían de llamarse hugonotes, como súbditos del rey Hugo, puesto que únicamente
podían salir de noche, como hacían; el apodo se hizo popular desde 1560, y por
mucho tiempo se conoció por hugonotes a los protestantes franceses”
De la misma manera el historiador y
humanista Étienne Pasquier, contemporáneo de las guerras de
religión, decía que la palabra «huguenot» provendría del rey Hugon o Huguet de Tours para dar a entender que los
protestantes eran discípulos de un espíritu de las tinieblas porque solo se
reunían de noche. Théodore de Bèze, colaborador y sucesor de Juan
Calvino, menciona también esta etimología, evocando a los protestantes de
Tours.
Las fuentes actuales apuntan hacia
otro posible origen etimológico del término «hugonote». El historiador H. G.
Koenigsberger, entre otros, en su obra El mundo moderno, sostiene que el
nombre podría provenir de la palabra alemana Eidgenossen,
o sea, 'confederados', nombre que utilizaba el partido de patriotas ginebrenses
que se aliaron con la confederación de cantones suizos –que ya se habían adherido a la Reforma Protestante—, para liberarse del
dominio del duque de Saboya, católico, cuyos partidarios
eran denominados «mammellus». De esta palabra habría derivado eignots,
empleada por los protestantes de Ginebra en la época de Calvino. En las minutas del Consejo de la
ciudad aparecen como aguynos, y en 1520 como eyguenots,
en el patois ginebrense. El príncipe de Condé, en un documento de 1562
recogido en sus memorias, emplea las palabras Aignos y Aignossen para referirse a los protestantes
franceses de la Conjura de Amboise, que fracasaron en su intento
de sustraer el rey de Francia a la poderosa influencia de la Casa de
Guisa en 1560.
Esa expresión podría haberse mezclado
también con el nombre Hugues, de Hugues Besançon, el político
suizo que dirigía el partido de los confederados ginebrenses antes de la
llegada de Calvino. Es preciso
recalcar que esta terminología se usaba en los años en los que las comunidades
hugonotes de Francia mantenían estrechos lazos con Ginebra, donde desde 1538
Calvino había establecido seminarios en los que formar a los exiliados
franceses que habían de propagar la doctrina calvinista una vez de vuelta en su
país.
Entre los autores que apoyan la
influencia del nombre Hugues, varios hacen derivar
«Huguenot» de Hugues
Capet, basándose en declaraciones del historiador flamenco del siglo XVI, Francisco Haraeo. Según esta
teoría, serían los Guisa los que habrían apodado de manera despectiva Huguenots a los protestantes de la Conjura de Amboise, por ser éstos fieles
defensores de los descendientes de Hugo Capeto.
El verdadero organizador de los
reformados franceses fue Juan
Calvino, prosiguiendo el movimiento iniciado por Martín
Lutero en Sajonia. Las
ideas de estos dos reformistas gozaron de cierto éxito en Francia, país en el
que el Cisma de Occidente, el progreso del galicanismo,
la Pragmática Sanción de Bourges y la guerra de Luis XII de Francia contra el papa Julio II habían debilitado de manera
considerable el prestigio y la autoridad papal.
De acuerdo con lo señalado por el
evangélico Samuel Vila Ventura en su Enciclopedia
Ilustrada de Historia de la Iglesia, el movimiento hugonote francés se remonta a la publicación en París de la obra de Jacques Lefèvre d'Étaples: Sancti
Pauli Epistolae XIV ex Vulgat: adiecta intelligentia ex Graeco, cum
commentariis, en 1512, en la cual se
enseñaba claramente la doctrina de la justificación por la sola fe; el prefacio
de sus comentarios de los Evangelios, publicados en 1522, es a veces
considerado como el texto fundacional de la Reforma en
Francia. Se le unieron varios discípulos, como los teólogos Guillaume
Farel, Jodocus Clichtove, Gérard Roussel, Nicolas Cop, Etienne Poncher y Michel d'Arande, todos ellos
miembros del Cenáculo de Meaux, una escuela
impulsada y amparada por el obispo de Meaux, Guillaume Briçonnet, que les
invitó a que estudiaran en su diócesis una reforma que volviese a los orígenes
del cristianismo,
sin por ello romper con la religión católica. La reina Margarita de Navarra, hermana del rey Francisco I y abuela del futuro rey Enrique IV de Francia, les brindó su apoyo
ante el rey y favoreció la expansión de las nuevas ideas en sus dominios.
Francisco I, educado en los principios humanistas del Renacimiento,
se mostraba relativamente tolerante hacia las nuevas ideas pero se encontraba
dividido entre su deseo de complacer al papa y la conveniencia de ganarse el
apoyo de los príncipes luteranos germánicos en contra de Carlos V.
Desde 1520 los escritos de Lutero se
habían divulgado entre los eruditos de Francia y centenares de copias de sus
libros se vendían en París, pero la facultad de teología de La Sorbona condenó sus escritos en 1521. A instigación de
La Sorbona, y dotado por el papa León X de poderes especiales para la
eliminación de la herejía, el Parlamento de París inició brutales medidas de represión
en 1525, aprovechando que
el Rey estaba preso en Madrid. Varios pensadores reformistas fueron detenidos,
torturados o quemados vivos. El Cenáculo de Meaux se disolvió; algunos de sus
miembros se retractaron, otros huyeron a Estrasburgo y a Suiza o buscaron protección en las regiones
donde gobernaba Margarita de Navarra.
Tras el asunto de los pasquines en octubre de 1534, en el que miles
de panfletos contra la misa católica fueron pegados en París, en las provincias
y hasta en la puerta de los aposentos del Rey, éste se inclinó hacia las
demandas de los católicos y adoptó una actitud francamente hostil hacia los
reformistas, actitud que mantuvo hasta su muerte en 1547. En 1535, participó en una
procesión solemne en la que fueron quemados seís herejes, dejó que el
Parlamento arrestara en Meaux a 74 de ellos, de los que 18 fueron quemados
vivos, y promulgó un edicto que ordenaba la erradicación del luteranismo y de sus seguidores. A los pocos meses Juan
Calvino, que había huido a Basilea, publicó
su obra La Institución de la Religión
Cristiana (1535) cuyo prefacio era
dirigido al rey Francisco I de Francia. Editada en francés
en 1541, la obra le dio
fama y tuvo una profunda influencia en el desarrollo del protestantismo en
Francia, que se alejó definitivamente del catolicismo.
Una vez establecido en Ginebra en 1536, Calvino ayudó a
organizar las comunidades reformadas de Francia, denominadas desdeñosamente
«pretendida religión reformada» en los textos oficiales. Sus discípulos
instruidos en Ginebra regresaban a sus lugares de origen a fin de ganar nuevos
adeptos y de organizar las comunidades hugonotes. Ante la propagación de la
nueva fe, los antiguos edictos de tolerancia fueron sustituidos entre 1539 y
1540 por nuevos textos que otorgaban poderes inquisitoriales a los tribunales y
a los magistrados. El sucesor de Francisco I, Enrique II de Francia, mantuvo la lucha
contra la Reforma; en 1547 el Parlamento de París creó una
comisión, la Chambre ardente (Cámara ardiente), para juzgar a los
Reformados, y en junio de 1551 el edicto de Châteaubriant codificó todas las
medidas que se aplicaban en la defensa de la fe católica. En consecuencia
muchos herejes fueron ejecutados en París, Burdeos, Lyon, Rouen y Chambéry. Se
considera que esta alianza entre la Corona, La Sorbona y el Parlamento de París
impidió que la Reforma se extendiera en Francia con el mismo éxito que en Inglaterra o
en Alemania.
A pesar de las persecuciones el
protestantismo se introdujo en todas las provincias francesas. A partir de 1547
las comunidades empezaron a constituir iglesias, si bien la primera iglesia
reformada fue establecida oficialmente en París en 1555. Otras siguieron,
en Meaux, Poitiers, Lyon, Angers, Orleans, Bourges y La Rochelle.
En el Sínodo de París de 1559, los protestantes franceses
decidieron en su gran mayoría aprobar una declaración doctrinal claramente
calvinista, para presentarla ante el nuevo rey de Francia, Francisco II.
Sin embargo, la influencia de la Casa de
Guisa, enemiga declarada de la Reforma, desató como respuesta, una política
claramente represiva en contra de la ya respetada minoría protestante. Las
familias hugonotes serían perseguidas por todos los medios y por espacio de
treinta años (1562 a 1594).
El más célebre de los hugonotes fue,
sin duda, Enrique de Navarra, hijo de Juana de Albret y futuro rey Enrique IV de Francia. Fue obligado a
abjurar, para salvar su vida, durante la Matanza de San Bartolomé (24 de
agosto de 1572), diciendo la
famosa frase: "París bien vale una misa". Posteriormente volvió a
abrazar el protestantismo, una vez a salvo en su reino; para abjurar de manera
definitiva, en 1593, al comprender que ser católico, era una condición
imprescindible para ser reconocido como rey de Francia.
Durante su reinado, restauró la paz
civil en Francia firmando el Edicto
de Nantes (13 de abril de 1598) y concediendo
determinadas plazas fuertes a los protestantes.
El 18 de octubre de 1685, Luis XIV de Francia, el Rey
Sol, decide revocar el Edicto
de Nantes e iniciar la
conversión sistemática de los franceses protestantes. Desde 1681 en la provincia de Poitou, y a partir
de 1685 en todo el territorio de Francia menos en París, recurrió, entre otras
iniciativas, a las dragonadas.
Esta práctica represiva consistía en alojar a un grupo de dragones en
casa de una familia de hugonotes para obligarles a convertirse al catolicismo
mediante vejaciones, torturas y el saqueo de sus pertenencias. Ante el anuncio
de la llegada de los dragones, pueblos enteros se convertían, aterrorizados.
Desde 1661, los hugonotes empezaron a
emigrar debido al cúmulo de interdicciones y limitaciones del Edicto de Nantes
impuestas por el gobierno de Luis XIV. En 1669, un edicto real se
lo prohíbe castigándoles con las galeras para los hombres, la prisión para las
mujeres, y la confiscación de todos sus bienes. A partir de 1682, la prohibición se
extiende a los nuevos conversos. Entre 1686 y 1689 se produjo un éxodo masivo
que continuó hasta las primeras décadas del siglo XVIII. Entre 1685 y 1715, se
calcula que emigraron unos 200.000 hugonotes.
Numerosos hugonotes huyeron a los Países
Bajos, Suiza, Inglaterra y a diversas ciudades evangélicas
alemanas, como Kassel, Erlangen y Berlín, así
como a Prusia. Otros
muchos se instalarían en las colonias británicas del Cabo y la América británica y comenzarían sus propias iniciativas
colonizadoras, cuyos descendientes contribuirían a la fundación de naciones
modernas como Sudáfrica y
los Estados Unidos de América.
En el artículo «Refugiado» de la
«Enciclopedia de Diderot y D'Alembert», se encuentra esta cita: «Luis XIV, al
perseguir a los protestantes, ha privado a su reino de más de un millón de
hombres trabajadores» (artículo que, se supone, escribió Voltaire). Los
emigrantes pertenecían en su mayoría a los sectores de la producción artesanal
e industrial, a las profesionales liberales, al ejército y a la enseñanza. Su
marcha ralentizó el desarrollo económico de Francia y benefició a los países de
acogida, como Alemania, arruinada tras la Guerra de los Treinta Años. Los que se quedaron en Francia fueron
perseguidos hasta mediados del siglo XVIII.
A pesar de las conversiones forzadas,
muchos continuaron a profesar el protestantismo de manera clandestina en lo que
se llamó la iglesia del «Desierto». Las comunidades de fieles se reunían en sus
domicilios para practicar su liturgia en secreto, y se congregaban en asambleas
multitudinarias en lugares apartados, a menudo de noche. Estas «asambleas del
Desierto» podían reunir hasta 2000 o 3000 personas, y al terminar su sermón del
pastor celebraba decenas de bodas y bautizos. Algunas
cuevas del sur de Francia se conocen con el nombre de «cuevas de los
hugonotes», en las que se refugiaban los predicadores que iban de paso para
evitar ser arrestados.
Los sermones, los rezos y las cartas
manuscritas de los pastores, así como los libros incautados en aquella época,
revelan que a partir de 1730-1740 existía gran variedad de tipos de fe y que la
teología de los hugonotes se distanciaba cada vez más del calvinismo ortodoxo,
dando lugar a la aparición de nuevas teologías abiertas a la influencia de las
ideas del Siglo de las Luces.
Si bien el Edicto de Versalles de 1787, promulgado bajo el reinado de Luis XVI, permitió a los no-católicos practicar
su religión de manera privada y les devolvió el acceso al registro
civil, los protestantes no tuvieron plena libertad
de culto hasta la Revolución francesa, con la aprobación de la Constitución de 1791.
Las libertades básicas de los
protestantes en ese país, incluyendo el reconocimiento legal de sus
matrimonios, es decir, de sus familias, fueron admitidas nuevamente por el Estado francés en 1802.
A mediados del siglo XVIII, los
protestantes se dividieron por causa del liberalismo,
pero en 1905 (25 de octubre) fueron capaces de organizar la Federación
Protestante de Francia (en
francés Fédération Protestante de France) para «defender los intereses
protestantes» en el contexto de un Estado laico y coordinar los esfuerzos de
evangelización, educación de los pastores, enseñanza de la feligresía y
misiones.
La FPF agrupaba en 2007 a diecisiete iglesias
y uniones de iglesias (luteranas, reformadas-calvinistas, bautistas y
evangélicas en general). La población protestante de Francia se estima en un
millón cien mil feligreses aproximadamente, a
los que hay que añadir otros 400.000 evangélicos agrupados en la Federación
Evangélica de Francia (FEF),
organizada en 1969 y que abarca a unas 425 organizaciones de corte
evangelicalista, es decir, que enfatizan la autoridad unívoca de la Biblia, el
compromiso militante y el nuevo nacimiento, en contraposición
al entronque histórico enraizado en las Reformas (Protestante y Radical) y en la
herencia religiosa medieval de cátaros y hugonotes.
Con ocasión de las celebraciones por
el centenario de la Federación Protestante de Francia, Le
Monde publicó en octubre
de 2005 una entrevista al pastor Jean-Arnold de Clermont, presidente de la FPF
ese año, en la que afirmaba que «el protestantismo francés no tiene color
político» y añadía, con respecto a sus relaciones con la Federación Evangélica
de Francia, que la Federación centenaria «reúne a iglesias diferentes en un
proyecto asociativo que pone el acento en la relación con la modernidad», mientras
que el proyecto de la FEF es el de «reunir a las iglesias en torno a una
Declaración de Fe». Puestas así las cosas, concluía que «no estamos en
competencia con la Federación Evangélica de Francia».
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