Una LEYENDA es una narración de hechos naturales sobrenaturales o mezclados que se transmite de
generación en generación de forma oral o escrita. Generalmente, el relato se
sitúa de forma imprecisa entre el mito y el suceso
verídico, lo que le confiere cierta singularidad.
Se ubica en un tiempo y lugar que
resultan familiares a los miembros de una comunidad, lo que aporta al relato
cierta verosimilitud.
En las leyendas que presentan elementos sobrenaturales como milagros, presencia
de criaturas férricas o de ultratumba, etc., estos se presentan como reales,
pues forman parte de la visión del mundo propia de la comunidad en la que se
origina la leyenda. En su proceso de transmisión a través de la tradición
oral las leyendas
experimentan a menudo supresiones, añadidos o modificaciones que expresan un
estado extraño, surgiendo así todo un mundo lleno de variantes.
Se define a la leyenda como un relato folclórico con bases históricas. Una definición profesional moderna ha
sido propuesta por el folclorista Timothy R. Tangherlini en 1990: Contrariamente
al mito, que se ocupa de dioses, la leyenda se ocupa de hombres que
representan arquetipos tipos humanos característicos, como el del héroe o el anciano sabio, como se aprecia
por ejemplo en las leyendas heroicas griegas y en las artúricas.
La palabra leyenda proviene del verbo latino legere,
cuyo significado variaba entre escoger acepción de la que proviene elegir
y leer. En el latín medieval,
se usó el gerundio de este verbo, legenda,
con el significado de algo para ser leído cuando el término se aplicaba, sobre
todo en el catolicismo,
a las hagiografías o biografías
de los santos. Por ejemplo, Santiago de la Vorágine compuso su Legenda aurea como un santoral con
la vida y milagros de unos 180 mártires y santos, aunque con tan poca
precisión histórica y filológica y con unas etimologías tan fantásticas que poco a poco fue
perdiendo crédito, salvo entre pintores e ilustradores fascinados por su imaginación,
que estimuló la iconografía.
Él se fundaba en los evangelios canónicos, los apócrifos y en escritos de Agustín de Hipona y Gregorio de
Tours, entre otros.
Con la llegada de la Reforma Protestante del siglo XVI el término leyenda cobra su nuevo carácter de narración
no histórica. Los protestantes ingleses presentan una nota de contraste entre
los santos y mártires "reales" de la reforma, cuyos relatos
"auténticos" figuraban en El libro de los mártires de John Foxe,
y los fantasiosos relatos de la hagiografía católica. De esta forma, la leyenda gana su connotación moderna de
narración indocumentada y espuria. Es muy probable que, en lengua
española, la moderna concepción de leyenda y de lo legendario haya
sido tomada de estos modelos ingleses, especialmente desde 1850.
El término acaba englobando también a
producciones literarias cultas que, aunque se inspiran en tradiciones populares
o en motivos característicos de éstas, no son relatos tradicionales. Varios
autores de este período escribieron leyendas literarias de este tipo tanto en
prosa como en verso. Los más celebrados fueron el Duque de
Rivas, José Zorrilla, Gustavo Adolfo Bécquer y José Joaquín de Mora.
Una leyenda, a diferencia de un cuento,
está ligada siempre a un elemento preciso y se centra en la integración de este
elemento en el mundo cotidiano o la historia de la comunidad a la cual
pertenece. Contrariamente al cuento, que se sitúa dentro de un tiempo («Érase
una vez...») y un lugar (por ejemplo, en el Castillo de irás ya no volverás)
convenidos e imaginarios, la leyenda se desarrolla habitualmente en un lugar y
un tiempo preciso y real, aunque aparecen en ellas elementos ficticios (por
ejemplo, criaturas fabulosas, como las sirenas).
Como el mito, la leyenda es
etiológica, es decir, tiene como tarea esencial dar fundamento y explicación a
una determinada cultura. Su elemento central es un rasgo de la realidad una
costumbre o el nombre de un lugar, por ejemplo cuyo origen se pretende
explicar.
Las leyendas se agrupan a menudo en
ciclos alrededor de un personaje, como sucede con los ciclos de leyendas en
torno al Rey Arturo, Robin Hood,
el Cid Campeador o Bernardo del Carpio.
Las leyendas contienen casi siempre un
núcleo histórico, ampliado en mayor o menor grado con episodios imaginativos.
La aparición de los mismos puede depender de motivaciones involuntarias, como errores,
malas interpretaciones la llamada etimología popular, por ejemplo o
exageraciones, o bien de la acción consciente de una o más personas que, por
razones interesadas o puramente estéticas, desarrollan el embrión original.
Cuando una leyenda presenta elementos
tomados de otras leyendas se habla de «contaminación de la leyenda».
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