PARACELSO se llamó en
Suiza Theophrast Bombast von Hohenheim; en latín, Philippus Aureolus
Theophrastus Bombastus Paracelsus; Einsiedeln, Suiza, nació en 1493. Murió en Salzburgo, actual Austria, en 1541 Médico y
alquimista suizo. Hijo de un doctor, durante su adolescencia viajó por Europa y
atendió a las universidades de Basilea, Tubinga y Heidelberg, entre otras. Sin
embargo, siempre mantuvo grandes distancias con la enseñanza reglada de la
época y cuestionó la autoridad de los textos clásicos a favor de una
aproximación más «experimental» que atendiera el saber popular.
Famoso por
sus supuestas curas milagrosas, en 1526 se estableció en Basilea, donde su
prestigio atrajo innumerables estudiantes de todo el continente.
En sus
clases, Paracelso exhortó a su audiencia a ignorar la herencia de Galeno y
Avicena y a centrar los tratamientos médicos en la acción libre de los procesos
naturales. En 1536 publicó su Gran libro de cirugía, que le procuró una todavía mayor notoriedad.
Entre sus
notables aportaciones a la medicina de la época cabe citar la primera
descripción clínica de la sífilis, y, gracias a sus extensos conocimientos de
química empírica, la introducción de nuevos tratamientos basados en sustancias
minerales como el plomo o el mercurio.
Su
padre, también médico, ejerció en la abadía de Einsiedeln y en varias regiones
mineras, como la de Villach, Carintia, Austria, que sirvieron a Paracelso como
escuela de iniciación en el conocimiento de la química de los metales y del
arte de trabajarlos. Después de ser enviado por su familia a la Universidad de
Basilea Suiza en 1506, prosiguió sus estudios químicos y médicos en varias
universidades de Alemania, Francia e Italia, entre ellas, Viena y Ferrara.
Seguidamente, decidió conocer nuevos países y viajó por España, Inglaterra,
Egipto y Turquía.
Tras una ausencia de diez años de
tierras de lengua alemana, protegido por su compatriota Ecolampadio, ganó una
cátedra en la Facultad de Medicina de Basilea en 1526, y se estableció en esta
ciudad. Inició sus cursos combatiendo la medicina clásica representada por los
venerados Galeno, Avicena, Averroes o Al-Razi, como símbolo de lo cual, y de que su enseñanza iba a
diferenciarse de la hasta entonces reconocida, quemó públicamente libros de
todos ellos.
En cambio, no se sabe si salvó o no de
la quema a Hipócrates,
pues poco tiempo después publicó unos comentarios a los Aforismos del tenido por padre de la medicina,
en los que, no obstante, se ponen de manifiesto las discrepancias entre la
forma de entender la medicina de Paracelso y la medicina hipocrática.
Paracelso
decidió además dar sus clases en lengua vulgar, en este caso, en alemán, con el
fin de que sus lecciones fueran comprendidas por el mayor número posible de
oyentes. En 1528, en vista de los frecuentes enfrentamientos que tenía con sus
colegas médicos y con farmacéuticos, y de una atmósfera crecientemente adversa,
Paracelso decidió abandonar Basilea y se retiró a Esslingen, en las cercanías
de Stuttgart, Alemania. Inmerso de nuevo en una vida de médico nómada, ejerció
en Alsacia, Baviera, Suiza, Moravia, el Tirol, Carintia y otros puntos de
Austria. Se tiene constancia de que residió y trabajó de forma estable en San
Gall, Suiza entre 1531 y 1533, en Villach entre 1538 y 1539, y en Salzburgo
entre 1540 y 1541.
Durante
toda esta época la labor de Paracelso estuvo rodeada, por un lado, del
prestigio que sus éxitos en la práctica médica y su elocuencia le
proporcionaron, y por otro, de la mala fama a la que daban alas tanto sus
enemigos médicos y farmacéuticos como su defensa de las teorías mágicas, astronómicas
y de alquimia.
Aparte
del oscurantismo de uno u otro signo, las doctrinas médicas de Paracelso,
concretamente en el campo de la terapéutica, son especialmente importantes en
dos aspectos: inició el camino del moderno uso de los específicos, pues,
defensor de la teoría de que cada enfermedad debía tener su remedio, luchó
contra la idea de que existiera un remedio para curar todas las enfermedades,
esto es, la panacea universal buscada por los alquimistas; por otra parte, fue
el primero en considerar y defender que ciertos venenos, administrados en
pequeñas dosis, podían funcionar óptimamente como medicamentos.
A ello
se debe sumar, también en terapéutica, su afán por desterrar del uso médico los
poli fármacos y por simplificar las elaboraciones más complicadas de otros
medicamentos, así como su esfuerzo por divulgar preparados nuevos descubiertos
por él mismo gracias a sus experimentos a base de antimonio, hierro, azufre,
mercurio o sales, o a base de vegetales. Hay que contar en cambio entre sus faltas
la poca importancia que concedía a la cirugía y su desprecio por el
conocimiento de la anatomía humana, a su modo de ver innecesaria para la
práctica de la medicina.
Paracelso consideraba que existían
cinco posibles causas de enfermedad: la acción de los astros, la acción tóxica
de los alimentos, la herencia y la constitución, ciertos factores anímicos y la
voluntad divina.
Así mismo, sostenía que el hombre ”microcosmos”
se inscribía en una entidad mayor el universo o “macrocosmos”, cuyos elementos
constitutivos azufre, mercurio y sal estaban ordenados dinámicamente por un
principio vital denominado arqueus.
Juzgaba
Paracelso que la medicina era la ciencia fundamental, por la completa unión que
se da en ella del conocimiento de la Naturaleza y del arte de manipularla, y
porque su estudio podía alumbrar la correspondencia entre el mundo exterior ”macrocosmos”
y el mundo interior ”microcosmos”. Creía, por otra parte, en relación con el
progreso en tal disciplina, que el único modo de avanzar era la
experimentación, siempre apoyada en una teoría, pues sin el experimento y la
práctica no se conoce la realidad, pero sin la especulación y la teoría el
conocimiento no es sino un conjunto de reglas estériles. Para Paracelso, sin
embargo, la práctica de la especulación no era contraria a la revelación, pues
las consideraba dos modos de conocimiento coincidentes.
Representante
característico del Renacimiento en su mezcla de un naturalismo panteísta y de
la mística especulativa, Teofrasto Paracelso entendía que el verdadero médico
es también el verdadero filósofo, el verdadero astrónomo y el verdadero
teólogo. Hay que ligar al concepto paracelsiano de la medicina y a su
concepción del hombre entendido como resultado de la coincidencia de una
realidad terrestre, una astral y una divina su visión de la finalidad de la
ciencia fundamental: la de conocer el funcionamiento del alma para dominarla y
ampararla de elementos extraños que puedan causarle algún daño.
Entre sus numerosas obras, algunas de
ellas sobre enfermedades concretas, la sífilis o profesionales de los mineros,
destacan las que describen su sistema humano y cosmológico: el Liber
Paragranum 1530, impreso
en 1565 y la Opus Paramirum 1532, impresa en 1591. Fueron, sobre
todo, las teorías biológicas y alquímicas de Paracelso las que contaron con
mayor número de seguidores inmediatos.
Tras la muerte del médico, sus
partidarios fueron aumentando esencialmente en Alemania y Francia, pero también
en la España de los siglos XVI y XVII, e incluso XVIII, a pesar de la fuerza de
sus detractores.
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