La XENOFOBIA es el miedo, hostilidad, rechazo odio
furia etc. manifiesto, el desprecio y las amenazas, hasta las agresiones y
asesinatos.
Una de las formas más comunes de
xenofobia es la que se ejerce en función de la raza, esto es el racismo. La «Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial»
aprobada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas el 21 de
diciembre de 1965, define la discriminación racial o xenofobia como:
“Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia
basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga
por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o
ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades
fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en
cualquier otra esfera de la vida pública”
En los países occidentales,
tradicionalmente han sido, y son, las formaciones de ultraderecha las que alimentan y promueven el
sentimiento de xenofobia, existiendo en la actualidad una creciente preocupación
por el rebrote de estas formaciones y de estas actitudes debido al creciente
fenómeno inmigratorio, los conflictos interculturales derivados de su mala
gestión y la crisis económica.
Al margen de su consideración ética,
la xenofobia también es un delito. Numerosos Estados tienen tipificadas como
delito las conductas racistas y xenófobas. La Comunidad
Europea aprobó, en
septiembre de 2008, una ley contra el racismo y la xenofobia, teniendo los
países miembros un plazo de dos años para adaptar sus legislaciones a esta ley.
Según algunas corrientes de la psicología se puede deducir que la xenofobia es
un continuum ambivalente en el que los casos más extremos experimentan un sesgo
en su percepción que les haría sobrevalorar su cultura, sus tradiciones y su
grupo étnico sobre las demás, experimentando una mayor empatía, aprecio y amor
por lo conocido y familiar, lo que implicaría, despliegue de estrategias
defensivas.
La Psicología considera que ancestralmente, el miedo
a lo desconocido es el origen de la xenofobia, se rechaza lo que es diferente.
La diversidad de la especie humana es
nuestro mejor patrimonio. Entre otros bienes, produce diferentes culturas,
diferentes conocimientos; conocimientos que no se habrían producido, por lo que
no tendríamos acceso a ellos, de no existir tal diversidad.
La humanidad sería muy limitada sin
esa diversidad. El mundo no es
una serie de compartimentos estancos y una de cada 35 personas es emigrante, siendo la migración uno de los fenómenos sociales más
importantes de nuestra era y,
quizá, también uno de los más importantes de nuestra evolución.
Probablemente las raíces de la
xenofobia se encuentren en nuestra hominización. La organización tribal
conllevaría enfrentamientos y probables exterminios entre tribus vecinas. El
sentimiento xenófobo, la prevención frente al extranjero, así, sería un rasgo
evolutivo arcaico. Con la formación de sociedades amplias y permeables y el
trasvase de información entre estas sociedades, veríamos al extranjero como
portador de esa información y conocimiento. En nosotros coexistirían ambos
arquetipos: negativo y positivo; estando
en nosotros la racionalización y contención del sentimiento xenófobo, el miedo
al diferente, que podría ser innato, reminiscente de nuestra historia evolutiva
lo que justificaría su difícil erradicación y la fácil asimilación de los
discursos xenófobos y racistas.
Ciertamente,
aquellos que, por inclinación propia o formación recibida, pudieron beber de la
«leche de las humanidades» y aprendieron, de las propias flaquezas, la dura
lección de la imperfección y la vulgaridad humanas, esos saben oponerse, de un
modo al que llamaríamos natural, a toda doctrina racista, cualquiera que sea su
origen y fundamentación, de raza o de frontera, de color o de sangre, de casta
o religión.
En la Grecia clásica pueden
descubrirse ya rasgos xenófobos, unos rasgos que se aprecian en los escritos
platónicos: la sobrevaloración de la «polis», de la propia cultura en
detrimento de las demás. En la
historia, dependiendo de las civilizaciones y culturas que han entrado en
contacto, se ha manifestado xenofobia entre estas civilizaciones y culturas.
Así surge el anti judaísmo, el racismo contra las etnias americanas, el racismo
colonial y neocolonial europeo en África, la repulsa a los gitanos.
El siglo XX, su primera mitad, fue
especialmente trágica con el exterminio de millones de personas, justificado por
la xenofobia y el racismo. El juicio de Núremberg puso fin a ese periodo y se
suponía concluido. La realidad es que los movimientos nazis, neonazis, racistas
y xenófobos han persistido, y reaparecen con mayor fuerza en los momentos de
crisis, propicios para despertar los sentimientos xenófobos. En la actualidad, la comunidad
internacional muestra una creciente preocupación por la proliferación de estos
grupos que, principalmente, infiltrándose en movimientos sociales y encuadrados
en partidos de ultraderecha, se alimentan de las incertidumbres derivadas de la
actual crisis.
La xenofobia, el miedo al forastero,
es un prejuicio arraigado en el individuo y en la sociedad. Dirigido al
individuo, al colectivo o a ambos, se manifiesta en su forma más leve con la
indiferencia, la falta de empatía hacia el extranjero, llegando hasta la
agresión física y el asesinato. «Entre los prejuicios xenófobos o racistas
más extendidos están la superioridad cultural del mundo occidental eurocentrismo,
el temor a la pérdida de la propia identidad, la vinculación del paro y la
delincuencia a los emigrantes, y el robo y el tráfico de drogas a los gitanos». En general, los grupos
estadísticamente más conflictivos se convierten en el elemento amenazante en la
percepción xenófoba.
El discurso xenófobo se centra en la
actualidad en la inmigración, proclama la superioridad de la
cultura propia y pone como excusa a su rechazo xenófobo la falta de respuesta a
sus pretensiones de que los inmigrantes asimilen esa cultura, renunciando a la
suya propia que consideran inferior. Cuando la afirmación cultural puede
considerarse como un derecho que debe armonizarse con la legislación y la
cultura receptoras.
El
derecho del inmigrante a mantener sus diferencias culturales solo podrá ser
posible cuando las sociedades receptoras renuncien a la ideología de la
asimilación pura y simple de las comunidades extranjeras, para consentir la
cohabitación de comunidades diferentes. Solo de esa manera la inmigración
dejará de ser vista como un peligro para la identidad cultural para pasar a ser
concebida como una posibilidad de enriquecimiento de esa cultura.
A la censura moral de la
xenofobia se une que en numerosos países es también un delito. El 16 de
septiembre de 2008, en la cumbre de Bruselas,
la Comunidad Europea aprobó la Ley contra la
Xenofobia y el Racismo que contempla condenar hasta con tres
años de cárcel los comportamientos xenófobos y racistas. Los Estados miembros
deberán adaptar sus legislaciones en el plazo de dos años para contemplar como
delito:
La incitación pública a la violencia o al odio
dirigidos contra un grupo de personas o un miembro de tal grupo, definido en
relación con la raza, el color, la religión, la ascendencia o el origen
nacional o étnico;
La comisión de uno de los actos a los que se
refiere el apartado anterior mediante la difusión o reparto de escritos,
imágenes u otros materiales;
La apología pública, la negación o la
trivialización flagrante de los crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad
y crímenes de guerra dirigida contra un grupo de personas definido en relación
con la raza, el color, la religión, la ascendencia o el origen nacional o
étnico.
«No podemos dejar de resaltar que
a contrapeso de actitudes discriminatorias, racistas y xenofóbicas, existen
también experiencias de apertura, acercamiento, involucramiento que genera
redes de solidaridad y espacios de intercambio, aprendizajes que construyen la interculturalidad.»
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