En
abril del año 2002, a punto de celebrarse la Cumbre Extraordinaria de Las
Américas en la ciudad de Monterrey, el entonces presidente mexicano, Vicente
Fox, vivió una situación desagradable con el entonces presidente cubano, Fidel
Castro, a quien le dio una indicación que pasaría a ser uno de los incidentes
más molestos en la historia de las relaciones diplomáticas de ambos países.
Fox, queriendo evitarle un
inconveniente al fallecido
líder revolucionario, procuró que no se encontrara en el evento con
el entonces mandatario estadounidense, George W. Bush.
A pesar de
lo molesto de la sugerencia, Fidel llegó a Monterrey, pronunció su discurso,
comió y se fue.
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