Lidia o Reino
de Lidia fue una región histórica situada en el oeste de la península de Anatolia,
en lo que hoy son las provincias turcas de Esmirna y Manisa. Fue reino e imperio desde la caída del Imperio
hitita hasta su
conquista por los persas, según unas fuentes desde el 1300 a. C. y, según otras, desde el 718 hasta el 546 a. C.
Destacó como potencia comercial, y fue, además, conocida por su riqueza
en oro, proveniente del río Pactolo y de las minas del monte Tmolo. Actualmente se cree que su riqueza
provenía más de la fertilidad de sus campos, o
bien de su superioridad comercial respecto a los griegos.
Fue el primer lugar donde se acuñó
moneda, antes incluso que en China o India. Esas primeras monedas datan del
reinado de Giges, en la segunda mitad del siglo VII a. C., hacia el 620 a. C., e incluso antes, durante el reinado de
Ardis II 652-621 a. C. Los conocimientos
actuales se apoyan en los hallazgos de monedas de electro u oro blanco, cuyos yacimientos
principales se hallan en Éfeso,
en la costa de Asia Menor.
Debido a su expansión por las costas jonias y a la enorme influencia cultural que
los jonios tuvieron sobre los lidios, en ciertos periodos históricos muchos
historiadores consideran a Lidia, si no parte de los pueblos griegos,
al menos altamente helenizados. Esta aculturación fue mutua, aunque de menor intensidad
por parte lidia, de manera que los avances musicales, comerciales e incluso la
literatura y los juegos populares lidios fueron adoptados por los griegos,
mientras que la arquitectura, la religión y
la vestimenta griegas influyeron
en las lidias. No obstante siempre existieron diferencias entre griegos y
lidios, una de las más llamativas fue el trato otorgado a la mujer por parte de
los hombres, mucho más ecuánime en la sociedad lidia. Autores clásicos como Estrabón,
observando más diferencias que similitudes, concluyeron que los lidios no eran
parte de los pueblos griegos.
Se desconocen prácticamente todos los
datos de la mitología lidia, y tanto su literatura como sus rituales se han
perdido, en ausencia de cualquier monumento o área arqueológica que haya
aportado inscripciones extensas. Ésta es la causa de que cualquier referencia a
los mitos que envolvieron a Lidia nos llegue a través de los antiguos griegos.
Para los griegos el principal regente
de la Lidia mítica fue Tántalo, cuya hija predilecta, Níobe,
junto a su marido Anfión, enlazan los asuntos de Lidia con Tebas.
Se dice de Níobe que un torbellino la transportó hasta el monte Sípilo,
en tierra lidia. A través de Pélope la línea de Tántalo se divide, al
menos según los mitos de la segunda dinastía micénica.
Según informa Pausanias, Tántalo era oriundo de Sípilo.
Ónfale,
hija del río Yárdano, fue reina de Lidia. Ésta requirió a Heracles para que la sirviera por un tiempo.
Sus aventuras en Lidia son las de un héroe griego en una tierra periférica y
extraña. Este relato sirvió posteriormente para que se mencione a Tirseno, hijo
de Heracles. A raíz de él existe una tradición que supone un origen lidio o
grecolidio de Caria de los etruscos,
llamados por los griegos tyrrenoi palabra desarrollada probablemente de
Tirreno o Tirseno, aunque ellos se llamaban a sí mismos rasena.
Estos héroes ancestrales indican que
la dinastía lidia afirmaba descender de Heracles; se
dicen pertenecientes a la dinastía de Heracles a los reyes que gobernaron Lidia,
aunque quizá no descendieran de Ónfale. También existe la leyenda, aportada por
Estrabón, de que Etruria fue fundada por colonos procedentes de
Lidia, dirigidos por Tirreno, hermano de Lido; emigración ordenada por el rey Atis
debida a una hambruna. Esta
teoría está discutida en la actualidad, pero no se descarta debido a algunas
semejanzas entre ambas civilizaciones, como la cerámica. Sin embargo, Dionisio de Halicarnaso apunta que la lengua y las vestiduras
etruscas fueron totalmente diferentes a las de los lidios. Otros cronistas
posteriores ignoraron la teoría de Heródoto de que Anfión fue el primer rey lidio, señalando a Alceo, Belos y Nino en los primeros puestos de
la lista real del reino. Estrabón hace que Atis, padre de Lido y
Tirreno, sea un descendiente de Heracles y
Ónfale. Muchas otras referencias
apuntan en su lugar a Atis, Lido y Tirreno entre
los reyes lidios anteriores a la dinastía de
Heracles.
Las minas de oro a lo largo del río
Pactolo, en las montañas occidentales de Anatolia,
fueron fuente proverbial de la riqueza de Creso, el último rey en la
historia del Reino de Lidia, pues se dice que el legendario rey Midas de Frigia navegó por sus aguas, convirtiéndolas
en oro.
La historia del Reino de Lidia puede
dividirse de acuerdo a las tres dinastías que lo gobernaron, de las que la
primera fue completamente mitológica y parte de la segunda se ha reconstruido
con reservas, ya que hay divergencias entre las fuentes. Esta controversia en
los datos y el desconocimiento del periodo histórico llamado Edad Oscura,
hacen que se puedan fijar hasta tres fechas plausibles de la fundación del
reino: algunas fuentes fechan el nacimiento de Meoncia, y por tanto del reino
de Lidia, en el año 1579 a. C.; otros
autores defienden que ocurrió en torno al 1300-1200 a. C., debido a
la debilidad de los hititas y a la aparición de los nombres
Meoncia y Arzawa, si bien siempre mencionados ambiguamente; mientras que otros
se ciñen a lo que se conoce mejor y datan la fundación en torno al año 700 a. C.
Ya hubiese sido fundado en tiempos tan
remotos o no, se sabe que antes del año 680 a. C., Lidia era un reino
vasallo de Frigia, que en esa época cayó en poder de los cimerios,
propiciando la total independencia y expansión de Lidia.
Lidia surge tras la caída del Imperio
hitita, como resultado del colapso político y económico que llevó a
la disgregación de éste en el siglo
XII a. C. En
esa época el nuevo reino se llamaba Arzawa,
aunque de acuerdo con las fuentes griegas, el nombre original de Lidia fue
Meoncia o Meonia, por estar habitada por los pelasgos meonios. Homero la cita como Meonia, llamando maiones a sus habitantes y mencionando que
procedían de Hida, al pie del monte Tmolo. Se cree que Hida pudo haber sido el
nombre del lugar donde se levantó Sardes y no un asentamiento distinto a esta
ciudad, como se creyó antiguamente.
Siglos después Heródoto,
en su libro Clío, el primero de Historia, añade que los meonios o meones o mayones pasan a llamarse lidios después del reinado de uno de sus
reyes, Lido o Leído , hijo de Atis, que independizó el territorio
completamente del dominio extranjero y cuyas referencias datan de una época
dinástica mitológica. Este epónimo les valió ante los griegos el nombre
de lidios. El término hebreo, Lûḏîm, se encuentra en Jeremías 46,
9 y se considera una
derivación de Lud, hijo de Sem. En tiempos bíblicos
los guerreros lidios fueron famosos arqueros. Algunos meonios existieron aún en
tiempos históricos, en las tierras interiores a lo largo del río Hermo,
donde se tienen referencias de una ciudad llamada Meoncia.
Los antecedentes de las batallas entre
medos y lidios surgieron por la política expansionista de ambos imperios. En
tiempos de Aliates II los medos conquistaron Armenia y Capadocia,
llegando a las fronteras lidias. Ambos ejércitos se enfrentaron en la conocida
«Batalla del Eclipse», que terminó en un tratado de paz que pactaba la frontera
en el río Halis.
Durante el reinado de Creso en el siglo
VI a. C., Ciro II el
Grande de Persia mató
a su abuelo Astiages y conquistó Media, dando lugar al Imperio Medo-Persa. Se formó así una coalición
anti-persa mediante la unión de Egipto, Babilonia, Cilicia y Lidia, ayudados por mercenarios griegos del Peloponeso,
que se oponía al nuevo régimen conquistador de Ciro II; se dice que esta unión
fue creada por interés de Creso. De
estos tres imperios, el de Lidia fue el primero en caer. Creso consultó el Oráculo de Delfos para saber qué tenía que hacer y éste
predijo que si rebasaba el río Halis destruiría un imperio. Creso creyó
escuchar la profecía de una victoria y cruzó el Halis con su poderosa
caballería, pero éstos no fueron
oposición en el desierto contra los camellos de
Ciro II, por lo que fue derrotado. Esta batalla es conocida como la Batalla de Peria, pues su consecuencia
inmediata fue la pérdida de la ciudad de Peria, que Creso acababa de conquistar,
talando los bosques a su alrededor para prevenirse de ataques sorpresa.
Ciro II entró en Sardes poco después y a punto estuvo de hacer
matar a Creso, siendo esto evitado por su segundo hijo. La mayoría de las versiones que
abordan el tema aseguran que antes de asesinar a Creso quemándolo vivo junto a
catorce jóvenes, un comentario fortuito de aquel, citando a Solón —«Nadie debe tenerse por dichoso antes
de que haya sonado su hora postrera»—, hizo que Ciro le perdonara la vida,
llegando a ser grandes amigos; incluso, Creso le tomó como consejero y le dedicó un templo al estilo del de
Artemisa en Éfeso. Se dice que Creso envió
sus antiguas cadenas de prisionero al Oráculo de Delfos para echarle en cara su visión. A partir de entonces Lidia desaparece
como estado independiente, pasando a ser una satrapía del Imperio aqueménida.
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