En la mitología griega, una Ninfa, es una deidad menor
femenina típicamente asociada a un lugar natural concreto, como puede ser un
manantial, un arroyo, un monte o una arboleda.
Se les aplicaba el título de olímpicas, y se decía que eran convocadas a las
reuniones de los dioses en el Olimpo y que eran hijas de Zeus. Diferentes de los
dioses, las ninfas suelen considerarse espíritus divinos que animan la
naturaleza, y ser representadas en obras de arte como hermosas doncellas, desnudas
o semidesnudas, que aman, cantan y bailan. Poetas posteriores las describen a
veces con cabellos del color del mar.
Se creía que moraban en la tierra: en arboledas, en las cimas de montañas, en
ríos, arroyos, cañadas y grutas.
Según el lugar que habiten, se les llama Agrónomos,
Orestíades
y Náyades.
Aunque nunca envejecen ni mueren por enfermedad, y pueden engendrar de los
dioses hijos completamente inmortales, ellas mismas no son necesariamente
inmortales, pudiendo morir de distintas formas.
Homero las describe con más detalle presidiendo sobre los
juegos, acompañando a Artemisa,
bailando con ella, tejiendo en sus cuevas prendas púrpuras y vigilando
amablemente el destino de los mortales.
A lo largo de los mitos griegos actúan a menudo como ayudantes de otras
deidades principales, como el profético Apolo, el juerguista dios
del vino Dioniso
y dioses rústicos como Pan
y Hermes.
Los hombres les ofrecían sacrificios en solitario o junto con otros dioses,
como por ejemplo Hermes.
Con frecuencia eran el objetivo de los sátiros.
El matrimonio simbólico de una ninfa y un patriarca, a
menudo el epónimo
de un pueblo, se repite sin fin en los mitos
fundacionales griegos; su unión otorgaba autoridad al rey arcaico y
su linaje.
Las ninfas son personificaciones de las actividades
creativas y alentadoras de la naturaleza, la mayoría de las veces identificadas
con el flujo dador de vida de los manantiales: como señala Walter
Burkert, «La idea de que los ríos son dioses y las fuentes ninfas
divinas esta profundamente arraigada no solo en la poesía sino en las creencias
y rituales; la adoración de estas deidades esta limitada solo por el hecho de
que se identifican inseparablemente con una localidad concreta.»
La palabra griega
‘novia’ y ‘velado’ entre otras cosas; es decir, una joven en edad casadera.
Otros hacen referencia a esta palabra y también a la latina
nubere y a la alemana
Knospe, como una raíz que
expresa la idea de ‘crecer’ según Hesiquio de Alejandria, uno de los
significados es ‘Capullo de rosa’.
Todas las ninfas, cuyo número
es casi infinito, pueden ser divididas en dos grandes clases. La primera abarca
todas aquellas que pueden ser consideradas como un tipo de divinidad inferior,
reconocida en el culto de la naturaleza. Los griegos antiguos veían en todos
los fenómenos ordinarios de la naturaleza alguna manifestación de la divinidad.
Fuentes, ríos, grutas, árboles y montañas: todos les parecían cargados de vida,
y no eran más que las encarnaciones visibles de otros tantos agentes divinos.
Los saludables y beneficiosos poderes de la naturaleza eran pues
personificaciones y considerados otras tantas divinidades, y las sensaciones
producidas en el hombre por la contemplación de la naturaleza sobrecogimiento,
terror, alegría, placer se atribuían a la acción de diversas deidades de la
naturaleza. La segunda clase de ninfas son personificaciones de tribus, razas y
estados, tales como Cirene y otras.
Las ninfas de la primera
clase deben ser de nuevo divididas en varias especies, según las diferentes
partes de la naturaleza de las que sean representativas:
Ninfas del elemento
acuático: Deben mencionarse primero a las ninfas del océano, las Oceánides;
o ninfas marinas, que son consideradas hijas de Océano, y a continuación a
las ninfas del Mediterráneo o del mar interior, que son
consideradas hijas de Nereo,
por lo que son llamadas Nereidas. Los ríos eran
representados por las Potámides, quienes, como divinidades locales, eran bautizadas
según sus ríos como Aqueloides, Anígrides, Amnisíades o Pactólides. Pero las ninfas del
agua dulce, ya sea de ríos, lagos, arroyos o pozos, son también designadas por
el nombre general de Náyades, aunque tengan además sus nombres específicos, como Creneas,
Pegeas,
Limnátides
o Limnades. Incluso los ríos de
las regiones inferiores, el Inframundo se describen con sus ninfas, de ahí las Nymphae infernae paludis ‘ninfas del
pantano infernal’ y las Avernales. Muchas de estas
ninfas presidían sobre las aguas o las fuentes, creyéndose que inspiraban a
quienes bebían de ellas, por lo que se pensaba que las propias ninfas estaban
dotadas de poderes proféticos u oraculares
y los inspiraban a los hombres, otorgándoles así el don de la poesía. Los adivinos o
sacerdotes inspirados eran por esto llamados a veces ninfileptos. Sus poderes, sin
embargo, varían con los de la fuente sobre la que presiden, considerándose así
que algunas tenían el poder de devolver la salud a las personas enfermas, y como el agua es
necesaria para alimentar a la vegetación así como a todos los seres vivos, las
ninfas acuáticas eran también adoradas junto con Dioniso
y Deméter
como dadoras de vida y bendición a todas las criaturas, y este atributo es
expresado por una variedad de epítetos, tales como ‘curótrofas’ y otros. Como
su influencia era de esta forma ejercida sobre todas las secciones de la
naturaleza, aparecen con frecuencia relacionadas con divinidades superiores,
como por ejemplo con Apolo,
el dios profético y protector de las manadas y rebaños; con Artemisa,
la cazadora y protectora del juego, pues ella misma fue originalmente una ninfa
arcadia;
con Hermes,
el fructífero dios de los rebaños; con Dioniso y con Pan,
los Silenos
y los Sátiros,
a quienes se unían en deleites y bailes báquicos.
Ninfas de las montañas y grutas, llamadas Oréades y Orodemníades, pero a veces también por nombres derivados de las montañas concretas que habitaban, como Citerónides, Pelíades, Coricias, etc.
Ninfas de los bosques,
arboledas y praderas, donde se creía que a veces se aparecían y asustaban a
los viajeros solitarios. Eran designadas por los nombres Alseides,
Auloníades
y Napeas.
Ninfas de los árboles,
de las que se creía que morían junto con los árboles en los que vivían y con
los que habían llegado a existir. Eran llamadas Dríades,
Hamadríades
o Adríades, que significa no sólo ‘roble’ sino también cualquier árbol silvestre que crece
majestuoso. Las ninfas de los árboles frutales eran llamadas Mélides, Melíades,
Epimélides
o Hamamélides. Parecen ser
de origen arcadio
y nunca aparecen junto con los grandes dioses.
La segunda clase de
ninfas, que estaban relacionadas con ciertas razas o localidades, tienen normalmente
un nombre derivado de los lugares con los que estaban asociadas, como Nisíadas,
Dodónidas o Lemnias.
Los sacrificios ofrecidos a
las ninfas solían consistir en cabras, corderos, leche y aceites, pero nunca
vino.
Eran adoradas y honradas con santuarios en muchas partes de Grecia,
especialmente cerca de las fuentes, arboledas y grutas, como por ejemplo cerca
de una fuente en Cirtones, en Ática, en Olimpia, en Mégara, entre Sición
y Fliunte y en otros lugares.
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