Una MÁSCARA o careta es una pieza de material,
generalmente opaco o traslúcido, usado sobre la cara. El material o
materiales de los que puede estar constituida son oro, turquesa, hierro, barro cocido, cera, piedra, cuero, mimbre,
piel de animales, caparazón de tortuga, vaina de hojas, liana trenzada, tela bordada o pintada, tejidos de lana, plástico,
yeso, madera, papel, etc. Las máscaras
se han utilizado desde la antigüedad con propósitos ceremoniales y prácticos.
La palabra «máscara» tiene origen en
el masque francés o maschera
en italiano o másquera del español. Los posibles antepasados
en latín no clásico son mascus, masca = «fantasma», y el maskharah árabe = «bufón», «hombre con una
máscara».
Se trata de una simplificación ornamental.
Lo visible se reduce a los elementos básicos que transforman un rostro en
máscara. Y la máscara es a su vez una representación, cargada de intenciones y
simbolismos, convertidos en arquetipos que
son parte del inconsciente colectivo e individual y representan los temores y
aspiraciones de una civilización.
Aunque a la máscara también se le
llama “careta” es importante aclarar que ésta se usa exclusivamente para cubrir
el rostro y disimular los rasgos de la cara.
Los
etnólogos sitúan el nacimiento de la máscara en el momento en que se produce la
autoconciencia –conciencia de uno mismo-. Su uso se remonta a la más lejana
antigüedad encontrándose entre los egipcios, griegos y romanos. Los griegos las
empleaban en las fiestas dionisiacas; los demás en las representaciones
escénicas.
Antes de la Edad Antigua,
el hombre estaba estrechamente vinculado con los animales y con su mundo
circundante; conoce el miedo a las fuerzas por las que se encuentra amenazado:
una tempestad, un animal salvaje o espíritus, por lo que considera necesarios
símbolos y escudos protectores. Este sentimiento recae en todo el entorno y en
que a todos los seres se les concede fuerzas sobrenaturales y sobre ellos se
proyectan contenidos inconscientes; en consecuencia, se “personificaran” para
influir en las fuerzas demoniacas.
Entre los griegos y romanos,
las máscaras eran una especie de casco que cubría enteramente la cabeza y
además de las facciones del rostro, tenía pelo, orejas y barba habiendo sido
los griegos los primeros en usarlas en sus teatros a fin de que los actores pudieran semejarse físicamente al
personaje que representaban.
En Grecia la máscara no solo va a infundir
temor, sino, también, alegría de vivir. Las fiestas rituales van a dejar paso a
las representaciones teatrales; marcando así, una distancia entre ella misma y
quien la porta.
Durante la Edad Media hubo mucha afición a los disfraces y
máscaras, incluso en las fiestas religiosas como la del asno o la de los
locos. Las máscaras representaban símbolos de las fuerzas demoniacas
dando cuerpo a los personajes del infierno. En los torneos,
ciertos caballeros que no querían ser conocidos combatían con máscara.
Durante el Renacimiento tuvieron un auge inesperado con la
comedia dell’arte italiana, siendo las máscaras notablemente burlescas para
estas comedias de improvisación con un repertorio fijo de personajes y esquemas
básicos argumentales –por lo tanto arquetípicos–: arlequines, pierrots y
colombinas, entre otros, que podían decir impunemente la verdad. Con todo, el
mayor empleo de la máscara tenía efecto en el siglo XVIII,
en Italia y, sobre todo, en Venecia,
durante el Carnaval.
Las primeras máscaras se hicieron de
corteza de árbol, luego fueron de cuero forrado de tela y por último las hacían
de marfil o de madera para que tuvieran más
consistencia y texturas más reales. Desde el siglo XVI al XVIII las damas
adoptaron las máscaras con el nombre de antifaces para resguardarse del sol.
Las máscaras se usan en funciones rituales, sociales y religiosas,
donde los participantes las usan para representar las figuras espirituales o
legendarias. En algunas culturas también se cree que el usar una
máscara permitirá que el portador tome las cualidades de la representación de
esa máscara; es decir, una máscara de leopardo inducirá al portador a convertirse
o actuar como leopardo.
Permiten a su vez una unión entre la
divinidad, los vivos y los muertos; entre sus antepasados y él mismo; es decir,
que la máscara recoge este conflicto del hombre con la muerte. El cambio de
identidad en el usuario de esa máscara, es vital, porque si el espíritu
representado, no reside en la imagen de la máscara, el ritual en el que se use,
será poco eficaz, y las plegarias, ofrendas y peticiones, no tendrán
significado ni sentido. Pueden funcionar para contactar poderes espirituales de
protección contra las fuerzas desconocidas del universo y el triunfo de la
vida.
La persona que usa la máscara también
está en una asociación directa con el espíritu,
por lo que corre el riesgo de ser afectado por él. Así como el creador, el
portador debe seguir ciertos procedimientos para protegerse, así como
manifestar su respeto. De alguna manera es un actor en colaboración o
cooperación con la máscara. Sin su actuación, sus posturas, los pasos de la
danza y la sucesión de ésta, la máscara quedaría sin la fuerza vital completa.
Las máscaras pueden funcionar para
contactar poderes espirituales de protección contra las fuerzas desconocidas
del universo y el triunfo de la vida. En otras ocasiones, invocación a las
fuerzas de la guerra.
En México y Centroamérica, la mayoría de las ciudades tienen nombre
cristiano y nombre indígena, por ejemplos, Tianguistenco, Santiago Tianguistenco, o Santa María Axixitla. Todos los santos
cristianos tienen un día específico en el año dedicado a ellos, y cada ciudad
típicamente tiene un festival durante ese día, implicando la combinación de las
tradiciones cristiana e indígena. Estos festivales incluyen con frecuencia los
desfiles y teatro callejero donde actúan una historia. Las máscaras y los
trajes de estos festivales se convierten en artículos de colección. Una máscara
utilizada en tales festivales se denomina como máscara «danzada». Estas
máscaras pintadas hechas a mano, se fabrican típicamente con madera y pueden
utilizar cuerdas, cuernos o dientes animales, o caucho de los neumáticos como
ornamentos.
En África,
especialmente centrados en el oeste de África, las máscaras también desempeñan
un papel importante en las ceremonias tradicionales y danzas de teatro. Todas
las máscaras africanas caen en una de cuatro categorías: espíritus del
antepasado, héroes mitológicos, la combinación del antepasado y el héroe, y los
espíritus animales.
En Borneo,
las tribus dajao vienen realizando hasta nuestros días el ritual de la máscara
en el que atrapan al espíritu del arroz.
Su uso es presente también en ritos de
regeneración y culto a los muertos, porque también de ellos, de su posible
regreso, protege la presencia de la máscara desde Etruria, Italia hasta Teotihuacán, México.
También aparecen en ritos de
iniciación; curar o producir enfermedades, expulsión de males, protección
contra el infortunio y el dolor, protección de cosechas y llamar a su
abundancia.
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