Parecen de algodón, pero nada más lejos de la realidad. Si una se desplomaría sería, como si cayeran de golpe más de ciento cincuenta ballenas azules. La verdad es que las nubes son enormes y pesadas masas de agua que se sostienen en el aire gracias a la combinación de dos leyes físicas.
Una de ellas, es el principio de Arquímedes que dice que un cuerpo sumergido en un fluido -gas o líquido- experimentará un empuje hacia arriba igual al peso del fluido desalojado. Así una nube flotará siempre que su peso sea menor o igual que el del aire que puede caber en su interior.
Pero aquí no acaba y queda la cosa. Dentro de la nube el vapor del agua se condensa y se forman gotas que, desafiando al principio de Arquímedes, tienden a precipitarse, aunque curiosamente, lo hacen muy despacio a causa de la fricción, de las turbulencias de el aire y el calor que produce la condensación del agua. Esta aumenta la temperatura del aire de la nube ya hace que suba con fuerza hacia una altura mayor, frenando la caída de las gotitas de agua. Durante este subir y bajar de la gota de agua, esta crece por adición de más agua, y cuando el peso de la gota es tal que termina cayendo en forma de lluvia, nevada o granizada.
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