En
la Edad Media, un CABALLERO
ANDANTE era una unidad
guerrera que forma parte de la hueste (fuerza militar) de un señor feudal o de un rey.
Con
motivo de las Cruzadas se crearon las órdenes militares, formadas por caballeros que
se comprometían a votos monásticos, como la orden
templaria o la orden hospitalaria. En los distintos reinos se
fueron creando otras órdenes, como las órdenes militares españolas. Los rituales
de iniciación incluían elementos luego incorporados al imaginario de la caballería
andante, como el velar las armas (pasar una noche en oración ante las
armas) y ser armado caballero (en
una ceremonia propia del homenaje e investidura de las relaciones feudo-vasalláticas).
La orden
de caballería era pues
cada una de las instituciones formadas por caballeros organizados
jerárquicamente como vasallos de un señor y que respetaban un código de honor. Se suponía que un caballero
andante debía ser un miembro de una de estas órdenes que, por orden de su señor
o por obligación moral (por ejemplo, por imposición de una promesa a su dama),
viajaba grandes distancias, ya sea persiguiendo un objetivo concreto o no,
aceptando o provocando desafíos, resolviendo entuertos (injusticias)
y protegiendo a los desfavorecidos (doncellas, viudas y huérfanos). Estos
hechos (hazañas) hacían ganar al caballero
una gran fama (paralelo al concepto de honra u honor, popularidad y prestigio, objetivos principales
de la época, que equivalía a una vida más allá de la muerte -véase por ejemplo
su formulación en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge
Manrique-), muchas veces exagerando sus proezas.
La épica de los cantares de
gesta, la lírica del amor cortés de los trovadores provenzales y la adaptación de leyendas como el ciclo
artúrico fueron
fijando a lo largo de la Edad Media el modelo ideal de caballero en la
literatura y en el imaginario colectivo, convirtiéndolo en un arquetipo más que en un agente social real.
Para decirlo con otras
palabras, la caballería andante como tema literario es anterior a cualquier
manifestación de la caballería andante en la práctica.
Hoy en día, la constancia
de tales caballeros es prácticamente de carácter mítico y forma parte del
folclore de las islas británicas y los países escandinavos. El ejemplo más
claro se encuentra en la leyenda del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda,
donde en diversas ocasiones los caballeros al mando del rey posponen sus
obligaciones no inmediatas para servir al pueblo. No obstante, todavía se
denomina caballeresco al
comportamiento cortés y galante de los caballeros (varones) hacia las damas (mujeres); o a las actitudes
desinteresadas o que respetan un código de honor, sobre todo cuando se mantienen
contra el propio bienestar, interés o seguridad. Un comportamiento extremado en
ese sentido llegaría a calificarse de heroísmo.
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