Parricidio: encontrado en un versículo
de la biblia en el libro escrito a Timoteo por Pablo dándole cartas de
exhortación a él y al pueblo de Dios en esos tiempos. Ha sido especialmente
perseguido y considerado uno de los más execrables crímenes, si bien en la Roma
Antigua, la potestad del padre sobre la familia alcanzaba tal grado que durante
ciertos periodos de tiempo el castigo que se infligía al padre parricida era
menor que el de otros delitos menos graves.
Sin embargo, a lo largo de la historia
han sido frecuentes los casos de príncipes que mataban a sus padres para
heredar sus reinos.
La tradición judeo-cristiana se ha
basado en la historia del sacrificio de Isaac la prueba de la fe de Abraham
para afirmar que su Dios desaprueba expresamente el parricidio.
El parricidio, en el Derecho Romano
primitivo, “parricidium”, era equivalente al homicidio voluntario. Ya con la
ley de las XII Tablas, el parricidio se entiende como la muerte de los padres
ocasionada por los hijos.
Con las leyes de Sila, el parricidio
se extendió para otros parientes. En la Lex Pompeia de Parricidi, se estatuye
que las victimas en este delito podían ser los ascendientes, hermanos, primos,
suegros, nueras, yernos, marido y mujer, padrastro, patrón y patrona; y
manifestaba que se excluía de pena al que ejerciendo la patria potestad matara
a sus pupilos. Un importante aspecto de esta ley consistía en reconocer el
derecho que tenía el padre de matar a sus descendientes, ya fueran hijos o
nietos.
También con la Lex Pompeia de
Parricidi, se suprimió la pena que había sido establecida para el parricida,
por Augusto y Adriano; esta consistía en introducir al agente del delito en una
bolsa de cuero y arrojarlo al río Tíber.
Posteriormente, con Constantino, se circunscribe el parricidio a la muerte entre parientes ascendientes y
descendientes en línea recta.
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