La DISIMULACIÓN o disimulo es el modo artificioso de que uno se
vale para encubrir su intención o bien la tolerancia afectada de una incomodidad o disgusto.
Como acto no es más que la omisión
voluntaria de aquellas señales que darían a conocer nuestra intención,
pensamientos o impresiones, que por aquel medio
exteriormente negativo queremos ocultar.
Por este último elemento negativo se
distingue de la mentira,
de la ficción,
de la frase
equívoca y de toda restricción mental, ni puede por ende
contraer nota de cuanto va contra la ley de la veracidad.
Es más frecuente quizá su empleo como
expresión o rasgo del carácter de una persona o como manera habitual de obrar:
así no está siempre inmune de defecto moral.
Es recomendable en una persona que
disimule las injurias,
los exabruptos del genio, los estados de ánimo displicente y malhumorado; sin
embargo el proceder habitual con disimulación es tenido por vicio que se opone
a la sinceridad y lealtad en el
trato, del número de aquellos que tienden a disgregar los vínculos sociales.
En efecto: como en el trato ordinario
que los sentimientos
ingenuos y la buena sociedad provocan, no son sino raros los casos en que se
haya de echar mano de la disimulación, su uso frecuente en una persona la
delata de excesivamente reservada, de suspicaz, doblada y aun hipócrita y por aquella ley moral de que no es
fácil mantenerse en los justos límites a quien frecuenta actos afines a los
claramente defectuosos, da pie a sospechar que la disimulación no pase en
muchos casos a ficción o embuste manifiesto, que es precisamente el concepto
que se tiene de los hombres excesivamente disimulados.
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