La LIBÉLULA, uno de los insectos más
interesantes y fascinantes de la naturaleza, así como objeto de los más
sublimes o ridículos mitos de la humanidad, vuela escurridizo y feliz como de
costumbre, ajeno al interés que ha despertado en nosotros. Dicha fascinación se
debe fundamentalmente a su capacidad para buscar agua pura, su capacidad para
reflejar múltiples colores bajo diferentes ángulos de luz, por su vuelo inspirador
y velocidad, su capacidad para controlar casi sin ayuda las poblaciones de
insectos, para adaptarse a los cambios con una facilidad indescriptible y por
vivir al máximo cada momento de su etapa adulta.
Se dice que
las libélulas fueron prácticamente deificadas como las almas de los
muertos en la cultura nativa americana y anunciada como símbolos de pureza y
transformación, así como de victoria, poder y prosperidad. Se cuenta que los
birmanos nativos lanzaban regularmente libélulas en el agua circundante a sus
asentamientos para controlar las poblaciones de mosquitos que causaban la
fiebre amarilla.
Las
libélulas son depredadores naturales y seriamente eficientes, que pueden dar un
golpe contundente a las poblaciones de insectos en las zonas donde se agrupan
grandes números de ellas, protegiendo a las personas, por ejemplo, de varias
enfermedades propagadas por los mosquitos. Tanto es así que los apicultores
consideran a las libélulas como una plaga.
La libélula, debido a su posición en
la cadena alimentaria, no tiene miedo. Así que si encuentras una volando a tu
alrededor y mirándote directamente a los ojos, no te sorprendas ni te asustes.
Ellas están acostumbradas a mirar con sus 30 000 ojos para encontrar comida y
pareja.
Claro que aunque 30,000 es un número
aproximado, ese es el número de ommatidia que tienen dentro de sus ojos
compuestos. Al igual que todos los artrópodos, las libélulas tienen ojos
compuestos, solo que los suyos son un poco más especializados, los adecuados
para un depredador nato.
Cuando las libélulas ven, ver no es lo
que hacen exactamente, sino que más bien ellas sienten. Sienten el movimiento
en un ángulo mucho más amplio que cualquier humano podría incluso imaginar, ya
que sus ojos son de tipo bola y ven un rango completo de 360 grados. Cada
ommatidia es un ojo en sí mismo, capaz de ver cualquier cosa justo en frente de
él. Esto ayuda a que la libélula pueda sentir el movimiento en cualquier lugar
a su alrededor.
Por otra parte, la libélula tiene una
superficie aplanada justo en frente de sus ojos, con una concentración de
células oculares que ven directamente al frente. Esto la ayuda a ver al pequeño
mosquito que vuela, antes de convertirse en comida. Otros depredadores de la familia
de los artrópodos, como la mantis religiosa y las abejas, tienen frentes
aplanadas similares para ayudarles a ver mejor mientras vuelan.
El cuerpo de la libélula es apoyado
por dos pares de alas muy poderosas que la ayudan a flotar en la brisa más leve,
pero puede batirlas rápidamente y con fuerza suficiente para volar incluso con
un viento fuerte en contra. A pesar de que estas alas son transparentes y
parecen ser bastante frágiles, en realidad son mucho más fuertes de lo que
podrían parecer a primera vista.
La estructura de las alas y el hecho
de que no se articulan como las de las mariposas y que pueden funcionar de
forma independiente, hace que la libélula vuele en todas las direcciones,
arriba, abajo, a la izquierda , a la derecha, hacia delante e incluso hacia
atrás. Como ves, el colibrí no es el único que puede ir hacia atrás.
Las superficies de las alas de
libélula no son suaves. Tienen pequeños bolsillos como crestas que capturan la
más mínima ráfaga de viento para tomar vuelo. Aunque esta superficie rugosa
plantea cierto grado de resistencia aerodinámica, la libélula puede moverse lo
suficientemente rápido, y lo más importante, tener suficiente control en vuelo
para asegurarse de que si alcanza a ver su comida, pueda alcanzarla. No son
muchos los insectos que escapan a sus seis patas una vez que comienza la
persecución. Para que sea lo más simple posible, las patas están posicionados
de una manera tal que forman una bolsa. De esta forma las presas quedan
atrapadas con muy pocas posibilidades de escapar.
A medida que la libélula vuela mucho,
le es necesario tanto calentarse como refrescarse, por lo que asume la famosa
pose de Obelisco. Los músculos que baten sus alas necesitan estar calientes en
todo momento. De esta forma, toman el sol tanto como sea posible si necesitan
calentarse y por el contrario, si necesitan un pequeño descanso del calor,
posicionan sus cuerpos de manera tal que obtienen poco o ningún contacto
directo con los rayos del sol.
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