miércoles, 3 de julio de 2013

LA COMPAÑÍA DE JESÚS



La Compañía de Jesús, cuyos miembros son comúnmente conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1539 por San Ignacio de Loyola, junto con San Francisco Javier, el Beato Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simao Rodriguez, Juan Coduri, Pascasio Broet y Claudio Jayo en la ciudad de Roma, siendo aprobada por el Papa Pablo III en 1540. Con 17.637 miembros en enero de 2012 sacerdotes, estudiantes y hermanos, es la mayor orden religiosa masculina católica hoy en día. Su actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos. El actual pontífice Francisco, el argentino Jorge Mario Bergoglio, es el primer Papa perteneciente a la Compañía de Jesús.

La Compañía de Jesús es una orden religiosa de carácter apostólico y sacerdotal aunque la conforman también Hermanos, es decir, religiosos no sacerdotes y que no son monjes. Está ligada al Papa por un "Vínculo especial de amor y servicio"; su finalidad, según la Fórmula del Instituto, documento fundacional de la Orden 1540 es "la salvación y perfección de los prójimos". En términos de Derecho Canónico, la SJ es una asociación de hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la que sus miembros, según su propio derecho, emiten votos religiosos públicos y tienden en sus vidas hacia la "Perfección evangélica".

La formación en la SJ empieza con un noviciado que dura dos años. Continúa con un proceso de formación intelectual que incluye estudios de Humanidades, Filosofía y Teología. Además, los jesuitas en formación realizan dos o tres años de docencia o «Prácticas apostólicas» período de magisterio en colegios o en otros ámbitos trabajo parroquial, social, medios de comunicación, etc. El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.

San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros estuviesen siempre preparados para ser enviados con la mayor celeridad, allí donde fueran requeridos por la misión de la Iglesia. Por eso los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa, obediencia, pobreza y castidad y, además, un cuarto voto de obediencia al Papa, «Circa misiones» La Fórmula del Instituto confirmada por Julio III en 1550 dice: «Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra».

La Congregación General, CG es el órgano supremo de gobierno y no se convoca, como en el resto de órdenes, periódicamente sino en caso de muerte del Prepósito General o para tratar asuntos de especial importancia. Aunque el cargo de Superior General es vitalicio ningún General renunció en la Compañía anterior a la supresión, las Normas Complementarias vigentes desde 1995 contemplan la posibilidad de renunciar, si el General lo considera conveniente, en conciencia. El primer General en renunciar -por motivos de salud graves- fue Pedro Arrupe, en 1983 y autorizado por la CG 33. P-H Kolvenbach, su sucesor, hizo lo mismo en 2008.

La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad incondicional al Papa los ha colocado en más de un conflicto: con la Inglaterra isabelina, frente al absolutismo de Luis XIV de Francia conocido como El Rey Sol, el regalismo español, con la Alemania de Bismarck, de donde fueron expulsados durante el Kulturkampf y con los gobiernos liberales de diversos países en América y Europa. Asimismo, los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.

La Compañía de Jesús desarrolló una actividad importante durante la Reforma católica, sobre todo en los años inmediatamente posteriores al Concilio de Trento. Su presencia en la educación occidental y en las misiones en Asia, África y América ha sido muy activa. Ha contado entre sus filas a una larga serie de santos, teólogos, científicos, filósofos, artistas y pedagogos: San Francisco de Javier, San Luis Gonzaga, Matteo Ricci, Francisco Suárez, Luis de Molina, Juan de Mariana, San Roberto Belarmino, San Pedro Canisio, José de Acosta, Antonio Ruiz de Montoya, Atanasio Kircher, San Pedro Claver, Eusebio Kino, Francisco Javier Clavijero, San Alberto Hurtado, etc.

Capítulos notables de su historia han sido el origen y desarrollo de sus colegios y universidades en Europa, la actividad misionera en la India, China y Japón, las reducciones de Bolivia, Paraguay y Argentina, la exploración y evangelización del Canadá, del Mississipi y del Marañón, los conflictos teológicos con los protestantes y los jansenistas, su confrontación con la Ilustración, su supresión en 1773 y su restauración en 1814.

En 1965 llegaron a su máxima expansión numérica: 36.000 jesuitas en más de un centenar de unidades administrativas provincias y misiones. Hoy, los jesuitas y los laicos que comparten su espiritualidad trabajan en los campos más diversos, tratando de colaborar con la Iglesia respondiendo a las nuevas necesidades de la sociedad y a los retos que éstas plantean. Así la Compañía trabaja en la acción social, la educación, el ámbito intelectual, el servicio a parroquias y comunidades cristianas y en medios de comunicación.

Entre 1965 y 2008 sus Superiores Generales fueron Pedro Arrupe español, 1965-1983 y Peter Hans Kolvenbach holandés, 1983-2008, año en que presentó su renuncia por motivos de edad. El 7 de enero de 2008 comenzó su Congregación General 35, para elegir nuevo Prepósito superior mundial y legislar sobre aspectos de la misión y carisma de la Orden. El 19 de enero fue electo en el segundo escrutinio como trigésimo General el Padre Adolfo Nicolás, español, perteneciente a la Asistencia de Asia Oriental y Oceanía que, como Arrupe, había sido Provincial de Japón.

Pablo VI describió a los jesuitas de la siguiente manera 1975: "Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas".

En septiembre de 1529, Ignacio de Loyola, un vasco que combatió en las guerras contra el rey de la Navarra transpirenaica, defendiendo la causa de Carlos I, había optado por dedicarse a «Servir a las almas». Decidido a estudiar para cumplir mejor su propósito, se incorpora al Colegio de Santa Bárbara dependiente de la Universidad de París y comparte cuarto con el saboyano Pedro Fabro y el navarro Francisco de Javier. Los tres se convirtieron en amigos. Ignacio realizó entre sus condiscípulos una discreta actividad espiritual, sobre todo dando Ejercicios espirituales, un método ascético desarrollado por él mismo.

En 1533 llegaron a París Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodríguez, que se unieron al grupo de Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de la Virgen, los siete se dirigieron a la capilla de los Mártires, en la colina de Montmartre, donde pronunciaron tres votos: pobreza, castidad y peregrinar a Jerusalén. Después de los votos de Montmartre se incorporaron al núcleo inicial tres jóvenes franceses, «Reclutados» por Fabro: Claudio Jayo, Juan Coduri y Pascasio Broet. Los diez se encontraron en Venecia y misionaron el norte de Italia a la espera de embarcarse hacia Jerusalén. Al no poder viajar a Palestina debido a la guerra entre Venecia y el Imperio Otomano, el grupo se dirigió a Roma. Allí, tras una larga deliberación espiritual, decidieron fundar la Compañía de Jesús, siendo ésta aprobada el 27 de septiembre de 1540, por el Papa Pablo III, quien les reconoció como una nueva orden religiosa y firmó la bula de confirmación, Regimini militantis ecclesiae.

A partir de la aprobación papal comenzó un proceso de expansión numérica, de organización interna y de responder a las misiones encomendadas: fundación de Colegios a petición de ciudades interesadas, reforma de monasterios, participación en el Concilio de Trento, diálogo con los protestantes, misiones diplomáticas, etc. Los primeros compañeros se dispersaron: Rodríguez fue a Portugal, Javier a Oriente, Fabro recorrió Europa predicando y dando los Ejercicios Espirituales... Entre 1540 y 1550 se unieron a la Orden notables personajes para su posterior desarrollo: Jerónimo Nadal, Francisco de Borja Duque de Gandía y Virrey de Cataluña, Pedro Canisio, notable teólogo Doctor de la Iglesia, y Juan de Polanco, secretario de Ignacio.

En 1556, cuando murió el fundador, eran 1.000 compañeros. El segundo General fue Diego Laínez.

Dos compañeros de Ignacio, Salmerón y Laínez, participaron como teólogos en el Concilio de Trento; les acompañó el primer jesuita germánico, Pedro Canisio, llamado el "segundo apóstol de Alemania" por su papel decisivo durante la Reforma Católica. En efecto, Canisio fue nombrado Provincial de Alemania y animó la fundación de colegios y universidades que difundieron la doctrina tridentina, reconquistando para el catolicismo regiones protestantes como Baviera en el sur de Alemania y los actuales estados de Renania del Norte-Westfalia, Renania-Palatinado y Sarre; Polonia, Hungría, Austria, y el sur de Holanda.

Diego Laínez, como General, participó del coloquio teológico de Poissy, convocado por la Reina de Francia para debatir con los protestantes. La Facultad de Teología de la Sorbona y el Parlamento de París se opusieron en este período al establecimiento legal de la Compañía en Francia.

El sucesor de Laínez fue San Francisco de Borja, el Santo duque de Gandía, que colaboró con San Ignacio desde que Borja enviudó e incluso se ordenó sacerdote en secreto para poder ayudar a San Ignacio y la Compañía sin comprometerla. Fue electo III General por la CG II y gobernó desde 1565 hasta 1572, tiempo en que los colegios jesuitas prosperaron: pasaron de 50 en 1556 a 163 a 1574. Inicio la remodelación de la Iglesia Madre de la Compañía, el Gesú. Borja siguió muy de cerca la evolución de la Contrarreforma en Alemania. Muchas fundaciones jesuitas atendieron a reforzar la causa católica.

Borja y sus sucesores Everardo Mercuriano 1573-1580, Claudio Acquaviva 1580-1615 y Muzio Vitelleschi 1615-1645 dieron gran impulso a las misiones. En concreto, durante el gobierno del "Santo Duque" la Compañía ingresó al Perú y a México. A mediados del siglo XVII la Compañía ya había establecido un cordón de estaciones de misión que iban principalmente desde Portugal hasta Goa, pasando por el litoral africano, y en el Nuevo Mundo a lo largo del Imperio Colonial Español.

Matteo Ricci, jesuita italiano, consiguió ingresar a China en 1583. A inicios del siglo XVII lo tenemos instalado ya en Pekín, donde propiciará la difusión del cristianismo entre la casta intelectual del Celeste Imperio.

Por otra parte, luego de que el Imperio Otomano venciese los ejércitos húngaros en la batalla de Mohács en 1526, tras la muerte del rey Luis II de Hungría, pronto el reino se dividió en tres partes, una occidental bajo el control de Fernando I de Habsburgo, hermano de Carlos I de España, una central bajo el control del sultán turco y una oriental que se convirtió en un Estado semi-independiente conocido como el Principado de Transilvania gobernado por la nobleza húngara. Estos, pronto adoptaron el luteranismo y el calvinismo para no reconocer la autoridad de los Habsburgo, quienes habían heredado el trono húngaro. De esta manera, los príncipes transilvanos mantuvieron una confesión protestante sólida, floreciendo así ésta en el Este del reino. Inicialmente en 1579, uno de los primeros príncipes de Transilvania, el conde Esteban Báthory posteriormente también rey de Polonia, resultó ser gran defensor del catolicismo, pues llevó a los jesuitas a la ciudad húngara de Kolozsvár, donde concedió toda clase de privilegios para ellos e hizo encerrar en prisión a Ferenc Dávid, reformador unitario. En 1581 fundó una residencia para estudiantes jesuitas en esta ciudad, cogiendo fuerza rápidamente este movimiento de la contrarreforma en Hungría.

Por otra parte, para contrarrestar el protestantismo, los Habsburgos, conocidos por su profundo compromiso con Roma, pusieron en marcha una política re-catalizadora enérgica a finales del siglo XVI, cuya figura principal fue el jesuita Pedro Pázmány, arzobispo de Esztergom 16161637, quien había estudiado en Kolozsvár en el instituto fundado por el Príncipe Esteban Báthory. Las obras literarias de Pedro Pázmány, así como sus discursos y prédicas caracterizadas por elaboradas argumentaciones teológicas fungieron de herramienta para solidificar las bases católicas en el reino húngaro.

Pázmány consiguió que muchas familias aristocráticas húngaras abandonasen el protestantismo, así como lo hicieron el conde Nicolás Forgách, Segismundo Forgách, Cristóbal Thurzó y Nicolás Eszterházy. Luego de su activa publicación entre 1603 y 1613, más familias húngaras volvieron el catolicismo, entre ellas los Pálffy, Draskovich, Erdody, Haller, así como Jorge Zrínyi, Catalina de Brandeburgo, viuda de Gabriel Bethlen el príncipe de Transilvania protestante.

En 1629 Pázmány fundó una universidad en la ciudad húngara de Nagyszombat, la cual contaba con una facultad de teología y una de Humanidades.

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