Una BIBLIOTECA puede definirse, desde un punto de
vista estrictamente etimológico, como el lugar donde se guardan libros, sin embargo en la
actualidad esta concepción se ha visto hace tiempo superada para pasar a
referirse tanto a las colecciones bibliográficas y audiovisuales como a las instituciones que las crean
y las ponen en servicio para satisfacer las necesidades de los usuarios.
Desde 1997 se viene celebrando el 24 de octubre el Día de la biblioteca.
La palabra
"biblioteca" proviene del latín bibliothēca, que a su vez deriva del griego βιβλιοθήκη 'bibliothēke',
la cual está compuesta por βιβλίον 'biblíon'
«libro» y 'théke'
«armario, caja». Es decir, hacía referencia al lugar donde los libros eran
guardados. Inicialmente, estos libros eran rollos de papiro; ya que era el formato librario
más común en esa actualidad.
En sus orígenes tuvieron una
naturaleza más propia de lo que hoy se considera un archivo que de una biblioteca.
Nacieron en los templos de las ciudades mesopotámicas, donde tuvieron en
principio una función conservadora, de registro de hechos ligados a la
actividad religiosa, política, económica y administrativa, al servicio de una
casta de escribas y sacerdotes. Los documentos se escribían en escritura cuneiforme entablillas de
barro, un soporte basto y pesado, pero que ha garantizado su
conservación. Destacaron especialmente las bibliotecas-archivo de Mari,
Lagash y Ebla, así como la del rey
asirio Assurbanipal.
En el Antiguo
Egipto existieron dos
clases de instituciones: Casas de los Libros, que hacían las veces de archivos
para la documentación administrativa y Casas de la Vida, que eran centros de
estudios para los escribas y
que poseyeron colecciones de las que se podía hacer copias. La escritura, en
sus diversas formas, jeroglífica, hierática o demótica,
se recogía en rollos de papiro.
En la antigua Grecia el libro y las
bibliotecas alcanzaron un gran desarrollo. Las bibliotecas adoptaron formas que
pueden considerarse como antecedentes de las actuales. La escritura griega,
derivada del alifato
semítico, permitió generalizar en cierta forma el acceso a la lectura y al
libro y que aparecieran, por primera vez, bibliotecas desvinculadas de los
templos. El periodo helenístico fue el del nacimiento de grandes bibliotecas
legendarias, como la Biblioteca de Alejandría o la de Biblioteca de Pérgamo, que se crearon con
la voluntad de reunir todo el conocimiento social de su tiempo y ponerlo a
disposición de los eruditos.
En Roma, deudora de la cultura griega,
se empleó el mismo soporte escriptóreo, el rollo de papiro. Allí se fundó la
primera biblioteca pública de la que hay constancia, por parte de Asinio Polión
y existieron grandes bibliotecas como la Octaviana y Palatina, creadas por Augusto,
y la Biblioteca Ulpia, del
Emperador Trajano.
Las bibliotecas romanas acostumbraban a tener una sección griega y otra romana.
Con el auge
del cristianismo empieza a difundirse un nuevo formato, el códice de pergamino
y la lectura comienza a desplazarse de las instituciones paganas, en franca
decadencia, a las de la naciente Iglesia cristiana.
En los tiempos medievales, con las
invasiones bárbaras y la caída del Imperio Romano de Occidente, la
cultura retrocede y se refugia en los monasterios y escritorios catedralicios,
únicos lugares que albergan bibliotecas dignas de tal nombre. Son centros donde
se custodia la cultura cristiana y los restos de la clásica, al servicio de la
Religión. Bibliotecas de monasterios como Saint Gall, Fulda, Reichenau, Monte Casino,
en Europa o Santo Domingo de Silos, San Millán de la Cogolla, Sahagún o Santa María de Ripoll en España, se convirtieron en los
centros del saber de su tiempo
A partir de la Baja Edad Media con la
creación de las universidades primero y con la invención y difusión de la
imprenta después, se crean las nuevas bibliotecas universitarias, al tiempo que
el libro alcanza a nuevos sectores de la población.
En Oriente, Bizancio,
actuó de nexo de unión con la cultura clásica, que sobrevivió de este modo,
influyendo sobre el mundo árabe y eslavo y también sobre la atrasada Europa
occidental. Aquí hubo grandes bibliotecas en monasterios y ciudades. El mundo
árabe también creó sus bibliotecas ligadas a las mezquitas y los centros de
enseñanza coránica, madrasas. También aquí se crearon algunas de las mayores
bibliotecas de su tiempo como la del califa Al-Mamum en
Bagdad o Abd-al-Rahman
III y su hijo Al-Hakam II en Córdoba.
En la Edad Media tardía, durante la
época del Renacimiento, el rey Matías
Corvino de Hungría (1458-1490) fungió de mecenas de
pintores, poetas, músicos, científicos y toda clase de intelectuales que
provenían de todas partes de Europa. En la década de 1460, fundó en su palacio en la
ciudad de Buda la Biblioteca Corvinniana, la cual
contaba con más de 3 mil libros, siendo considerada la más grande de su época
después de la Biblioteca del Vaticano. La Biblioteca fue destruida después de
la invasión turca de 1526, sin embargo muchos de los tomos sobrevivieron y se
encuentran actualmente en los museos más importantes del mundo.
El
Renacimiento marcado por la invención de la imprenta, creación de Johannes Gutenberg, y
las luchas derivadas de la Reforma protestante, vio
nacer, gracias a los ideales humanistas, un nuevo modelo de biblioteca
principesca. Esta corriente desembocará en la aparición de bibliotecas reales y
de la alta nobleza, que merced a los nuevos valores se abren a un público de
eruditos y estudiosos. Destacan en el siglo XVI la francesa de Fontainebleau o
las creadas en Austria y Baviera. En España destacan la de Hernando de Colón,
la de la Universidad Complutense y la de El Escorial, creada por Felipe II,
modelo de las posteriores bibliotecas barrocas.
En el siglo XVII se crean grandes
bibliotecas eruditas como la Bodleiana en Oxford, la Ambrosiana en Milán o la
Mazarina en París, de la que fue bibliotecario Gabriel Naudé autor de Advis pour dresser una
bibliothequè, considerado como el Padre de la Bibliotecología (también conocida
como Biblioteconomía).
Durante el siglo XVIII se crearon la Biblioteca
del Museo Británico, antecesora de la British
Library actual y la Biblioteca
Real, germen de la Biblioteca Nacional de España. En esta
centuria nacen la Biblioteca Braidense, en
Milán, y la Real de Lisboa. También en este periodo nacieron las que serían
andando el tiempo las bibliotecas universitarias de Yale, Harvard y Princeton.
Las revoluciones francesa y
americana, supusieron el inicio de la extensión por Europa y América de nuevos
principios democráticos y el nacimiento de una verdadera voluntad de hacer
accesible la cultura y la educación para todos. En el mundo de las bibliotecas,
esto supuso el nacimiento de una fiebre desamortizadora que se extendió por
todo el continente y que transfirió a la sociedad un inmenso tesoro
bibliográfico procedente de las instituciones del Antiguo Régimen,
singularmente la Iglesia Católica. Pese a todo, este deseo de
acercar la cultura a toda la sociedad no consiguió hacerse realidad hasta
mediados del siglo XIX, con la aparición en el mundo anglosajón de la biblioteca pública.
Paulatinamente se fue consolidando la idea de que todos los seres humanos tienen derecho al libre acceso a la información. Sin embargo, siguiendo a Carrión, se puede afirmar que ante este hecho se establecieron tres corrientes que han determinado el pensamiento bibliotecario del siglo XX:
La concepción europea continental, fuertemente
marcada por el peso de los fondos antiguos y con una gran vocación conservadora
y bibliófila, que ve a las bibliotecas de investigación como las auténticas
bibliotecas. Asigna a la biblioteca pública una misión educativa.
La concepción anglosajona, muy influida por ideas
como el libre acceso a la información, el deseo de lograr su máxima difusión,
una activísima cooperación interbibliotecaria y la extensión bibliotecaria.
La concepción socialista, que ve en la biblioteca
un instrumento esencial en la educación pero también de propaganda y de control
ideológico de la sociedad.
A partir de 1989 con la caída del
muro de Berlín, el modelo socialista entra en crisis y en la actualidad
prácticamente ha desaparecido, salvo algunas excepciones, intentando adaptarse
a los nuevos valores democráticos y a los continuos recortes presupuestarios.
El modelo anglosajón se ha extendido por todo el mundo durante la 2ª mitad del
siglo XX, y ha influido fuertemente en la Biblioteconomía actual, especialmente
gracias a las doctrinas de la IFLA y de la Unesco, con
programas como la UAP Universal Availability of
Publication, UBC Universal Bibliografic Control, PAC Preservation and
Conservation o UDT Universal Dataflow and Telecommunications.
La concepción continental pervive todavía ejerciendo una gran influencia sobre
las bibliotecas nacionales y en el fondo sobre muchas bibliotecas de
investigación y de carácter superior. Además ha influido aportando su carácter
educativo a la biblioteca.
A finales del siglo XX aparecen
las bibliotecas digitales. Con el desarrollo de los lectores digitales surgen
los libros "electrónicos" y con ellos las bibliotecas digitales y
electrónicas.
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