CARACOL es el nombre común de los moluscos gasterópodos provistos de una concha espiral. Hay caracoles marinos a veces denominados caracolas, dulce acuícolas y
terrestres. Los caracoles se mueven por medio de una serie de contracciones
musculares ondulatorias que recorren la cara inferior del pie.
Los caracoles se mueven con lentitud
alternando contracciones y elongaciones de su cuerpo. Producen mucus para ayudarse
en la locomoción reduciendo la fricción y permitiéndoles el desplazamiento por
zonas de elevada pendiente debido a la untuosidad del mismo. Esta mucosidad
contribuye a su regulación térmica; también reduce el riesgo del caracol ante
las heridas y las agresiones externas, principalmente bacterianas y fúngicas, y los ayuda a
ahuyentar insectos potencialmente peligrosos como las hormigas.
El mucus sirve además al caracol para
desprenderse de ciertas sustancias tóxicas como los metales
pesados.
Cuando se retraen en su concha,
segregan un tipo especial de mucosidad para cubrir la entrada que al
solidificarse forma una estructura llamada opérculo. El opérculo de
algunos caracoles tiene un olor agradable cuando se quema, por eso a veces se
usa como un constituyente del incienso.
La vida de los
caracoles varía de una especie a otra. En su hábitat natural, los caracoles Achatinidae viven alrededor de entre 5 a 7 años y los caracoles
del género Helix aproximadamente
de 2 a 3. Los caracoles manzana acuáticos viven sólo 1 año aproximadamente. La
mayor parte de las muertes son debidas a depredadores o parásitos. En ocasiones, los caracoles han vivido más allá
de su vida normal, hasta los 30 años o más.
La antigüedad del caracol en la dieta
humana se remonta a la Edad del
Bronce, al menos 1800 a. C., basándose en fósiles
encontrados. Pero parece ser que fueron los romanos, los que explotaron sus
propiedades alimenticias llegando incluso a crear lugares para criarlos
denominados cochlearium. Plinio el
Viejo dejó escrito que
Fulvius Hirpinus instaló una granja para la cría de caracoles en Tarquinia,
sobre el año 50 a. C. Los romanos consumían a los caracoles no solo
como alimento sino que suponían que era un remedio eficaz para enfermedades del
estómago y de las vías respiratorias como dejó constancia Plinio el Viejo, que
recomendaba la ingesta de caracoles en número impar como remedio para la tos y
males estomacales.
El caracol terrestre forma parte de la
cocina mediterránea, especialmente la española y francesa, como uno de los manjares más
exquisitos. También cabe destacar que al margen de estas cocinas el consumo del
caracol se considera un uso culinario extraño, especialmente en la cocina estadounidense y se equipara a consumir una babosa, puesto
que el caracol es precisamente eso, solo que posee una concha propia. Suele
cocinarse al hervor y servirse acompañado de diversas salsas, aderezadas con hierbabuena.
Los caracoles son consumidos en
diferentes partes del mundo. Aunque escargot sea la palabra francesa para
"caracol", escargot en un menú inglés generalmente está
reservado para los caracoles preparados con recetas tradicionales francesas servido
con su caparazón y aderezado con ajo, mantequilla y perejil.
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