Hacia el Oriente de la ciudad de Durango, se encuentra una hacienda
llamada Navacoyán. Está ubicada al lado izquierdo del Río del Tunal.
En los inicios de este poblado, uno de los Gobernadores comprendió la
necesidad de mantener comunicación con los pobladores del otro lado del rio
cuya corriente, dificultaba el paso, especialmente en la época de las lluvias.
Así que trajeron al mejor
albañil y se le hizo un contrato en donde establecía la fecha en que la
construcción debería estar terminada y de no ser así, perdería la mitad de las
ganancias.
Este reunió a los mejores trabajadores e inicio la obra, pero tres días
antes de expirar el plazo, una terrible tormenta subió el nivel del rio y arrastró la construcción casi
terminada.
El pobre hombre desesperado, se alejó y se sentó en la cima de la
colina. Ya no había tiempo para hacer el puente, no se le pagaría un centavo
más, y su prestigio como el mejor albañil se borraría.
Ya muy entrada la noche un débil viento que jugaba con su sombrero, se
convirtió en remolino y en el centro de este, apareció un hombrecillo de unos
treinta centímetros de altura que se paró frente a él y le pregunto:
-¿Que tienes?-
El albañil le contó lo que le pasaba y el hombrecillo le propuso
construir el puente en una sola noche a
cambio de su alma.
Sabiendo que se trataba del mismísimo Satanás; el albañil le dijo que le
resolvería la noche siguiente a la misma hora y en el mismo sitio. Y así ambos
se marcharon.
La noche siguiente, el albañil se dirigió a la cumbre del pequeño
cerrito, el hombrecillo apareció tal como la había prometido y cerraron el
contrato, el hombrecillo tomo al pobre
albañil por una pierna arrastrándolo hacia el río dejándolo sentado a la
ribera. Entonces, de manera inesperada se desató una terrible tormenta que duró
hasta el amanecer.
Para asombro de la gente, el puente estaba terminado, y sobre él, el
cuerpo del albañil. Los pobladores levantaron
el cadáver para llevarlo donde su familia; pero un furioso remolino se
los arrebató elevándolo por los aires. Inmediatamente salieron al monte en
busca del difunto; pero jamás lograron
encontrarlo.
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