MAGMA es el nombre que reciben las masas de rocas fundidas del
interior de la Tierra u otros planetas.
Suelen estar compuestos por una mezcla de líquidos, volátiles y sólidos
Cuando un magma se enfría y sus
componentes cristalizan se forman las rocas ígneas,
que pueden ser de dos tipos: si el magma cristaliza en el interior de la tierra
se forman las rocas
plutónicas o
intrusivas, pero si asciende hacia la superficie, la materia fundida se
denomina entonces lava, y al enfriarse forma
las rocas
volcánicas o efusivas
Los magmas más comunes responden
a tres tipos principales, basálticos, andesíticos y graníticos.
Magmas basálticos: pueden ser toleíticos, ricos en sílice y
producidos en las dorsales, o alcalinos, ricos en sodio y potasio,
producidos en zonas del interior de las placas
tectónicas. Son los más comunes.
Magmas andesíticos: son ricos en sílice y minerales
hidratados, como anfíboles o biotitas.
Se forman en todas las zonas de subducción,
ya sean de corteza continental u oceánica.
Magmas graníticos: tienen el punto de fusión más
bajo y pueden formar grandes plutones. Se originan en zonas orogénicas como
los andesíticos, pero a partir de magmas basálticos o andesíticos que
atraviesan y funden rocas ígneas o sedimentarias metamorfizadas de la corteza
que, al incorporarse al magma, alteran su composición.
Por otra parte, según su
composición mineral,
el magma puede clasificarse en dos grandes grupos: máficos y
félsicos.
Básicamente, los magmas máficos contienen silicatos ricos en magnesio y hierro,
mientras que los félsicos contienen silicatos ricos en sodio y potasio.
La temperatura a la que se empiezan a
formar los fundidos ricos en sílice varía entre los 700 y los 900 °C,
mientras que los pobres en sílice se empiezan a formar entre los 1200 y los
1300 °C.
Se denomina punto de solidus a la temperatura en la que empieza a
fundirse una roca y punto de liquidus a la temperatura en la que la fusión
es total. Tanto la presencia de agua como una disminución de la presión pueden
bajar los puntos de solidus y liquidus de una roca, facilitando la formación
de magmas sin aumentar la temperatura.
A lo largo de la historia temprana del
planeta se han producido al menos tres súper eventos magmáticos, los episodios de mayor
formación de rocas ígneas del registro geológico. Están separados entre sí unos
800 millones de años: el más antiguo e intenso hace unos 2700 Ma, en el Neo arcaico,
otro hace 1900 Ma, en el Orosírico y el
tercero hace 1200 Ma, en el límite Ectásico-Esténico.
En cada uno de ellos se habrían formado grandes mesetas basálticas que habrían contribuido al aumento de
las masas continentales en periodos de tiempo relativamente cortos.
Para explicar estos supereventos,
algunos autores, como el tectónico Kent Condie en 1998, han propuesto que el mecanismo habría
sido producido por unas avalanchas gravitacionales gigantescas de material del manto
superior y la corteza,
que caerían desde el límite del manto superior con el inferior (a 670 km
de profundidad) hasta el mismo límite del núcleo
externo (a unos
2900 km de la superficie), atravesando todo el manto
inferior(unos 2230 km de espesor). Como consecuencia se
formarían numerosas perturbaciones en forma de plumas del
manto que, ascendiendo
hasta la corteza, darían lugar al citado magmatismo.
El origen de estas avalanchas
periódicas del manto estaría en los cambios físicos de los fragmentos de
litosfera que han subducido hasta los 670-700 km de profundidad, cotas en
las que encuentran resistencia a subducir más y se horizontalizan. La masa de litosfera
que ha subducido, de hasta 100 km de espesor y más fría que el manto que
la envuelve, puede tardar varios millones de años en alcanzar la temperatura
que facilite, junto con la mayor presión de estos niveles, la densificación de
los minerales que la componen paso de peridotitas aeclogitas.
Cuando la nueva situación de densidad de la masa litosférica subducida se
vuelve inestable, se produciría el derrumbe en avalancha hasta el núcleo.
Este proceso se habría repetido varias
veces pero, como cada evento implica una importante pérdida de calor en el
manto, cada repetición del ciclo habría sido de menor intensidad que la
precedente. Se podrían explicar asimismo por este mecanismo los picos de
magmatismo, de mucha menor intensidad que los anteriores, del final del Paleozoico,
hace unos 300 Ma, y del Cretácico
medio, hace unos 100 Ma.
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