El CÁLIZ es el vaso en el que el sacerdote
católico consagra el vino en la eucaristía.
El material en que están fabricados
todos ellos fue muy variado en los primeros siglos, empleándose de igual forma
la plata, el oro, la piedra ágata,
el vidrio, el
cuerno y la madera, según los recursos de las Iglesias o de los donantes.
Pero ya a mediados del siglo IX el Papa León IV prohibió los de madera, plomo y vidrio, bastante raros ya desde el siglo VII,
y a principios del XIII se suprimieron todos los que no
tuvieran la copa de oro, plata o estaño,
quedando también excluido este último metal en la época moderna.
La forma de los cálices suele ofrecer
mayor constancia en cada época y sirve por lo mismo para conocer la antigüedad
de su fabricación. Hasta el siglo VI iban habitualmente provistos de asas,
y aunque por entonces del VI al X fue desapareciendo este accesorio y la copa
se hizo muy profunda, continuaron algunos cálices aún con asas en el siglo X no perdiéndolas casi nunca en los
llamados ministeriales y ofertorios.
Desde el siglo X al XIII tomó la copa
de los cálices una forma semiesférica, la cual se une a un estrecho pie,
mediante un tallo corto, pues antes no tenían los cálices tallo, sino un simple
nudo entre el pie y la copa y un nudo grueso.
En el siglo XIII, se observa
algún desarrollo del tallo, pero siguen las formas románicas, entrando las
ojivales al final de dicho siglo. El tipo de cáliz ojival que se estila hasta
ya entrado el siglo XVI
ofrece la copa más o menos cónica y de menor capacidad que antes, a menudo,
reforzada por una subcopa un tallo esbelto con su nudo prismático y un pie
proporcionado a la copa, siempre anguloso o lobulado. En el siglo XVI, la copa
de los cálices se presenta acampanada o en forma de tulipán.
El pie, circular o lobulado y los adornos platerescos sustituyen a los ojivales
que cubrían la subcopa, el pie y el nudo a veces, doble, la cual forma sigue en
los siglos XVII y XVIII pero cambiando la decoración de plateresca a barroca.
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