Un CAMPOSANTO o panteón es el lugar donde se depositan los
restos mortales o cadáveres (inhumación).
Dependiendo de la cultura del lugar, los cuerpos pueden introducirse en ataúdes,
féretros o sarcófagos,
o simplemente envolverse en telas, para poder ser enterrados bajo tierra o
depositados en nichos, mausoleos, criptas u otro tipo de sepulturas.
La palabra cementerio viene del
término griego koimetérion, que significa dormitorio
porque, según la creencia cristiana, en el cementerio, los cuerpos dormían hasta el día de la resurrección. A los
cementerios católicos se les llama también camposantos, dado que en Pisa,
cuando ateniéndose a medidas de higiene la autoridad ordenó cerrar el
cementerio, que había sido construido en el siglo XIII dentro de la ciudad, el
terreno fue cubierto con una gran capa de tierra, que las galeras pisanas
habían traído de los lugares
santos de Jerusalén. Y la
palabra panteón se utiliza como sinónimo de cementerio
en algunas regiones de América, como México y Andalucía en España.
Usualmente, los cementerios son
comunitarios, es decir, en dicho lugar se encuentran las tumbas de los miembros
de la comunidad, sin llegar a ser tumbas colectivas, pues cada difunto tiene su
propio espacio determinado aunque, por decisión familiar, también pueden
enterrarse varios familiares en el mismo lugar.
La mayoría de los cementerios se
destinan a cadáveres humanos, aunque, desde la Antigüedad, existían necrópolis para ciertos animales, como el Serapeum de Saqqara, en Egipto.
Actualmente también existen cementerios de animales para enterrar a las mascotas fenecidas. En el caso de los humanos,
actualmente existen los cementerios parques, lugares que han sido muy comunes
durante los últimos 30 años y que se han masificado para que las personas
puedan ser sepultadas.
Los pueblos antiguos tenían por
principio enterrar los difuntos fuera de las ciudades. Así lo hicieron también
los primeros cristianos que, perseguidos por mucho tiempo, no pudieron tener un
lugar especial para depositar sus muertos. Lo que hacían era observar bien el
sitio donde se enterraban los mártires,
procurando no confundir sus reliquias con los huesos de otros. Las catacumbas no fueron suficientes para contener
los mártires y hubo que buscar otros lugares para dar sepultura a los
cristianos.
Entonces, por donación de algunos
poderosos se erigieron cementerios en los que se construían altares y capillas para las ceremonias fúnebres y
ejercicios piadosos observándose no obstante las leyes civiles que prohibían
enterrar dentro de poblado. Con el tiempo hubo excepciones enterrando dentro de
las iglesias algunas personas notables. Cundió el deseo de hacerse enterrar en
los templos y se consiguió colocar los sepulcros inmediatos a las iglesias.
Varias leyes civiles, secundadas por los cánones reprodujeron la necesidad de
enterrar fuera de las poblaciones pero el deseo de descansar al lado de los
mártires y la pequeñez de algunos cementerios hizo que a fines del siglo VI
casi todos los fieles se enterrasen en la iglesia. El concilio de Elvira (sobre el año 330) prohibió encender cirios
en los cementerios y pasar en éstos la noche las mujeres. En el año 561 el concilio de Braga prohibió la inhumación dentro de las
iglesias. Las autoridades, por su parte, restablecieron la ley de las Doce
Tablas. Pero los cementerios contiguos a las iglesias han continuado hasta
nuestros días. En los siglos VIII y IX
procuraron los Concilios destruir este abuso prohibiendo en varios cánones el
dar sepultura en la iglesia.
Determinando lugares sagrados y
especiales destinados a dar sepultura a los cadáveres de los fieles los cuales
en caso de profanación reciben nueva bendición y
reconciliación.
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