sábado, 7 de febrero de 2015

TÚPAC AMARU



TÚPAC AMARU  Nació en 1545, falleció el 24 de septiembre de 1572 fue el cuarto y último inca rebelde de Vilcabamba. Hijo de Manco Inca fue hecho sacerdote y guardián del cuerpo de su padre.

Túpac Amaru asumió como Inca de Vilcabamba después de que su medio hermano el Uari Inca Titu Cusi Yupanqui muriera en 1570. Los incas creían que su medio hermano se había visto forzado a admitir a los sacerdotes misioneros en Vilcabamba y que los españoles lo habían envenenado. En estos tiempos los españoles todavía no estaban advertidos de la muerte del anterior Uari Inca y habían enviado rutinariamente dos embajadores para continuar con las negociaciones en curso. El último de ellos fue el conquistador Atilano de Anaya quien, tras cruzar el puente de Chuquichaca, fue capturado y ejecutado junto con su escolta por el general inca Curi Paucar. Al ser confirmada esta noticia por el cura de Amaybamba, el nuevo virrey del Perú, Francisco Álvarez de Toledo, decidió someter por la fuerza al reino de Vilcabamba.

Apelando a la justificación de que los incas habían roto "la inviolable ley de todas las naciones del mundo: el respeto a los embajadores" el virrey declaró formalmente la guerra el 14 de abril de 1572.

La expedición de conquista fue encargada al encomendero y regidor Martín Hurtado de Arbieto, como maestre de campo fue designado Juan Álvarez Maldonado y como alférez real y secretario Pedro Sarmiento de Gamboa. Las poderosas tropas a su mando estaban conformadas por varias piezas de artillería, 250 soldados españoles y 2500 nativos aliados, entre los cuales figuraban 1000 cañaris, enemigos mortales de la panaca de los incas rebeldes.

Para la defensa de Vilcabamba, el inca Túpac Amaru contaba con aproximadamente 2000 soldados de los cuales 600 o 700 eran guerreros anti, llamados chunchos por los incas del Cuzco, de quienes el fallecido Titu Cusi solía decir a los emisarios españoles, fingida o realmente, aun practicaban el canibalismo. Entre sus generales figuraban Hualpa Yupanqui, Parinango, Curi Paucar y Coya Topa.

Para atacar el baluarte inca, Hurtado de Arbieto dividió a su ejército en dos grupos, el primero de ellos bajo su mando directo atacaría por Chuquichaca mientras que la segunda columna, al mando de Arias de Sotelo, lo haría por Curahuasi. Se libraron gran cantidad de escaramuzas, pero la única gran batalla de la campaña tuvo lugar en Choquelluca, a orillas del río Vilcabamba. Los incas atacaron primero con mucho espíritu a pesar de estar solo ligeramente armados, pero los españoles y sus aliados indígenas lograron resistirlos; según Martín García Óñez de Loyola, los españoles llegaron a estar en un momento crítico a punto de ser arrollados por los guerreros incas, pero súbitamente estos abandonaron el combate tras ser arcabuceados y muertos sus generales Maras Inga y Parinango Un momento cumbre del combate se alcanzó con la pelea personal y a mano limpia entre el capitán inca Huallpa y el español García de Loyola, cuando el comandante español se hallaba en una situación desesperada por haber recibido varios golpes directos y encontrarse en riesgo de ser desabarrancado, uno de sus leales disparó traidoramente sobre la espalda del inca, matándolo y provocando un clima de indignación que reavivó el combate. Los cronistas españoles lo narraron así:

Peleóse con gran porfía de una parte y otra, y Martín García de Loyola se vio en un evidentísimo peligro de la muerte porque estando peleando salió un indio enemigo de tan gran disposición de cuerpo y fuerza, que parecía medio gigante y se abrazó con él por encima de los hombros que no le dejaba rebullirse, pero socorrió le un indio amigo, de los nuestros, llamado Currillo, que llegó con un alfanje y le tiró una cuchillada a los pies, que se los derribó, y segundando otra por los hombros lo abrió de suerte que cayó allí muerto, y así, mediante este indio, se libró de la muerte el capitán Martín García de Loyola, que cierto fue hazaña digna de poner en historia el ánimo y presteza con que Currillo quitó la vida al medio gigante de dos cuchilladas, y salvó a su capitán.

Crónica de Martín de Murúa:

“Tras esta batalla los españoles capturaron la ciudad y el palacio de Vitcos, al acercarse la expedición a la ciudadela de Tumichaca fueron recibidos por su comandante Puma Inga, quien rindió sus fuerzas y manifestó que la muerte del comisionado español Anaya había sido responsabilidad de Curi Paucar, y otros capitanes rebeldes a sus incas deseosos de la paz. El 23 de junio cayó ante la artillería española el último foco de resistencia inca, el fuerte de Huayna Pucará, que los nativos habían construido recientemente y se encontraba defendido por 500 chunchos flecheros. Los restos del ejército inca, ahora en retirada, optaron por abandonar Vilcabamba su última ciudad y dirigirse a la selva para reagruparse. El 24 de junio los españoles tomaron posesión de la misma cumpliendo Sarmiento con las solemnidades del caso, quien tras enarbolar el estandarte real en la plaza del poblado proclamó: Yo, el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa, alférez general de este campo, por mandato del ilustre señor Martín Hurtado de Arbieto, general de él, tomo posesión de este pueblo de Vilcabamba y sus comarcas, provincias y jurisdicciones".

Acto seguido campeó tres veces el estandarte y a grandes voces dice: "Vilcabamba, por don Felipe, Rey de Castilla y León", el estandarte es clavado en tierra y se realizan las salvas de ordenanza.

Acompañado de los suyos Túpac Amaru se había marchado el día anterior con dirección al oeste, dentro de los bosques de las tierras bajas. El grupo, que incluía a sus generales y a los miembros de su familia, se había dividido en pequeñas partidas en un intento de evadir la persecución.

Grupos de soldados españoles y sus indios auxiliares fueron enviados para cazarlos trenzándose en sangrientas escaramuzas con la escolta del inca. Uno capturó a la esposa e hijo de Wayna Cusi. El segundo regresó. El tercero regresó también lo hizo con dos hermanos de Túpac Amaru, otros parientes y sus generales. El Uari Inca y su comandante permanecieron sueltos.

A continuación un grupo de cuarenta soldados elegidos personalmente salieron en persecución de éstos. Siguieron el río Masahuay durante 170 millas, donde encontraron un almacén inca con cantidades de oro y vajilla de los incas. Los españoles capturaron un grupo de chunchos y los obligaron a decirles lo que habían visto, y si habían visto al Uari Inca. Estos informaron que se había ido río abajo, en bote. Los españoles construyeron después 20 balsas y continuaron la persecución.

Río abajo descubrieron que Túpac Amaru había escapado por tierra. Continuaron con la ayuda de los aparis, los cuales avisaron qué ruta habían seguido los incas e informaron que Túpac se veía ralentizado debido a que su mujer estaba a punto de dar a luz. Después de una marcha de 50 millas vieron una fogata alrededor de las nueve de la noche. Encontraron al Uari Inca Túpac Amaru y a su mujer calentándose entre sí. Les aseguraron que no se les produciría ningún daño y asegurarían su rendición. Túpac Amaru fue apresado.

Los cautivos fueron traídos de regreso a las ruinas de Urcos y juntos se encontraron en Cuzco el 30 de noviembre. Los vencedores también trajeron los restos momificados de Manco Cápac y Titu Cusi Yupanqui y una estatua de oro de Punchao, la más preciada reliquia del linaje inca que contenía los restos mortales de los corazones de los incas fallecidos. Estos objetos sagrados fueron luego destruidos.

Los españoles hicieron varios intentos para convertir a Túpac Amaru al cristianismo pero se cree que estos esfuerzos fueron rechazados por un hombre que estaba convencido de su fe. Los cinco generales incas capturados recibieron un juicio sumario en el que nada fue dicho en su defensa y fueron sentenciados a la horca. Varios de los que murieron de las severas torturas que recibieron fueron también colgados.

El juicio del Uari Inca comenzó un par de días más tarde. Túpac Amaru fue condenado por el asesinato de los sacerdotes en Urcos, de los cuales fue probablemente inocente.6 Fue sentenciado a la decapitación. Numerosos clérigos, convencidos de la inocencia de Túpac Amaru, suplicaron de rodillas al virrey que el líder Inca fuera enviado a España para ser juzgado en vez de ser ejecutado.

Un testigo ocular del día de la ejecución, el 24 de septiembre de 1572, lo recordaba montado en una mula con las manos atadas a su espalda y una soga alrededor del cuello. Otros testigos dijeron que había grandes masas de personas y que el Uari Inca estaba rodeado por cientos de guardias con lanzas. Frente a la catedral, en la plaza central de Cuzco, un patíbulo había sido erigido. Se dice que había entre 10 000 y 15 000 personas presentes.

Túpac Amaru subió al patíbulo acompañado por el obispo de Cuzco. Mientras lo hacía, se dice en las fuentes que "una multitud de indios, que llenaron completamente la plaza, vieron el lamentable espectáculo de que su señor e Inca iba a morir, ensordecieron los cielos, haciéndolos reverberar con sus llantos y lamentos"

Como es relatado por Baltasar de Ocampa y fray Gabriel de Oviedo, prior de los dominicos en Cuzco, ambos testigos oculares, el inca levantó su mano para silenciar a las multitudes, y sus últimas palabras fueron:
“Ccollanan Pachacamac ricuy auccacunac yahuarniy hichascancuta: ‘Ilustre Pachacamac, atestigua como mis enemigos derraman mi sangre’
Túpac Amaru I
A decir de algunos historiadores, cuando el virrey Toledo dejó su cargo para regresar a España fue recibido por el rey Felipe II con las siguientes palabras: «Podéis iros a vuestra casa, porque yo os envié a servir reyes, no a matarlos», aludiendo a la trágica muerte de Túpac Amaru.

Cerca de cuarenta años después de que la conquista del Imperio Inca hubiese comenzado con la ejecución de Atahualpa, esta concluyó con la ejecución de su sobrino. Con el fin de prevenir el resurgimiento del imperio y borrar todo rastro de su descendencia, la fuente de futuras generaciones reales fue prontamente eliminada por el virrey. Varias docenas de personas, incluyendo al hijo de tres años de Túpac Amaru, fueron desterradas a los actuales México, Chile, Panamá y a otros lugares distantes. Sin embargo a algunos se les permitió finalmente retornar sus lugares de origen. Dos siglos después, uno de sus descendientes, José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru II, lideró un levantamiento indígena en 1780 contra la continua presencia española en América, siendo nombrado Inca-Rey.

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