La desaparición de la tripulación del Mary Celeste ocurrida alrededor del 5 de diciembre de 1872
constituye aún hoy uno de los misterios marítimos más célebres.
El 5 de noviembre de 1872 zarpó, con el capitán Benjamín S. Briggs al
mando, desde el puerto de Nueva York. La tripulación consistía en siete
hombres, además de la mujer y la hija de dos años del capitán. Transportaban 1,701
barriles de alcohol industrial hasta Génova, Italia.
Un mes después, exactamente el 5 de diciembre, hacia las tres de la tarde,
la tripulación del Dei Gratia,
un barco que navegaba desde Nueva York hasta Gibraltar, avistó el bergantín
cerca de las Azores. El capitán de este barco, David Reed Morehouse, conocía a
Briggs, por lo que, cuando estuvieron los dos barcos lo suficientemente cerca y
leyó el nombre, Morehouse se temió lo peor, ya que de inmediato se dio cuenta
de que no había nadie en cubierta. El capitán mandó a algunos de sus hombres al
Mary Celeste, para registrarlo
y ayudar en lo posible. Al llegar al barco, no encontraron a ninguno de los
tripulantes ni a la familia Briggs. La ropa de unos y otros estaba ordenada en
sus respectivos cajones; no encontraron el bote salvavidas, el sextante, el cronómetro
ni la bitácora. El diario de navegación se encontraba en el cuarto del capitán;
la última anotación era del día 24 de noviembre, pero no señalaba nada
relevante. Según el diario, el tiempo había estado revuelto, pero ninguna otra
circunstancia de gravedad.
Después de esta inspección, la tripulación del Dei Gratia decidió llevar el bergantín hasta Gibraltar, para
allí examinarlo mejor y encontrar una respuesta al misterio. Al llegar a
puerto, sometieron al capitán Morehouse a diversos interrogatorios, ya que
incluso se especuló que podía haberse puesto de acuerdo con Briggs para simular
su desaparición y obtener algún beneficio de las aseguradoras. Al no
descubrirse nada significativo, Morehouse, libre de sospechas, recibió una
recompensa de alrededor de 8.000 libras esterlinas por el rescate del bajel.
En la actualidad aún se sigue buscando una explicación para lo ocurrido. La
teoría que los jueces declararon oficial, supone que, debido quizá a una fuga
de gases del alcohol que se transportaba, el capitán pensó que una explosión o
envenenamiento general iban a tener lugar, dando la orden de desalojar el barco
inmediatamente.
Hay alguna otra, como la que sugiere que la tripulación se emborrachó con
parte de la mercancía a bordo y que, enfurecidos, mataron al capitán Briggs, a
su mujer y a su pequeña hija, para después huir en el bote salvavidas. Sin
embargo esto resulta difícil de creer, ya que el consumo de alcohol del tipo
industrial que portaban es mortal. Además, no se encontraron rastros de un
posible motín, aparte de unas manchas rojas en cubierta, que más tarde se
comprobaría que no era más que óxido. Otras versiones afirman que sí podía
tratarse de sangre, pero posiblemente procedente del pescado que se usaba para
cocinar. También se sostiene que los tripulantes y el capitán hicieron una
borrachera masiva, empezaron a alucinar por la falta de agua y se lanzaron al
mar con un solo bote salvavidas al creer ver sirenas.
Otras explicaciones son quiméricas, como la que sostiene que toda la
tripulación pereció por la acción de alguna monstruosa criatura marina, quizá
un calamar gigante o kraken, o la que cuenta que una banda de piratas capturó
pacíficamente a todos los tripulantes. Lo único sabido es que el capitán
Briggs, su mujer, su hija Sofía de dos años y los siete marinos restantes,
desaparecieron sin dejar rastro en la inmensidad del océano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario