El MANTÓN
DE MANILA es un lienzo
cuadrado de seda decorado en colores vivos con flores,
pájaros o fantasías, y rematado en todo su perímetro por flecos. De origen chino, se hizo muy popular durante el siglo
XVIII en España e Hispanoamérica como complemento del vestuario femenino. Fue
inmortalizado por pintores como Joaquín Sorolla, Hermen Anglada Camarasa, Ramón Casas o Julio Romero de Torres.
En la cultura tradicional del vestido femenino, el
mantón de Manila se asocia a la mujer andaluza,
la manola madrileña,
el casticismo en la geografía universal de
influencia hispana, el flamenco y la elegancia de corte exótico.
Prenda
original de la China milenaria, en el Lejano Oriente, tomó sin embargo su nombre de la capital de
Filipinas, Manila, antiguo
territorio del Imperio Español y
origen de las rutas comerciales marítimas durante la época imperial española. Algunas fuentes fijan su origen
durante la dinastía Tang China
—año 600 a C, hipótesis sustentada en el hecho de que fuesen los chinos los
descubridores de la seda y los primeros en bordar con hilo de seda. La más
antigua muestra de bordado chino se ha encontrado en una tumba de la dinastía Zhou siglo VI a C.
Para el
investigador Joaquín Vázquez Parladé, el mantón de manila tiene un origen
mexicano como pieza de vestir tardía en Nueva España, donde la seda y el bordado de estos textiles
eran industrias importantes. Aporta
como prueba el detalle de que a principio del siglo XVIII existían los
denominados trajes de “china poblana” ricamente bordados con grandes flores y
colorido y diseños chinos. Anota también que fue en Acapulco donde desembarcaban los galeones de Manila.
El mantón de Manila se realizaba en
seda cosido con hilos también de seda. De forma cuadrada y gran tamaño, urdido
en colores variados, siendo los más clásicos el negro y el marfil. Antes de trabajar la pieza, se
realizaba el dibujo sobre un papel y se perforaba; luego se marcaban con tizas
las plantillas perforadas, dejando la marca en la tela que pasaba al bastidor
para proceder a bordarlo. La técnica más habitual era el bordado a matiz o «acu
pictae» (pintura de aguja), y dentro de ella la de bordado plano, con puntos de
matiz chino, pasado plano y cordoncillo. La
obra se cerraba con la colocación de los flecos o "flecado", modo o
elemento heredado de los árabes, realizado también con hilo de seda y técnica
de macramé.
El flecado —un dibujo a base de nudos, formados manualmente— constituye una de
las labores textiles más complejas y vistosas.
Para que tras su largo viaje el mantón
llegara a los puertos de destino en óptimas condiciones se idearon y fabricaron
en Filipinas unos estuches de embalaje especiales: cajas cuadrangulares de
madera lacada y dorada, decoradas con incrustaciones de madreperla y motivos chinescos. En su interior
contenían a su vez otra caja de cartón entelado en la que se plegaba una única
pieza.
Por lo general, el mantón de Manila,
como ocurre con toquillas, manteos y chales, se lleva sobre los hombros,
doblado en sentido diagonal formando un triángulo y sus dimensiones varían
ligeramente pero siempre deberán cubrir la espalda, alcanzando los extremos la
punta de los dedos de cada mano con los brazos abiertos perpendicularmente al
tronco. También suele llevarse anudado a un lado, a la altura de las caderas.
Para su almacenamiento, los mantones
requieren un experto sistema de doblado, pero si se desconoce, pueden quedar
colgados de una percha y cubiertos con una funda o, simplemente guardados en un
cajón sin doblar (basta con dejados caer y cambiarlos de posición de vez en
cuando). En caso de necesidad o
para realzar el bordado, el mantón se puede planchar del revés con la plancha
de vapor. También existen tubos acolchados de conservación donde el mantón
queda enrollado entre dos telas de algodón de tamaño mayor, para evitar que el
polvo acidifique la prenda.
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