Los CASTORES son un género de roedores semiacuáticos nativos de América del Norte y Eurasia que se caracterizan por sus amplias y
escamosas colas. Este género, de
todos los que pertenecen a la familia Castoridae,
es el único no extinto en su totalidad, y engloba tres especies:
el castor
americano (Castor canadensis), el castor
europeo (Castor fiber) y el castor de Kellogg (Castor californicus), este último extinguido desde el Pleistoceno.
Todas ellas habitan exclusivamente en el Hemisferio
Norte, excepto algunos castores americanos que llegaron a la región
sudamericana de Tierra del Fuego al ser allí introducidos. También se
introdujeron individuos de esta especie en ciertas regiones de Europa.
Con estas excepciones, Castor canadensis habita únicamente en Norteamérica, y Castor
fiber en regiones de
Europa y Asia. Castor
californicus se extendía
por lo que hoy en día es el oeste de los Estados
Unidos. Aunque son muy similares entre sí, las investigaciones genéticas han demostrado que las poblaciones
europeas y norteamericanas de castores son de especies distintas; la principal diferencia
radica en que tienen diferente número de cromosomas.
Estos animales son
conocidos por su habilidad natural para construir diques en ríos y arroyos,
y sus hogares —llamados castoreras— en los estanques que se crean a causa del bloqueo del
dique en la corriente de agua. Para la edificación de estas estructuras,
utilizan principalmente los troncos de los árboles que derriban con sus poderosos incisivos.
A pesar de la gran cantidad de árboles que talan, los castores no suelen
perjudicar el ecosistema en el que viven; por el contrario, lo
mantienen saludable, pues sus diques proveen una gran cantidad de beneficios.
Entre otras cosas, estas barreras propician la creación de humedales,
ayudan a controlar inundaciones y eliminan contaminantes de la
corriente. No obstante, en ecosistemas extraños para ellos, estas
modificaciones al ambiente pueden ser perjudiciales, como ha sucedido, por
ejemplo, con los castores introducidos en Tierra del Fuego.
Desde hace cientos de años,
los castores forman parte de la cultura popular y en algunos casos han tenido
una gran influencia en el desarrollo de las sociedades humanas. Un ejemplo de
esto es su importancia en la colonización europea de América,
pues la búsqueda de sus pieles fue uno de los factores que impulsaron la
exploración y el posterior desarrollo económico de Norteamérica. Esto fue
debido al valor comercial de sus pieles y de otros productos obtenidos de
ellos, como el castóreo.
También es un elemento muy representativo de la cultura de Canadá, a tal grado que es el animal
nacional de aquel país. Por tanto, la influencia de los castores no se limita
al sector económico y comercial; también abarca campos tan variados como la literatura,
la religión y el deporte.
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