El ALAMBIQUE
es un aparato utilizado para la destilación de líquidos mediante un proceso de evaporación por calentamiento y posterior condensación por enfriamiento. Fue inventado por el
sabio persa Al-Razi alrededor del siglo X de nuestra era, para producir
perfumes, medicinas y el alcohol
procedente de frutas fermentadas.
Es una herramienta de destilación simple que está constituida por una caldera o retorta,
donde se calienta la mezcla. Los vapores emitidos salen por la parte superior y
se enfrían en un serpentín situado en un recipiente refrigerado
por agua. El líquido resultante se recoge en el depósito final.
El proceso consiste en que evaporan
primero los fluidos con menor temperatura de cambio de estado, por lo que, tras
la condensación, se encuentran en el medio final más concentrados. De este modo
se concentran aromas o alcoholes.
Los alambiques de laboratorio suelen
ser de vidrio, pero los utilizados para destilar
bebidas alcohólicas se
fabrican normalmente de cobre, porque este
material no proporciona sabor al alcohol, resiste los ácidos
y conduce bien el calor.
Cuando se destilan líquidos
procedentes de la fermentación alcohólica de frutas, como el alcohol hierve a
una temperatura (80 °C), inferior a la del agua, los vapores que primero
se forman son los de aquél, aunque mezclados con una pequeña proporción de agua,
y se consigue destilar una sustancia con mayor grado alcohólico que la
original.
La idea básica sería calentar la
mezcla a destilar en la caldera. Al aumentar la temperatura se separan los
productos más volátiles que empezarán a ascender, desde el
capitel, que debe tener un volumen determinado en relación al de la caldera,
para evitar la condensación del líquido evaporado, y de ahí al cuello de cisne,
muchas veces transformado en un serpentín en el que el vapor condensa por
reducción de la temperatura, y se recolecta en el recipiente final en forma
líquida, ayudado por el conjunto de refrigeración.
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