lunes, 27 de mayo de 2013

TODO POR UNOS PANCAKES





El pequeño Luis de seis años decidió una mañana prepararles pancakes a sus papás para desayunar.

Encontró un gran tazón y una cuchara, acercó una silla a la mesa, y trató de alzar el pesado paquete de harina para abrirlo. La mitad del paquete quedó desparramada entre la mesa, la silla y el suelo.

Tomó toda la que pudo con sus manitas y la puso dentro del tazón, y después le puso un poco de leche y azúcar, haciendo una mezcla pegajosa que empezaba a chorrear por los bordes. Además había ya pequeñas huellas de harina por toda la cocina, dejadas por él y su gatito.


Luis estaba totalmente cubierto con harina, y estaba empezando a frustrarse.

El quería darles una sorpresa a sus papás haciendo algo muy bueno, pero todo le estaba saliendo al revés. No sabía qué más había que agregar a su pasta, o si había que hornear los pancakes, pues ni siquiera sabía como usar el horno.
 
Cuando miró otra vez la mesa, su gatito estaba lamiendo el tazón, por lo que corrió a apartarlo de la mesa, pero por accidente se volcó el cartón de leche y además se quebraron unos huevos que estaban sobre la mesa al caer al suelo.
 
Intentó agacharse a limpiarlo pero se resbaló y quedó con toda su pijama pegajosa, llena de harina y huevo.


En ese momento vio a su papá de pie en la puerta. Dos grandes lágrimas se asomaron a sus ojos.

El sólo quería hacer algo bueno, pero en realidad había causado un gran desastre.
 
Estaba seguro de que su papá lo iba a regañar y muy posiblemente a castigarlo.
 
Pero su papá sólo lo miraba en medio de aquel desorden. Entonces, caminando encima de todo aquello, tomó en sus brazos a su hijo que lloraba, y le dio un gran abrazo lleno de amor, sin importarle llenarse él mismo de harina y huevo.


Así es como Dios nos trata. A veces tratamos de hacer las cosas bien, pero sin quererlo terminamos haciendo un desastre. Nuestra familia se pelea, insultamos a un amigo, o hacemos mal nuestras obligaciones, o desordenamos nuestra vida.


Otras veces sólo podemos llorar, porque ya no sabemos qué más hacer.


Entonces es cuando Dios nos toma en brazos, nos perdona y nos demuestra que nos ama, sin importarle que pueda ensuciarse con nuestra suciedad.


Pero por el simple hecho de habernos equivocado, no debemos dejar de "preparar pancakes" para Dios o para alguien especial... Tarde o temprano lo lograremos, y Dios estará orgulloso de nosotros, porque no nos dimos por vencidos...

 

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