El ARZOBISPO es un miembro perteneciente al orden episcopal cristiano, pero que goza de un estatus
superior al de los "simples" obispos;
generalmente están al frente de una diócesis particularmente importante, ya sea por
su tamaño, su relevancia histórica o por ambas, llamada arquidiócesis.
Cuando un obispo se convierte en arzobispo no está siendo, de ningún modo,
ordenado ni está recibiendo ningún sacramento; en contraste en los ritos copto, anglicano, católico romano y ortodoxo
alguien que es ordenado obispo está siendo consagrado.
Un arzobispo no tiene, por fuerza,
mayor poder que un obispo; sin embargo, están a cargo de diócesis más
prestigiosas. De cualquier modo, muchos arzobispos son también los metropolitanos de la provincia eclesiástica en la que se localiza su arquidiócesis.
En las iglesias occidentales por ejemplo, la Católica Romana o la Anglicana,
este es casi siempre el caso. Sin embargo, en la Iglesia Católica Romana, los
arzobispos que no son también los metropolitanos son llamados Arzobispo ad personam, y no tienen
derecho a usar el palio.
En algunos casos, cuando son
designados Obispos de Diócesis y más aún cuando no han sido elevadas a
Arquidiócesis, se les denomina Obispo con Dignidad de Arzobispos o Arzobispo
Obispo, tal como ocurrió en los años 90 con Monseñor Francisco de
Borja Valenzuela, quien anteriormente fue Arzobispo de Antofagasta y luego fue destinado primero a San
Felipe como Arzobispo Obispo de dicha Diócesis y posteriormente a Valparaíso,
pasando a ser Arzobispo Obispo de Valparaíso. En el caso del Cardenal Francisco
Javier Errázuriz Ossa, él fue nombrado Obispo Arzobispo de Valparaíso, teniendo
esa misma dignidad, cuando trabajaba como Pro Prefecto de la Congregación de
Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica entre 1991 y
1996, pero ratificándola cuando fue trasladado a Santiago de Chile. En los
noticieros, estos casos en lugar de decir "El Obispo de Valparaíso"
decía "El Arzobispo de Valparaíso", al referirse por ejemplo al
Obispo de la Capital de la Región de Valparaíso.
La administración
de la Iglesia Católica se hace dividiendo el territorio en diócesis y agrupando
estas en provincias eclesiásticas distribuidas en los países civiles. Al frente
del pastoreo de cada diócesis está el obispo y él y solamente él es el que
ejerce con autoridad apostólica el gobierno pastoral de esa región, en unión al
Romano Pontífice. En la distribución de las diócesis en provincias, siempre es
una la que ejerce una especie de capitalidad sobre el resto, que es la archidiócesis. El obispo que queda al frente de éstas, tiene el
título de arzobispo metropolitano, que tienen el deber de organizar la
cooperación entre las diócesis, aunque, propiamente, no tienen autoridad sobre
otras diócesis ajenas a la suya. Su insignia es el palio, una banda de lana blanca adornada con cruces
negras. Al ser el título de arzobispo un título, como otros, no vinculado al
Sacramento del Orden, puede ser otorgado, como lo es, a otros prelados sin
dirigir una sede metropolitana sea por razón de su cargo, dignidad personal o
de la diócesis u otros motivos, a decisión de la Sede Apostólica: por ejemplo,
la diócesis de Barcelona Cataluña era hasta hace poco archidiócesis pero no
metropolitana, al no tener diócesis sufragáneas, y su prelado, por tanto arzobispo.
El obispo de Urgell, también en Cataluña, Europa, que a su vez, por razón de su
cargo episcopal, es copríncipe de Andorra, suele ser distinguido con el título
de Arzobispo "ad personam", es decir, solamente para él y no para la
diócesis. Los nuncios apostólicos también tienen el título de Arzobispo "ad personam", así como otros cargos episcopales en la curia
vaticana, normalmente, los que cumplen obispos no cardenales por ejemplo, el
Maestro de Ceremonias Pontificio, entre otros. Sin embargo, sacramentalmente,
el arzobispado no es un grado en el Orden, pues éstos siguen siendo Obispos,
sino un título a razón de la diócesis o de otros aspectos.
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