La Compañía de Jesús, cuyos miembros son comúnmente conocidos como jesuitas,
es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1539 por San Ignacio de Loyola, junto con San Francisco Javier, el Beato Pedro
Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simao Rodriguez, Juan Coduri, Pascasio Broet y
Claudio Jayo en la ciudad de Roma, siendo aprobada por el Papa Pablo III
en 1540.
Con 17.637 miembros en enero de 2012 sacerdotes, estudiantes y hermanos,
es la mayor orden religiosa masculina católica hoy en día. Su actividad se
extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero
y de medios de comunicación católicos. El
actual pontífice Francisco, el argentino
Jorge Mario Bergoglio, es el primer Papa perteneciente a la Compañía de Jesús.
La Compañía de Jesús es una orden religiosa de carácter
apostólico y sacerdotal aunque la conforman también Hermanos, es decir,
religiosos no sacerdotes y que no son monjes. Está ligada al Papa por un
"Vínculo especial de amor y servicio"; su finalidad, según la Fórmula
del Instituto, documento fundacional de la Orden 1540 es "la salvación y
perfección de los prójimos". En términos de Derecho Canónico, la SJ es una
asociación de hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la que sus
miembros, según su propio derecho, emiten votos religiosos públicos y tienden
en sus vidas hacia la "Perfección evangélica".
La formación en la SJ empieza con un noviciado que dura
dos años. Continúa con un proceso de formación intelectual que incluye estudios
de Humanidades,
Filosofía
y Teología.
Además, los jesuitas en formación realizan dos o tres años de docencia o «Prácticas
apostólicas» período de magisterio
en colegios o en otros ámbitos trabajo parroquial, social, medios de
comunicación, etc. El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y
profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros
de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.
San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus
miembros estuviesen siempre preparados para ser enviados con la mayor
celeridad, allí donde fueran requeridos por la misión de la Iglesia. Por eso
los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa, obediencia, pobreza y
castidad y, además, un cuarto voto de obediencia al Papa, «Circa misiones»
La Fórmula del Instituto confirmada por Julio III
en 1550 dice: «Militar para Dios bajo
la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el
Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra».
La Congregación General, CG es el órgano supremo de
gobierno y no se convoca, como en el resto de órdenes, periódicamente sino en
caso de muerte del Prepósito General o para
tratar asuntos de especial importancia. Aunque el cargo de Superior General es
vitalicio ningún General renunció en la Compañía anterior a la supresión, las
Normas Complementarias vigentes desde 1995 contemplan la
posibilidad de renunciar, si el General lo considera conveniente, en
conciencia. El primer General en renunciar -por motivos de salud graves- fue
Pedro Arrupe, en 1983
y autorizado por la CG 33. P-H Kolvenbach, su sucesor, hizo lo mismo en 2008.
La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha
vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad
incondicional al Papa los ha colocado en más de un conflicto: con la Inglaterra
isabelina, frente al absolutismo de Luis XIV de Francia conocido
como El Rey Sol,
el regalismo
español, con la Alemania de Bismarck,
de donde fueron expulsados durante el Kulturkampf
y con los gobiernos liberales de diversos países en América y Europa. Asimismo,
los regímenes comunistas de Europa
Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.
La Compañía de Jesús desarrolló una actividad importante
durante la Reforma católica, sobre todo en los años
inmediatamente posteriores al Concilio de Trento. Su presencia en la
educación occidental y en las misiones en Asia, África y América ha sido muy
activa. Ha contado entre sus filas a una larga serie de santos, teólogos,
científicos, filósofos, artistas y pedagogos: San Francisco de Javier, San Luis
Gonzaga, Matteo Ricci, Francisco Suárez, Luis de
Molina, Juan de Mariana, San Roberto Belarmino, San Pedro
Canisio, José de Acosta, Antonio Ruiz de Montoya, Atanasio
Kircher, San Pedro Claver, Eusebio Kino, Francisco Javier Clavijero, San Alberto
Hurtado, etc.
Capítulos notables de su historia han sido el origen y
desarrollo de sus colegios y universidades en Europa,
la actividad misionera en la India, China y Japón, las reducciones de Bolivia,
Paraguay
y Argentina,
la exploración y evangelización del Canadá,
del Mississipi y del Marañón, los conflictos teológicos con los protestantes y
los jansenistas,
su confrontación con la Ilustración, su supresión en 1773 y su restauración en 1814.
En 1965 llegaron a su máxima expansión numérica: 36.000 jesuitas
en más de un centenar de unidades administrativas provincias y misiones. Hoy,
los jesuitas y los laicos que comparten su espiritualidad trabajan en los
campos más diversos, tratando de colaborar con la Iglesia respondiendo a las
nuevas necesidades de la sociedad y a los retos que éstas plantean. Así la
Compañía trabaja en la acción social, la educación, el ámbito intelectual, el
servicio a parroquias y comunidades cristianas y en medios de comunicación.
Entre 1965 y 2008 sus Superiores Generales fueron Pedro Arrupe
español, 1965-1983 y Peter Hans Kolvenbach holandés, 1983-2008,
año en que presentó su renuncia por motivos de edad. El 7 de enero
de 2008
comenzó su Congregación General 35, para elegir nuevo Prepósito superior
mundial y legislar sobre aspectos de la misión y carisma de la Orden. El 19 de
enero fue electo en el segundo escrutinio como trigésimo General el Padre Adolfo
Nicolás, español, perteneciente a la Asistencia de Asia Oriental y
Oceanía que, como Arrupe, había sido Provincial de Japón.
Pablo VI describió a los jesuitas de la siguiente manera 1975:
"Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de
primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y
en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano
allí han estado y están los jesuitas".
En septiembre de 1529,
Ignacio de Loyola, un vasco que combatió en las
guerras contra el rey de la Navarra transpirenaica, defendiendo la causa de Carlos I,
había optado por dedicarse a «Servir a las almas». Decidido a estudiar para
cumplir mejor su propósito, se incorpora al Colegio de Santa Bárbara dependiente
de la Universidad de París y comparte cuarto con el saboyano Pedro Fabro
y el navarro Francisco de Javier. Los tres se convirtieron
en amigos. Ignacio realizó entre sus condiscípulos una discreta actividad
espiritual, sobre todo dando Ejercicios espirituales, un método
ascético desarrollado por él mismo.
En 1533 llegaron a París
Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodríguez, que se unieron al grupo de
Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la
Asunción de la Virgen, los siete se dirigieron a la capilla de los Mártires, en
la colina de Montmartre, donde pronunciaron tres votos: pobreza, castidad y
peregrinar a Jerusalén. Después de los votos de Montmartre se incorporaron al
núcleo inicial tres jóvenes franceses, «Reclutados» por Fabro: Claudio Jayo,
Juan Coduri y Pascasio Broet. Los diez se encontraron en Venecia y misionaron
el norte de Italia
a la espera de embarcarse hacia Jerusalén.
Al no poder viajar a Palestina debido a la guerra entre Venecia y el Imperio
Otomano, el grupo se dirigió a Roma. Allí, tras una larga deliberación
espiritual, decidieron fundar la Compañía de Jesús, siendo ésta aprobada el 27 de
septiembre de 1540, por el Papa Pablo III,
quien les reconoció como una nueva orden religiosa y firmó la bula de
confirmación, Regimini militantis
ecclesiae.
A partir de la aprobación papal comenzó un proceso de
expansión numérica, de organización interna y de responder a las misiones
encomendadas: fundación de Colegios a petición de ciudades interesadas, reforma
de monasterios, participación en el Concilio de Trento, diálogo con los
protestantes, misiones diplomáticas, etc. Los primeros compañeros se
dispersaron: Rodríguez fue a Portugal, Javier a Oriente, Fabro recorrió Europa predicando y
dando los Ejercicios Espirituales... Entre 1540 y
1550 se unieron a la Orden notables personajes para su posterior desarrollo: Jerónimo
Nadal, Francisco de Borja Duque de Gandía y Virrey de
Cataluña, Pedro Canisio, notable teólogo Doctor de la
Iglesia, y Juan de Polanco, secretario de Ignacio.
En 1556, cuando murió el fundador, eran 1.000 compañeros. El
segundo General fue Diego Laínez.
Dos compañeros de Ignacio, Salmerón y Laínez,
participaron como teólogos en el Concilio de Trento; les acompañó el primer
jesuita germánico, Pedro Canisio, llamado el "segundo apóstol de
Alemania" por su papel decisivo durante la Reforma Católica. En efecto,
Canisio fue nombrado Provincial de Alemania y animó la fundación de colegios y
universidades que difundieron la doctrina tridentina, reconquistando para el
catolicismo regiones protestantes como Baviera
en el sur de Alemania
y los actuales estados de Renania del Norte-Westfalia, Renania-Palatinado y Sarre; Polonia,
Hungría,
Austria,
y el sur de Holanda.
Diego Laínez, como General, participó del coloquio
teológico de Poissy, convocado por la Reina de Francia para debatir con los
protestantes. La Facultad de Teología de la Sorbona y el Parlamento de París se
opusieron en este período al establecimiento legal de la Compañía en Francia.
El sucesor de Laínez fue San Francisco de Borja, el Santo duque de Gandía, que colaboró con San Ignacio
desde que Borja enviudó e incluso se ordenó sacerdote en secreto para poder
ayudar a San Ignacio y la Compañía sin comprometerla. Fue electo III General
por la CG II y gobernó desde 1565 hasta 1572, tiempo en que los colegios jesuitas
prosperaron: pasaron de 50 en 1556 a 163 a 1574. Inicio la remodelación de la
Iglesia Madre de la Compañía, el Gesú.
Borja siguió muy de cerca la evolución de la Contrarreforma en Alemania. Muchas
fundaciones jesuitas atendieron a reforzar la causa católica.
Borja y sus sucesores Everardo Mercuriano 1573-1580, Claudio
Acquaviva 1580-1615 y Muzio Vitelleschi
1615-1645 dieron gran impulso a las misiones. En concreto, durante el gobierno
del "Santo Duque" la Compañía ingresó al Perú y a México. A mediados
del siglo XVII la Compañía ya había establecido un cordón de estaciones de
misión que iban principalmente desde Portugal hasta Goa, pasando por el litoral
africano, y en el Nuevo Mundo a lo largo del Imperio Colonial Español.
Matteo Ricci, jesuita italiano, consiguió
ingresar a China en 1583. A inicios del siglo XVII lo tenemos instalado ya en
Pekín, donde propiciará la difusión del cristianismo entre la casta intelectual
del Celeste Imperio.
Por otra parte, luego de que el Imperio Otomano venciese
los ejércitos húngaros en la batalla de Mohács en 1526, tras la muerte del
rey Luis II de Hungría, pronto el reino se dividió
en tres partes, una occidental bajo el control de Fernando I de Habsburgo, hermano de Carlos I de España, una central bajo el control
del sultán turco y una oriental que se convirtió en un Estado
semi-independiente conocido como el Principado de Transilvania gobernado por
la nobleza húngara. Estos, pronto adoptaron el luteranismo y el calvinismo para
no reconocer la autoridad de los Habsburgo, quienes habían heredado el trono
húngaro. De esta manera, los príncipes transilvanos mantuvieron una confesión
protestante sólida, floreciendo así ésta en el Este del reino. Inicialmente en
1579, uno de los primeros príncipes de Transilvania, el conde Esteban Báthory posteriormente también rey de
Polonia, resultó ser gran defensor del catolicismo, pues llevó a los jesuitas a
la ciudad húngara de Kolozsvár, donde concedió toda clase de privilegios para ellos
e hizo encerrar en prisión a Ferenc Dávid,
reformador unitario. En 1581 fundó una residencia para estudiantes jesuitas en
esta ciudad, cogiendo fuerza rápidamente este movimiento de la contrarreforma
en Hungría.
Por otra parte, para contrarrestar el protestantismo, los
Habsburgos, conocidos por su profundo compromiso con Roma, pusieron en marcha
una política re-catalizadora enérgica a finales del siglo XVI, cuya figura
principal fue el jesuita Pedro Pázmány, arzobispo de Esztergom 1616 – 1637, quien había
estudiado en Kolozsvár en el instituto fundado por el Príncipe Esteban Báthory.
Las obras literarias de Pedro Pázmány, así como sus discursos y prédicas
caracterizadas por elaboradas argumentaciones teológicas fungieron de
herramienta para solidificar las bases católicas en el reino húngaro.
Pázmány consiguió que muchas familias aristocráticas
húngaras abandonasen el protestantismo, así como lo hicieron el conde Nicolás
Forgách, Segismundo Forgách, Cristóbal Thurzó y Nicolás Eszterházy. Luego de su
activa publicación entre 1603 y 1613, más familias húngaras volvieron el
catolicismo, entre ellas los Pálffy, Draskovich, Erdody, Haller, así como Jorge
Zrínyi, Catalina de Brandeburgo, viuda de Gabriel
Bethlen el príncipe de Transilvania protestante.
En 1629 Pázmány fundó una universidad en la ciudad
húngara de Nagyszombat, la cual contaba con una facultad de teología y una de
Humanidades.
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