En
nuestra cultura la PASTORELA tiene
sus antecedentes en la época colonial, cuando los evangelizadores aprovecharon
la tradición teatral de la cultura náhuatl para difundir en forma didáctica el
cristianismo. Los jesuitas fueron los principales impulsores de los coloquios,
representaciones que señalan el inicio de estas expresiones teatrales.
Desde
el punto de vista religioso, la pastorela es la recreación de los problemas que
enfrenta un grupo de pastores para llegar a la adoración del Niño Jesús nacido
en Belén.
En
el trayecto luchan contra Lucifer quien, representando los siete pecados capitales,
pone todo tipo de trampas, obstáculos y tentaciones para hacerlos desistir.
El
Arcángel San Miguel libra una intensa batalla con él y finalmente lo vence. Se
trata de un enfrentamiento entre el bien y el mal del que se desprenden ciertas
lecciones.
Estas
representaciones adquieren un nuevo carácter al salir de los atrios de las
iglesias para escenificarse en las calles y plazas, donde se recogen las
costumbres y prácticas de cada región. Por ello, en las postrimerías del siglo
XVI existen referencias de una pastorela propiamente mexicana, sobre todo en
regiones de antigua influencia jesuita como Puebla, Querétaro, Guanajuato y
Jalisco.
Posteriormente
surgieron las pastorelas más pícaras que, dejando a un lado su lenguaje pulcro,
dieron paso a otro, cargado de sensualidad, sentido irónico, cómico y, muchas
veces, soez.
De
esta forma, en los últimos años, la crítica social y política también se ha
hecho presente en la trama de muchas obras que son producto de la creatividad
popular.
Como
modalidad teatral surgió a partir de que José Joaquín Fernández de Lizardi
escribió en el siglo XIX La noche más venturosa, primera
pastorela que se representó en un escenario con actores profesionales y un
lenguaje culto.
Desde
entonces, este género dramático se ha representado en época navideña en los
teatros mexicanos y, a pesar de que ha sufrido indudables transformaciones, aún
conserva un contenido y una estructura más o menos permanente, cuyo tema
central sigue siendo el nacimiento y la adoración del niño Dios, e incorpora
algunos personajes nuevos.
En
la pastorela mexicana son representados fundamentalmente: los pastores Bato,
Brasy y Gila, entre otros; los demonios, Lucifer, San Miguel, José, María, el
Niño Jesús y un ermitaño.
A
éstos se les han agregado una serie de cantos y música tradicionales que le dan
un sello particular a las pastorelas de cada región, estado o pueblo, sin
olvidar las danzas y otras manifestaciones populares.
En
ellas, hay cantos, caminatas, diálogos entre diablos y pastores, la lucha entre
San Miguel y Lucifer, la adoración de los pastores, el ofrecimiento de regalos
y la despedida.
Cabe
señalar que la trama de muchas pastorelas ha ido pasando de generación en
generación a través de la tradición oral. Entre otras, se conoce la de Metepec
en el Estado de México, la de Tepotzotlán en Puebla y la del Altillo en la
ciudad de México.
Es
así como este género se ha ido afianzando en el gusto del pueblo, a la vez que
se ha convertido en un buen pretexto para poner en juego creatividad e ingenio,
y reflejar la realidad social por medio de una tradición cultural como la
Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario