El RELATO es una forma de narración cuya extensión en número de páginas es
menor a la de una novela. Aunque
el número de páginas no es lo único que se debe tener en cuenta a la hora de
determinar un género. Grandes autores como Edgar Allan
Poe, Antón Chejov, Jorge Luis
Borges, Henry James, Guy de
Maupassant, Rudyard
Kipling, Juan Rulfo, Julio
Cortázar, Julio Ramón Ribeyro, Ernest
Hemingway, Jack London, Franz Kafka,
Howard Phillips Lovecraft, Rodolfo Walsh, Truman Capote,
y Alice Munro,
han demostrado con la calidad indiscutible de sus relatos, las grandes
posibilidades de este género.
El relato es una estructura
discursiva, caracterizada por la heterogeneidad narrativa, y en el cuerpo de un
mismo relato pueden aparecer diferentes tipos de discurso.
En general un relato es resultado de
la inspiración inmediata en este sentido comparte su génesis con la poesía,
a diferencia del cuento en donde todos los indicios deben
llevar indefectiblemente al nudo y luego al desenlace,
y por ende requiere un trabajo previo del autor.
De todas maneras, el término relato es
en general poco preciso y la mayoría de los analistas y escritores no hacen
ninguna diferencia entre ambos términos cuento y relato.
Algunos autores utilizan el término
relato para describir aquellos textos breves en donde no hay una línea
argumental precisa o no lleva necesariamente a un punto de tensión como en el
cuento.
Otros autores lo refieren cuando
hablan de textos breves es decir menores a una novela pero que incluyen
capítulos, y esta interpretación acerca el concepto al de una novela corta.
También lo utilizan algunos autores y algunos críticos literarios como un
género intermedio entre el cuento y la novela. En este
sentido podría intercambiarse con el término francés de nouvelle,
aunque se prefiere utilizar este último para textos de una longitud intermedia
pero con diversas líneas argumentales, diversos personajes, etc.
Un relato es un conocimiento que se
transmite, por lo general en detalle, respecto a un cierto hecho. El concepto,
que tiene su origen en el vocablo latino relātus, también permite nombrar a los
cuentos y a las narraciones que no son demasiado extensas.
En la lengua del relato como en el
sistema lingüístico encontramos un doble proceso: la articulación o segmentación
que produce unidades, es la forma según Benveniste y la integración que reúne
estas unidades en unidades de un orden superior.
La complejidad de un relato puede
compararse con la de un organigrama, capaz de integrar los movimientos de
retroceso y los saltos hacia delante; o más exactamente, es la integración, en
sus formas variadas, la que permite compensar la complejidad, aparentemente
incontrolables de las unidades de un nivel; es ella la que permite orientar la
comprensión de elementos discontinuos, continuos y heterogéneos tales como el
sintagma que no conoce más que una sola dimensión: la sucesión; si llamáramos
con Greimas, isotopía a la unidad de significación (por ejemplo, la que impregna
un signo y su contexto, diremos que la integración es un factor de isotopía:
cada nivel integrador da su isotopía a las unidades del nivel inferior y le
impide al sentido oscilar –lo que no dejaría de producirse si no percibiéramos
el desajuste de los niveles-. Sin embargo, la integración narrativa no se
presenta de un modo serenamente regular; a menudo, el relato se presenta como
una sucesión de elementos imbricados que orientan una lectura horizontal y
también vertical, hay una suerte de “cojear estructural”, como un juego
incesante de potenciales cuyas caídas variadas dan al relato su “tono” o su
energía: cada unidad es percibida en su aflorar y en su profundidad y es así
como el relato avanza: por el concurso de esas dos vías la estructura se
ramifica, prolifera, se descubre –y se recobra-: lo nuevo no deja de ser
regular.
La función del relato no es la de
“representar”, sino montar un espectáculo. El relato no hace ver, no imita; la
pasión que puede inflamarnos al leer una novela no es la de una “visión” de
hecho, nada vemos, es la del sentido, es decir, de un orden superior de la
relación, el cual también posee sus emociones, sus esperanzas, sus amenazas,
sus triunfos: “lo que sucede” en el relato no es, desde el punto de vista referencial,
literalmente nada; “lo que pasa”, es sólo el lenguaje, la aventura del
lenguaje, cuyo advenimiento nunca deja de ser festejado.
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