martes, 8 de diciembre de 2015

RELICARIO



Se llama RELICARIO, palabra proveniente del Latín reliquiae, a la caja o estuche para guardar reliquias o recuerdos de los santos y exponerlas a la veneración de los fieles.

Estuvieron en uso con el nombre de encólpium ya en los primeros siglos de la Iglesia, aunque por entonces tenían carácter privado y se llevaban pendientes del cuello en forma de cajitas o de medallas con figuras e inscripciones.

Constan ejemplares por lo menos del siglo IV y son célebres los que se hallan del siglo VI en el Tesoro de Monza, regalados por San Gregorio a la reina Teodolina.

Entre ellos, se encuentran ciertas botellitas muy comunes en aquella época, que sólo contenían algodón empapado en aceite bendecido o tomado de las lámparas que ardían junto al sepulcro de algún mártir.

Para la veneración pública de las reliquias en aquellos primeros siglos bastaban los sepulcros y altares que las contenían.

Pero desde el siglo IX empezaron a colocarse además sobre el altar relicarios en forma de cajas o arquetas.

Esta forma de relicario continuó en los siglos posteriores hasta la época de arte ojival siendo preferidas las arquetas más o menos capaces y ricas, según la magnitud de las reliquias y la magnificencia del donante y aprovechándose con frecuencia para el objeto arquetas de uso profano. 

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