La EPOPEYA es un canto épico o
narrativo, escrito la mayor parte de las veces en verso largo Hexámetro, o prosa, que consiste en la narración extensa de acciones
trascendentales o dignas de memoria para un pueblo en torno a la figura de un héroe que
representa sus virtudes de más estima.
En ella intervienen muchas veces los
hombres comunes y corrientes, así como los dioses del Olimpo y existen
elementos fantásticos. Casi siempre sus argumentos tienen que ver con hazañas o
gestas peligrosas relacionadas con guerras, batallas o viajes fantásticos,
incluyendo muchos de ellos sueños proféticos o visiones de ultratumba. Su extensión es
muy grande y van desapareciendo a lo largo de la historia hasta que en la
actualidad ya no se componen, porque no son reflejo de una sociedad en que el
poder lo detente un estamento
noble dedicado a la guerra con un sistema de valores centrados en el honor individual o la honra colectiva que encarna el personaje
principal, héroe o protagonista, muchas veces secundado
por otro héroe siguiente en importancia y ayudante, denominado deuteragonista.
La última gran época en que se crearon
epopeyas fue la Edad Media,
con sus cantares de
gesta o epopeyas
medievales; ya en el siglo XIX,
fueron absolutamente eliminadas o más bien remplazadas por la novela
realista o epopeya del héroe corriente o de la clase media que por entonces conquistó el poder
político y el prestigio social y reveló en ella unos valores distintos del
honor nobiliario y propios de una clase social nueva, la burguesía:
el individualismo y el materialismo.
Entre los subgéneros de la epopeya
figuran el epilio, opilión o canto épico; el cantar de
gesta; la saga islandesa; el romance épico antiguo; el poema heroico o poema épico culto; el romano courtois; el libro de caballerías; la epopeya
burlesca y la novela. La
característica principal de la epopeya es su ambiciosa extensión, repartida a
través de diversas rapsodias o cantos.
Los primeros esbozos épicos
fueron producto de sociedades preliterarias y tradiciones poéticas orales. En
esas tradiciones, la poesía se transmitía a la audiencia y era reproducida por
medios puramente orales. Los clásicos estudios sobre la epopeya popular de los Balcanes
realizados por Milman Parry y Albert Lord demostraron
el modelo paratáctico usado
en la composición de este tipo de poemas y la importancia de las fórmulas mnemotécnicas en
su repentización. Las largas epopeyas se construían en forma de cortos
episodios de igual interés e importancia, y usaba determinados pasajes de
tránsito para darse tiempo a ir recordando cada uno de los pasajes que debía
engarzar, pasajes de tránsito que por tal motivo eran muy repetidos
constituyendo las llamadas fórmulas o estilo formular. Parry y Lord sugirieron
también que las obras de Homero (el primer autor de epopeyas) podrían haber sido
compuestas de un modo semejante, a partir del dictado de un texto oral.
Las epopeyas deben poseer al
menos diez características:
Invocación o súplica preliminar a la Musa.
Formulación inicial del asunto o tema de la obra.
Comienzo In medias res.
El espacio de acción es vasto, cubre muchas
naciones o el universo.
Uso de epítetos y
fórmulas repetidas.
Inclusión de extensas enumeraciones.
Presencia destacada de largos y cuidados discursos.
Intervención e implicación de los dioses en los
asuntos humanos.
Presencia de héroes que encarnan valores de una
nación, civilización o cultura.
A menudo cuenta con un descenso trágico del héroe
al inframundo pagano
o infierno o una visión profética.
La
interesante épica semítica antigua tomó como modelo el enfrentamiento entre un héroe que
simbolizaba la civilización y los valores urbanos, el rey en un tercio divino Gilgamesh, y otro héroe que representaba los valores
naturales, campesinos y rurales, Enkidu.
Ésta es la
materia que configura la llamada Epopeya de Gilgamesh, en
la que ambos héroes se hacen amigos contra los dioses que quieren enemistarlos;
tras luchar contra el gigante Humbaba y otras muchas aventuras muere Enkidu y, embargado por
la pena, Gilgamesh consulta con el viejo Utnapishtim, que hizo el arca para escapar del diluvio, preguntándole cómo devolverlo a la vida; viaja
al inframundo en
busca de la hierba de la inmortalidad, pero en un momento de descuido una serpiente se la arrebata. El final del texto está muy deturpado,
pero al parecer Gilgamesh, que sólo en un tercio es divino y en dos tercios es
humano, se suicida. Esta epopeya, una de las más importantes que jamás se han
escrito, demuestra cómo el hombre puede transformarse en un superhombre, casi en un ser divino, pero no en un dios. Elementos de la Epopeya de Gilgamesh siguen
vivos en el Génesis,
libro del Antiguo Testamento.
Algunos episodios del mismo están claramente inspirados en el poema y en otros
episodios de otra literatura, la egipcia.
Le atribuyen
a Homero, un aedo o cantor de poemas ciego aunque algunos estiman que se
trata de un conjunto de poemas unidos por un refundidor común, véase Cuestión homérica), dos
largas epopeyas en hexámetros, la Ilíada y
la Odisea, que constituyen
el fundamento de la cultura común de los pueblos griegos. Apenas quedan restos
de la Destrucción de Troya, de la Tebaida y
de la Edipodia. Es burlesca la Batracomiomaquia, o
guerra entre las ranas y los ratones.
Posteriores
son las Post homéricas de Quinto de Esmirna y
la Argonáutica de Apolonio de Rodas y se presentan como relatos reales de soldados que
asistieron a la Guerra de Troya, y por tanto como obras históricas, las novelas
de Dictis Cretense desde
el lado griego y Dares Frigio desde el lado troyano, muy populares en la Edad Media.
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