El ARCA
DE LA ALIANZA era un cofre
sagrado ubicado en el Lugar Santísimo del Tabernáculo,
que más tarde se colocó en el Templo construido
por Salomón.
Se hizo por mandato de Yahveh y según
su diseño.
Según narra el Libro del
Éxodo de la Biblia, dicho
cofre contenía las Tablas de la
Ley: tablas de piedra en las cuales figuraban inscritos los Diez
Mandamientos que Dios
entregó a Moisés en el Monte Sinaí.
Los autores de la Biblia emplearon más
de veinte expresiones diferentes para referirse al arca, siendo las más
comunes: “el arca de la
Alianza” y “el arca del
testimonio” expresiones que no son privativas de ningún escritor en
particular y que se usan indistintamente. También es conocida como arca del Convenio, o arca
del Pacto, nombrada también como arca
de Yahveh.
Lo primero que Yahveh le detalló a Moisés cuando le dio las
instrucciones para construir el tabernáculo fue el modelo y el diseño del arca,
dado que iba a ser el objeto principal y más importante no solo del
tabernáculo, sino también de todo el campamento de Israel. El cofre en sí mismo
medía 2,5 codos de largo, 1,5 de ancho y 1,5 de alto: 111 cm. ×
67 cm. × 67 cm. y estaba hecho de madera de acacia, revestido de oro
puro tanto por dentro como por fuera. Coronaba el arca un artístico “borde de
oro” en forma de guirnalda “sobre ella en derredor”. La segunda parte del arca,
su cubierta, estaba hecha de oro macizo, no meramente de madera revestida,
y tenía la misma longitud y anchura que el cofre. Sobre esta cubierta había
montados dos querubines de oro de labor a martillo, uno a cada
extremo de la cubierta, con sus rostros vueltos el uno hacia el otro, las
cabezas inclinadas y las alas extendidas hacia arriba “cubriendo la cubierta
protectoramente”. A esta cubierta también se la conocía como “el
propiciatorio”, o “cubierta propiciatoria”.
Para transportar el arca, se
suministraron largos varales, hechos también de madera de acacia revestida de
oro e insertados a través de dos anillos de oro a ambos lados del cofre. Como
estos varales no se debían quitar de sus anillos, nunca había necesidad de
que los portadores del arca la tocaran. En las esquinas había cuatro patas,
“patas para caminar, patas flexionadas como para caminar”, para que no se
apoyase directamente en el suelo, aunque no se sabe qué altura tenían.
Bezalel y los hombres de corazón sabio
que le ayudaban se apegaron a las instrucciones explícitas recibidas y
construyeron el arca con los materiales que el pueblo había contribuido. Un año
después del éxodo, finalizado y erigido el tabernáculo, Moisés puso dentro del
arca las dos tablas de la Ley. Se menciona que durante unos pocos meses, desde
el momento en que Moisés recibió las tablas de la Ley en la montaña hasta que
se trasladaron al arca construida por Bezalel, estuvieron guardadas en un arca
provisional de madera de acacia hecha con ese fin. Seguidamente, Moisés
introdujo los varales por los anillos del arca, le colocó la cubierta y la
llevó al tabernáculo. Una vez allí, puso en su lugar la pantalla que separaba
el Santo del Santísimo y después, como parte de la ceremonia inaugural, ungió
con aceite el arca y todos sus utensilios. A partir de entonces, siempre que
los sacerdotes desmontaran el tabernáculo para levantar el campamento,
emplearían la misma pantalla divisoria, además de una cubierta de pieles de
foca y una tela azul, para cubrir el arca con el fin de impedir que el pueblo
la mirase ‘por el más mínimo momento, y por lo tanto muriese’.
El arca hacía las veces de archivo
sagrado para conservar ciertos artículos que servían de recordatorio o
testimonio. Las dos tablas del Testimonio o los Diez Mandamientos eran su principal
contenido. También se guardó en ella una “jarra de oro que contenía el maná y
la vara de Aarón que echó botones”, pero más tarde, en algún momento anterior a
la construcción del templo de Salomón, se sacaron de ella. Poco antes de morir,
Moisés dio una copia del “libro de la ley” a los sacerdotes levitas y les dijo
que la deberían guardar, no dentro, sino “al lado del arca del pacto de
Yahveh su Dios, de testigo contra ti”.
“Allí ciertamente me presentaré a ti,
y hablaré contigo desde más arriba de la cubierta, desde entre los dos querubines que están sobre el arca del
testimonio”. “En una nube apareceré encima de la cubierta.” Samuel escribió que
Yahveh ‘estaba sentado sobre los querubines’
de ahí que estos sirvieran como “la representación del carro” de Yahveh. Por lo
tanto, “siempre que Moisés entraba en la tienda de reunión para hablar con Yahveh,
entonces oía la voz que conversaba con él desde más arriba de la cubierta que
estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines;
y le hablaba”. Más tarde, Josué y el sumo sacerdote Finehás también inquirieron
de Yahveh delante del arca. Solo al sumo sacerdote le estaba permitido entrar
en el Santísimo y ver el arca un día al año, aunque no con el propósito de
comunicarse con Yahveh, sino para llevar a cabo la ceremonia del Día de
Expiación. La presencia de Yahveh representada por el arca resultó en que el
pueblo de Israel disfrutase de otras bendiciones. Cuando el pueblo levantaba el
campamento, la costumbre era que el arca y la nube de Yahveh fuesen delante. Así,
al tiempo de cruzar el Jordán, Yahveh detuvo el caudal del río cuando los
sacerdotes que llevaban el arca pisaron las aguas de la orilla, y de ese modo
se les permitió cruzar por el cauce seco. Asimismo, en la marcha alrededor de
Jericó, un contingente militar iba delante, seguido de siete sacerdotes que
tocaban el cuerno; luego iba el arca y por último, las fuerzas de retaguardia. La
victoria alcanzada en Jericó contrasta con la derrota que tiempo atrás habían
experimentado, cuando un grupo de rebeldes intentó temerariamente iniciar la
ocupación de la Tierra Prometida, contraviniendo las instrucciones divinas y
sin que ni ‘el arca del pacto de Jehová ni Moisés se hubiesen movido de en
medio del campamento’. Hasta los filisteos, un pueblo enemigo, percibieron la
presencia de Yahveh cuando el arca estuvo en el campo de batalla. Atemorizados,
gritaron: “‘¡Dios ha entrado en el campamento. ‘¡Ay de nosotros, porque una
cosa como esta nunca antes ha sucedido! ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos salvará de
la mano de este majestuoso Dios? Este es el Dios que fue golpeador de Egipto
con toda suerte de matanza en el desierto’”.
La presencia de Yahveh siguió
haciéndose manifiesta cuando los filisteos se apoderaron del arca y se la
llevaron a Asdod para colocarla junto a la imagen de Dagón. Aquella noche, la
imagen de ese dios cayó rostro a tierra; a la noche siguiente, la estatua cayó
de nuevo delante del arca y quedó con la cabeza y las palmas de las manos
separadas del cuerpo. En el transcurso de los siete meses siguientes, el arca
fue pasando de una ciudad filistea a otra, y según pasaba, plagaba a los
filisteos con hemorroides, y dejó a Eqrón sumida en “una confusión mortífera”,
hasta que finalmente fue devuelta a Israel, junto con la ofrenda por la culpa
requerida.
La relación del arca con la presencia
de Yahveh exigía que se la tratase con el debido respeto y la más alta
consideración. Debido a esto, tanto al ponerse en marcha el arca como al
posarse, Moisés pronunciaba expresiones de alabanza a Yahveh. Por otra parte,
tal fue la impresión que causó en el sumo sacerdote Elí oír que los filisteos
se habían apoderado del arca, que perdió el equilibrio, cayó de espaldas y se
desnucó. Por el mismo motivo, cuando su nuera estaba en la agonía de la muerte,
dijo: “La gloria se ha ido de Israel al destierro, porque el arca del Dios
verdadero ha sido tomada”. Posteriormente, el rey Salomón afirmó: “Los lugares
a los que ha venido el arca de Yahveh son cosa santa”. El arca no era un
amuleto mágico, su sola presencia no garantizaba el éxito; más bien, las
bendiciones de Yahveh dependían de la condición espiritual y de la obediencia
fiel de los que la poseían. Por esta razón, los israelitas, acaudillados por
Josué, sufrieron una derrota en Hai debido a su infidelidad, a pesar de que el
arca estaba en el campamento. De manera similar, aunque los israelitas estaban
confiados porque el arca se hallaba entre sus fuerzas de combate, los filisteos
mataron a 30.000 soldados de Israel y hasta se apoderaron de ella. La
recuperación del arca de manos de los filisteos fue una ocasión de gran
regocijo, en la que se ofrecieron sacrificios y se expresaron gracias, lo que
no impidió que Yahveh ‘derribara al pueblo con gran matanza’. ¿Por qué?
“Porque habían mirado el arca de Yahveh”, una violación de su mandato expreso. No se
sabe con exactitud cuántos murieron en esa ocasión. El texto masorético dice:
“De modo que derribó entre el pueblo a setenta hombres —cincuenta mil
hombres—”. Esta construcción tan ambigua hace pensar que la expresión
“cincuenta mil hombres” es una interpolación. La Versión Peshitta siriaca y una
versión arábiga dicen que fueron derribados “cinco mil setenta hombres”. El
Targum de Jonatán relata: “Y él derribó a setenta hombres entre los ancianos
del pueblo, y a cincuenta mil entre la congregación”. La Versión de los Setenta
dice que “él derribó a setenta hombres entre ellos, y a cincuenta mil de los
hombres”, mientras que Josefo menciona solo a setenta hombres.
El arca no se guardó en un lugar
permanente hasta que se erigió el templo de Salomón. Cuando se completó la
mayor parte de la conquista del país, se trasladó a Siló, donde al parecer
permaneció con la excepción del tiempo que estuvo en Betel) hasta que la
capturaron los filisteos. Una vez recuperada, y de nuevo en el territorio de
Israel, estuvo primero en Bet-semes y después en Quiryat-jearim, donde
permaneció unos setenta años.
Según el texto masorético, dice que
durante los enfrentamientos del pueblo de Israel con los filisteos, el rey Saúl
pidió al sumo sacerdote Ahíya que llevase el arca al campamento. Sin embargo,
según la Septuaginta, Saúl le dijo a Ahíya: “‘¡Acerca el efod!’ Porque él
llevaba el efod en aquel día delante de Israel.”.
David tenía el buen deseo de trasladar
el arca a Jerusalén, pero el procedimiento que escogió en el primer intento
provocó un desastre. En lugar de transportar el arca con los varales sobre los
hombros de los levitas qohatitas, de acuerdo con las instrucciones conocidas,
permitió que la colocasen sobre un carruaje. Las reses que tiraban del carro
estuvieron a punto de ocasionar un vuelco, y Uzah fue partido por un rayo por
agarrar el arca, una acción que la ley divina condenaba explícitamente.
Por fin fue trasladada a Jerusalén,
transportada como era debido por los levitas y allí estuvo guardada en una
tienda durante el resto del reinado de David. Los sacerdotes quisieron
llevársela cuando huyeron con motivo de la rebelión de Absalón, pero David
insistió en que permaneciera en Jerusalén, pues confiaba en que Dios les
permitiría a todos regresar indemnes Él anhelaba construir una casa para poner
en ella el arca, pero Dios postergó su edificación hasta el reinado de Salomón.
Fue entonces, con motivo de la dedicación del templo, cuando se trasladó el
arca de la tienda en la que se hallaba en Sión al Santísimo del templo, que se
había edificado sobre el monte Moriá,
donde fue colocada bajo la sombra de las alas de dos grandes querubines.
El arca fue la única pieza de todo el mobiliario que había estado en el
tabernáculo que se llevó al templo de Salomón.
La única referencia histórica al arca
del pacto posterior a Salomón es de 642 a. E.C. —unos novecientos años
después de su construcción—, y se halla en, donde se lee la orden del rey
Josías de que el arca se colocase de nuevo en el templo. Sin embargo,
no se dice cómo llegó a estar fuera de él. Josías había ascendido al trono
después de algunos reyes particularmente apóstatas, uno de los cuales había
introducido una imagen tallada en la casa de Dios, por lo que es posible que uno
de estos reyes inicuos sacase el arca de su lugar. Por otra parte, bajo el
patrocinio de Josías se había llevado a cabo en el templo un amplio programa de
reformas, así que cabe la posibilidad de que durante las obras se trasladase el
arca a otro lugar con el fin de evitar que sufriese algún desperfecto. (2Cr
34:8–35:19.) No se hace ninguna mención de que el arca se llevase a
Babilonia, y ni siquiera figura en la lista de los artículos que se sacaron del
templo, ni se menciona que fuese devuelta y colocada en el templo que
reconstruyó Zorobabel ni que se reemplazase por otra. No se ha llegado a
saber cuándo desapareció ni en qué circunstancias. Jeremías predijo el tiempo
en que el arca del pacto ya no existiría, pero indicó que no se la
echaría de menos y que no perjudicaría a los adoradores de Dios el
no tenerla. En cambio, ‘llamarían a Jerusalén el trono de Yahveh’. En el Apocalipsis,
Juan dice: “Se vio en el santuario de su templo [en el cielo] el arca de su
pacto”.
El arca del pacto o alianza, era un
icono donde la presencia de Dios mismo residía. Los antiguos hebreos le tenían
tal reverencia al arca que su morada era el lugar Santísimo del tabernáculo de
Dios, a donde nadie podía entrar sino el Sumo Sacerdote una vez al año portando
incienso, sangre de cordero sobre sí y sobre todo estando libre de pecado, para
no perecer a causa de la Presencia de Dios.
Albergando la palabra de Yaveh, las sinagogas poseen un cofre denominado hejal, que es donde se preservan los rollos de la Torá y el cual simboliza el arca de la
Alianza.
La Biblia indica que el arca fue
mandada construir por Moisés y su diseño ordenado según Dios lo había
dispuesto; fue usada en la conquista de Canaán y con ella Josué consiguió
abrirse paso en las aguas del Jordán al contacto de éstas con el arca, y
durante siete días fue paseada en torno de Jericó,
que cayó luego en poder de dicho caudillo.
El arca fue fijada en Silo. Durante la época de
Elí y Samuel, sucedió uno de los episodios más impresionantes del que se cuenta
acerca del arca de Dios. Durante una cruenta guerra contra los filisteos fue llevada al campamento israelita
con el objeto de levantar la moral de los guerreros. Pero después de una
trágica derrota del pueblo hebreo, donde también murieron los dos hijos del
juez y sacerdote israelita Elí, los filisteos la tomaron como un valiosísimo
trofeo, dando lugar a un verdadero luto en todo el país de Israel. En poder de
aquellos estuvo unos meses, aconteciendo que desde el momento que fue llevada
al templo de la gigantesca estatua del dios Dagón en Asdod, éste quedó dos
noches consecutivas postrado delante del arca, sólo que la segunda vez
decapitado y sin las manos, a lo que siguió una ola de estragos, desastres y
plagas azotando todo aquel país. Los filisteos, horrorizados por aquellos
sucesos, habían dejado que el arca fuese sola en un carro tirado por dos vacas. Después los
animales pararon en Bethsames: varios habitantes de aquel
lugar murieron por el trato poco reverente que dieron al objeto sagrado.
De allí fue trasladada a Gabaá. Luego Saúl la habría utilizado en la campaña
contra los filisteos.
Posteriormente David con un acompañamiento solemne la
habría trasladado a Sión.
Sin embargo, de camino a Sión había ocurrido un accidente: Uza, un encargado del
arca, quiso sostenerla en un momento de bamboleo y cayó muerto de repente.
David atemorizado la dejó durante 3 meses en casa de Obededom. Seguidamente, desde Sión la reliquia fue instalada en el majestuoso templo
de Salomón en tiempos de su reinado en Jerusalén.
Luego, desde que Nabucodonosor
II, rey de Babilonia, invadió Jerusalén, destruyendo el templo y
saqueando todos los objetos valiosos del mismo, el arca previsoramente fue
llevada y colocada en un lugar seguro y secreto antes de la invasión y
posterior deportación de los judíos. Precisamente -en ese tiempo de la
destrucción del Templo- Jeremías es el profeta ungido responsable de hablar.
Según el registro de los Macabeos, Jeremías tomó el arca -lo cual representaba
el trono de Dios- para ocultarla en el Monte Nebo:
"El profeta, después de una revelación, mandó llevar consigo la tienda y
el arca; y cómo salió hacia el monte donde Moisés había subido para contemplar
la heredad de Dios. Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de
cueva; allí metió la Tienda, el arca y el altar del incienso, y tapó la
entrada. Volvieron algunos de sus acompañantes para marcar el camino, pero no
pudieron encontrarlo. En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles:
"Este lugar quedará
desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea propicio. El Señor entonces
mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del Señor y la Nube, como se mostraba
en tiempo de Moisés, cuando Salomón rogó que el Lugar fuera solemnemente
consagrado".
Jeremías diría que esa arca, el
antiguo "trono de Dios", perdería importancia espiritual y sería
sustituida por la presencia de Dios entre su pueblo:
"Y sucederá que en aquellos días... -declara el Señor- no se dirá más:
"arca del pacto del Señor"; no les vendrá a la mente ni la
recordarán, no la echarán de menos ni será hecha de nuevo. En aquel tiempo
llamarán a Jerusalén: "Trono del Señor"; y todas las naciones
acudirán a ella, a Jerusalén, a causa del nombre del Señor; y no andarán más
tras la terquedad de su malvado corazón."
"Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se
veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y gran
granizo.
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