TÚPAC AMARU Nació en 1545, falleció el 24
de septiembre de 1572 fue el cuarto y
último inca rebelde de Vilcabamba. Hijo de Manco
Inca fue hecho
sacerdote y guardián del cuerpo de su padre.
Túpac Amaru asumió como Inca de Vilcabamba después de que su medio hermano el Uari Inca Titu Cusi Yupanqui muriera en 1570. Los incas creían que
su medio hermano se había visto forzado a admitir a los sacerdotes misioneros en Vilcabamba y que los españoles lo habían envenenado. En estos tiempos
los españoles todavía no estaban advertidos de la muerte del anterior Uari Inca
y habían enviado rutinariamente dos embajadores para continuar con las
negociaciones en curso. El último de ellos fue el conquistador Atilano de Anaya
quien, tras cruzar el puente de Chuquichaca, fue capturado y ejecutado junto
con su escolta por el general inca Curi Paucar. Al ser confirmada esta noticia por el
cura de Amaybamba, el nuevo virrey del
Perú, Francisco Álvarez de Toledo, decidió someter
por la fuerza al reino de Vilcabamba.
Apelando a la justificación de que los
incas habían roto "la inviolable ley de todas las naciones del mundo: el
respeto a los embajadores" el virrey declaró formalmente la guerra el 14
de abril de 1572.
La expedición de conquista fue
encargada al encomendero y regidor Martín Hurtado de Arbieto,
como maestre de campo fue designado Juan Álvarez Maldonado y como alférez
real y secretario Pedro Sarmiento de Gamboa. Las poderosas
tropas a su mando estaban conformadas por varias piezas de artillería, 250
soldados españoles y 2500 nativos aliados, entre los cuales figuraban 1000 cañaris,
enemigos mortales de la panaca de los incas rebeldes.
Para la defensa de Vilcabamba, el
inca Túpac Amaru contaba con aproximadamente 2000 soldados de los cuales 600 o
700 eran guerreros anti, llamados chunchos por los incas del Cuzco, de quienes el fallecido
Titu Cusi solía decir a los emisarios españoles, fingida o realmente, aun
practicaban el canibalismo. Entre sus generales figuraban Hualpa
Yupanqui, Parinango, Curi Paucar y Coya Topa.
Para atacar el baluarte inca,
Hurtado de Arbieto dividió a su ejército en dos grupos, el primero de ellos
bajo su mando directo atacaría por Chuquichaca mientras que la segunda columna,
al mando de Arias de Sotelo, lo haría por Curahuasi. Se libraron gran cantidad
de escaramuzas, pero la única gran batalla de la campaña tuvo lugar en
Choquelluca, a orillas del río Vilcabamba. Los incas atacaron primero con mucho
espíritu a pesar de estar solo ligeramente armados, pero los españoles y sus
aliados indígenas lograron resistirlos; según Martín García Óñez de Loyola, los
españoles llegaron a estar en un momento crítico a punto de ser arrollados por
los guerreros incas, pero súbitamente estos abandonaron el combate tras ser arcabuceados y
muertos sus generales Maras Inga y Parinango Un momento cumbre del combate
se alcanzó con la pelea personal y a mano limpia entre el capitán inca Huallpa
y el español García de Loyola, cuando el comandante español se hallaba en una
situación desesperada por haber recibido varios golpes directos y encontrarse
en riesgo de ser desabarrancado, uno de sus leales disparó traidoramente sobre
la espalda del inca, matándolo y provocando un clima de indignación que reavivó
el combate. Los cronistas españoles lo narraron así:
Peleóse con gran porfía de una parte y otra, y
Martín García de Loyola se vio en un evidentísimo peligro de la muerte porque
estando peleando salió un indio enemigo de tan gran disposición de cuerpo y
fuerza, que parecía medio gigante y se abrazó con él por encima de los hombros
que no le dejaba rebullirse, pero socorrió le un indio amigo,
de los nuestros, llamado Currillo, que llegó con un alfanje y
le tiró una cuchillada a los pies, que se los derribó, y segundando otra por
los hombros lo abrió de suerte que cayó allí muerto, y así, mediante este
indio, se libró de la muerte el capitán Martín García de Loyola, que cierto fue
hazaña digna de poner en historia el ánimo y presteza con que Currillo quitó la
vida al medio gigante de dos cuchilladas, y salvó a su capitán.
Crónica
de Martín de Murúa:
“Tras esta batalla los españoles
capturaron la ciudad y el palacio de Vitcos, al acercarse la expedición a la
ciudadela de Tumichaca fueron recibidos por su comandante Puma Inga, quien
rindió sus fuerzas y manifestó que la muerte del comisionado español Anaya
había sido responsabilidad de Curi Paucar, y otros capitanes rebeldes a sus
incas deseosos de la paz. El 23 de junio cayó ante la artillería española el
último foco de resistencia inca, el fuerte de Huayna Pucará, que los nativos
habían construido recientemente y se encontraba defendido por 500 chunchos
flecheros. Los restos del ejército inca, ahora en retirada, optaron por
abandonar Vilcabamba su última ciudad y dirigirse a la selva para reagruparse.
El 24 de junio los españoles tomaron posesión de la misma cumpliendo Sarmiento
con las solemnidades del caso, quien tras enarbolar el estandarte real en la
plaza del poblado proclamó: Yo, el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa, alférez
general de este campo, por mandato del ilustre señor Martín Hurtado de Arbieto,
general de él, tomo posesión de este pueblo de Vilcabamba y sus comarcas,
provincias y jurisdicciones".
Acto seguido campeó tres veces el
estandarte y a grandes voces dice: "Vilcabamba, por don Felipe, Rey de Castilla y
León", el estandarte es clavado en tierra y se realizan las
salvas de ordenanza.
Acompañado de los suyos Túpac
Amaru se había marchado el día anterior con dirección al oeste, dentro de los
bosques de las tierras bajas. El grupo, que incluía a sus generales y a los
miembros de su familia, se había dividido en pequeñas partidas en un intento de
evadir la persecución.
Grupos de soldados españoles y
sus indios auxiliares fueron enviados para cazarlos trenzándose en sangrientas
escaramuzas con la escolta del inca. Uno capturó a la esposa e hijo de Wayna
Cusi. El segundo regresó. El tercero regresó también lo hizo con dos hermanos
de Túpac Amaru, otros parientes y sus generales. El Uari Inca y su comandante
permanecieron sueltos.
A continuación un grupo de cuarenta
soldados elegidos personalmente salieron en persecución de éstos. Siguieron el
río Masahuay durante 170 millas, donde encontraron
un almacén inca con cantidades de oro y vajilla de los incas. Los españoles
capturaron un grupo de chunchos y los obligaron a decirles lo que habían visto,
y si habían visto al Uari Inca. Estos informaron que se había ido río abajo, en
bote. Los españoles construyeron después 20 balsas y continuaron la
persecución.
Río abajo descubrieron que Túpac Amaru
había escapado por tierra. Continuaron con la ayuda de los aparis, los cuales
avisaron qué ruta habían seguido los incas e informaron que Túpac se veía
ralentizado debido a que su mujer estaba a punto de dar a luz. Después de una
marcha de 50 millas vieron una fogata alrededor de las nueve de la noche. Encontraron al Uari Inca Túpac Amaru y
a su mujer calentándose entre sí. Les aseguraron que no se les produciría
ningún daño y asegurarían su rendición. Túpac Amaru fue apresado.
Los cautivos fueron traídos de regreso
a las ruinas de Urcos y juntos se encontraron en Cuzco el 30 de noviembre. Los
vencedores también trajeron los restos momificados de Manco Cápac y Titu Cusi Yupanqui y una estatua de oro de Punchao, la
más preciada reliquia del linaje inca que contenía los restos mortales de los
corazones de los incas fallecidos. Estos objetos sagrados fueron luego
destruidos.
Los españoles hicieron varios
intentos para convertir a Túpac Amaru al cristianismo pero
se cree que estos esfuerzos fueron rechazados por un hombre que estaba
convencido de su fe. Los cinco generales incas capturados recibieron un juicio
sumario en el que nada fue dicho en su defensa y fueron sentenciados a la
horca. Varios de los que murieron de las severas torturas que recibieron fueron
también colgados.
El juicio del Uari Inca comenzó
un par de días más tarde. Túpac Amaru fue condenado por el asesinato de los
sacerdotes en Urcos, de los cuales fue probablemente inocente.6 Fue
sentenciado a la decapitación. Numerosos clérigos, convencidos de la inocencia
de Túpac Amaru, suplicaron de rodillas al virrey que el líder Inca fuera
enviado a España para ser juzgado en vez de ser ejecutado.
Un testigo ocular del día de la
ejecución, el 24 de septiembre de 1572, lo recordaba montado
en una mula con las manos atadas a su espalda y
una soga alrededor del cuello. Otros testigos dijeron que había grandes masas
de personas y que el Uari Inca estaba rodeado por cientos de guardias con
lanzas. Frente a la catedral, en la plaza central de Cuzco, un patíbulo había
sido erigido. Se dice que había entre 10 000 y 15 000 personas presentes.
Túpac Amaru subió al patíbulo
acompañado por el obispo de Cuzco. Mientras lo hacía, se dice en las fuentes
que "una multitud de indios,
que llenaron completamente la plaza, vieron el lamentable espectáculo de que su
señor e Inca iba a morir, ensordecieron los cielos, haciéndolos reverberar con
sus llantos y lamentos"
Como es relatado por Baltasar de
Ocampa y fray Gabriel de Oviedo, prior de los dominicos en
Cuzco, ambos testigos oculares, el inca levantó su mano para silenciar a las
multitudes, y sus últimas palabras fueron:
“Ccollanan Pachacamac ricuy auccacunac yahuarniy
hichascancuta: ‘Ilustre
Pachacamac, atestigua como mis enemigos derraman mi sangre’
Túpac
Amaru I
A decir de algunos historiadores, cuando
el virrey Toledo dejó su cargo para regresar a España fue recibido por el rey
Felipe II con las siguientes palabras: «Podéis iros a vuestra casa, porque yo os envié a servir reyes, no a
matarlos», aludiendo a la trágica muerte de Túpac Amaru.
Cerca de
cuarenta años después de que la conquista del Imperio Inca hubiese comenzado
con la ejecución de Atahualpa, esta concluyó con
la ejecución de su sobrino. Con el fin de prevenir el resurgimiento del imperio
y borrar todo rastro de su descendencia, la fuente de futuras generaciones
reales fue prontamente eliminada por el virrey. Varias docenas de personas,
incluyendo al hijo de tres años de Túpac Amaru, fueron desterradas a los
actuales México, Chile, Panamá y a otros lugares
distantes. Sin embargo a algunos se les permitió finalmente retornar sus
lugares de origen. Dos siglos después, uno de sus descendientes, José Gabriel
Condorcanqui Túpac Amaru II, lideró un
levantamiento indígena en 1780 contra la continua
presencia española en América, siendo nombrado Inca-Rey.
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