Vasallo es el término con el que en el feudalismo
se designaba a un noble
de categoría inferior que se ponía bajo la protección de un noble de categoría
superior, su señor
feudal. El vasallo realizaba un juramento de fidelidad a su señor y se comprometía a una serie de obligaciones
en su favor, principalmente de apoyo político y servicios militares; recibiendo
como contraprestación un beneficio, habitualmente el control y jurisdicción
sobre la tierra y la población de su feudo o señorío.
Vasallaje es la denominación de la relación
entre vasallo y señor. Era un contrato sinalagmático
con obligaciones por ambas partes que se establecía entre dos hombres libres.
Ambas partes se comprometían a guardarse lealtad
y no traicionar
el vínculo
que se establecía entre ellos. Las obligaciones contractuales de la relación
vasallátic quedaban sin efecto para una parte si la otra incumplía gravemente
las suyas
Por extensión del término, se consideraban vasallos todos
los súbditos
con respecto a su rey,
fueran o no nobles, e incluso todos los sujetos a régimen señorial los siervos con respecto a su
señor.
Aunque la confusión de ambos términos es muy frecuente e
incluso se pueden encontrar textos antiguos donde se da la misma identificación
de conceptos no debe propiamente confundirse el término "Vasallo" con
el de "Siervo"; quien no es un noble, sino un campesino
que se somete a la protección de un noble, estableciendo una relación
denominada servidumbre.
La posibilidad de que un vasallo tomara bajo su
protección a su vez a otros hombres, que pasaban a ser sus vasallos y él a ser
su señor, estableció una red piramidal de relaciones vasalláticas o
feudo-vasalláticas que en la historiografía se denomina como pirámide feudal o
pirámide del vasallaje.
En su cúspide se encontraría el emperador, bajo él los reyes, bajo éstos los altos nobles duques, condes y marqueses,
cuyos feudos son los ducados, condados y marcas del tamaño de regiones
enteras, bajo éstos la nobleza intermedia de
señores de grandes feudos, del tamaño de comarcas
que no dependían directamente del rey, sino de su propio señor el conde, duque
o marqués, y bajo éstos la baja nobleza formada por
sus hombres con muy distintos títulos: barones,
infanzones,
caballeros,
escuderos, hidalgos,
etc. cuyos feudos tendrían el tamaño de aldeas o no tendrían un
feudo territorial.
La estructuración del clero y su vinculación a
los intereses de la nobleza por su poder económico y territorial manos muertas
y los tres votos monásticos pobreza, obediencia y castidad
produjeron una pirámide semejante, tanto en el clero secular papa, arzobispos,
obispos,
canónigos,
arciprestes, sacerdotes como en el regular generales y provinciales de las
distintas órdenes religiosas, abades y monjes de los distintos monasterios
y en las órdenes militares.
El triestamentalismo
proporcionaba una sólida justificación teórica a la cerrada estructura social
expresada en las redes vasalláticas, que concebía como una determinación de la
posición de cada individuo desde su nacimiento, decidida providencialmente
por Dios: el primogénito varón de un noble estaba destinado al puesto de éste;
el segundón entraría en la Iglesia; la primera hija se destinaría a un
matrimonio conforme al rango de sus padres, contribuyendo a establecer
intrincadas redes familiares en cada escalón de la pirámide; la segunda hija
sería monja. No era nada inusual que un hermano menor hubiera de cambiar su
vocación por la muerte prematura de su hermano mayor.
La disolución de la pirámide feudal comenzó por su
cúspide, con la ruptura del Imperio carolingio por enfrentamientos internos
de sus herederos en el mismo siglo IX; precisamente en el periodo en el que el
feudalismo entró en su momento culminante, que implicaba la máxima descentralización del poder político: el
verdadero poder estaba en manos del vasallo, no del señor. Los señores
perdieron la potestad de remover a los vasallos de sus feudos, que se hicieron
hereditarios. Era la capacidad efectiva de reunir una hueste y
hacerla llegar a donde fuera necesario lo que daba a los señores capacidad de
imponer su voluntad o el cumplimiento de teóricas obligaciones.
La expresión jurídica de la disolución de los vínculos
vasalláticos originados en la institución imperial tuvo que esperar varios
siglos, a que, en el contexto de la disputa del dominium mundi entre los dos poderes universales pontificado e imperio, cada
rey comenzara a considerarse como imperator
in regno suo "Emperador en su reino". En tal pretensión fueron
ayudados por la recepción del derecho
romano redescubierto por letrados,
glosadores
y compiladores escuela de Bolonia, inicialmente en beneficio
de las pretensiones imperiales, pero ahora con un nuevo propósito en el que
fueron muchas veces apoyados por el propio Papa. Beneficiaba a ambos el
principio por el que los reyes podían considerarse teóricamente vasallos
directos del Papa, desvinculándose de la sujeción feudal al emperador. Lo
mismo pudieron hacer algunos de los más altos nobles, que se convirtieron en
plenos soberanos
de iure como en la
independencia del reino de Portugal, antes un condado del reino de León
o de facto como los condados catalanes, el poderoso estado borgoñón o los estados
alemanes.
La situación podía llegar a ser muy retorcida: el rey de
Inglaterra, soberano en su isla, era vasallo del rey de
Francia en sus feudos continentales; el margrave de Brandeburgo, vasallo del
Emperador en las tierras del Sacro Imperio, era vasallo del rey de
Polonia en sus dominios de Prusia con el tiempo fue titulado rey
"en" Prusia y finalmente rey "de" Prusia. En todos esos
casos se dieron situaciones históricas en las que el teórico vasallo era en la
práctica más poderoso que el teórico señor.
En algún caso, la investidura vasallática del rey en un
reino de nueva creación fue directamente instaurada por el Papa reino normando
de Sicilia. Entre los Estados vasallos del papado estuvieron el reino de
Aragón e incluso efímeramente el reino de Inglaterra en tiempo de Juan sin
Tierra. Vasallos pontificios se consideraban los caballeros teutónicos en las tierras que
conquistaron en Europa oriental. La sujección al Papa del reino de Jerusalén, nacido de las Cruzadas,
era mucho menos definida. Las consecuencias civiles de la excomunión
permitía ignorar las obligaciones del vasallaje ponía en manos de la autoridad
eclesiástica un arma temible, que muchas veces se usó.
La Baja Edad Media intensificó el vaciamiento de
contenido de los lazos vasalláticos, especialmente con la crisis del siglo XIV: se fue conformando
una separación nítida entre la alta nobleza los Pares de
Francia, los Lores
ingleses o los Grandes de España, títulos y señores que habían
concentrado grandes extensiones y la baja nobleza empobrecida el
caso paradigmático son los hidalgos españoles, retratados por la literatura, El Lazarillo, El Quijote,
al mismo tiempo que se fortalecía el poder real, que evolucionaba hacia las monarquías autoritarias; por otra parte,
aumentaba la importancia de la burguesía
de las ciudades,
que pasaron a ser un espacio político de importancia, ajeno a las redes del
vasallaje, donde se asentaba el poder del patriciado
urbano.
Incluso en el ámbito de las representaciones metafóricas,
también se produjo una "inversión" entre "arriba y abajo".
El giro de la Rueda de la fortuna simbolizaba
los ascensos y descensos sociales.
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