lunes, 2 de febrero de 2015

RELATO



El RELATO es una forma de narración cuya extensión en número de páginas es menor a la de una novela. Aunque el número de páginas no es lo único que se debe tener en cuenta a la hora de determinar un género. Grandes autores como Edgar Allan Poe, Antón Chejov, Jorge Luis Borges, Henry James, Guy de Maupassant, Rudyard Kipling, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Julio Ramón Ribeyro, Ernest Hemingway, Jack London, Franz Kafka, Howard Phillips Lovecraft, Rodolfo Walsh, Truman Capote, y Alice Munro, han demostrado con la calidad indiscutible de sus relatos, las grandes posibilidades de este género.
El relato es una estructura discursiva, caracterizada por la heterogeneidad narrativa, y en el cuerpo de un mismo relato pueden aparecer diferentes tipos de discurso.
En general un relato es resultado de la inspiración inmediata en este sentido comparte su génesis con la poesía, a diferencia del cuento en donde todos los indicios deben llevar indefectiblemente al nudo y luego al desenlace, y por ende requiere un trabajo previo del autor.
De todas maneras, el término relato es en general poco preciso y la mayoría de los analistas y escritores no hacen ninguna diferencia entre ambos términos cuento y relato.
Algunos autores utilizan el término relato para describir aquellos textos breves en donde no hay una línea argumental precisa o no lleva necesariamente a un punto de tensión como en el cuento.
Otros autores lo refieren cuando hablan de textos breves es decir menores a una novela pero que incluyen capítulos, y esta interpretación acerca el concepto al de una novela corta. También lo utilizan algunos autores y algunos críticos literarios como un género intermedio entre el cuento y la novela. En este sentido podría intercambiarse con el término francés de nouvelle, aunque se prefiere utilizar este último para textos de una longitud intermedia pero con diversas líneas argumentales, diversos personajes, etc.
Un relato es un conocimiento que se transmite, por lo general en detalle, respecto a un cierto hecho. El concepto, que tiene su origen en el vocablo latino relātus, también permite nombrar a los cuentos y a las narraciones que no son demasiado extensas.
En la lengua del relato como en el sistema lingüístico encontramos un doble proceso: la articulación o segmentación que produce unidades, es la forma según Benveniste y la integración que reúne estas unidades en unidades de un orden superior.
La complejidad de un relato puede compararse con la de un organigrama, capaz de integrar los movimientos de retroceso y los saltos hacia delante; o más exactamente, es la integración, en sus formas variadas, la que permite compensar la complejidad, aparentemente incontrolables de las unidades de un nivel; es ella la que permite orientar la comprensión de elementos discontinuos, continuos y heterogéneos tales como el sintagma que no conoce más que una sola dimensión: la sucesión; si llamáramos con Greimas, isotopía a la unidad de significación (por ejemplo, la que impregna un signo y su contexto, diremos que la integración es un factor de isotopía: cada nivel integrador da su isotopía a las unidades del nivel inferior y le impide al sentido oscilar –lo que no dejaría de producirse si no percibiéramos el desajuste de los niveles-. Sin embargo, la integración narrativa no se presenta de un modo serenamente regular; a menudo, el relato se presenta como una sucesión de elementos imbricados que orientan una lectura horizontal y también vertical, hay una suerte de “cojear estructural”, como un juego incesante de potenciales cuyas caídas variadas dan al relato su “tono” o su energía: cada unidad es percibida en su aflorar y en su profundidad y es así como el relato avanza: por el concurso de esas dos vías la estructura se ramifica, prolifera, se descubre –y se recobra-: lo nuevo no deja de ser regular.
La función del relato no es la de “representar”, sino montar un espectáculo. El relato no hace ver, no imita; la pasión que puede inflamarnos al leer una novela no es la de una “visión” de hecho, nada vemos, es la del sentido, es decir, de un orden superior de la relación, el cual también posee sus emociones, sus esperanzas, sus amenazas, sus triunfos: “lo que sucede” en el relato no es, desde el punto de vista referencial, literalmente nada; “lo que pasa”, es sólo el lenguaje, la aventura del lenguaje, cuyo advenimiento nunca deja de ser festejado.


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