Leonor tenía 14 años cuando cayó el cono del cohete
Athena. La gran bola de fuego que observaron desde lo lejos al volver de un
baile en una ranchería cercana al ejido la Flor en Durango, les hizo pensar en
la llegada de los jinetes del apocalipsis descrito en la Biblia, pero se
trataba del hecho que pondría sobre el mapa la llamada Zona del Silencio.
Un par de años atrás ya se escuchaban algunos rumores.
Pero fue durante la década de los 70 cuando Harry de la Peña llegó a Ceballos,
un pequeño pueblo localizado a unos 150 kilómetros de Torreón, Coahuila.
Estaba buscando petróleo cuando se percató de
anormalidades en las frecuencias en una región aledaña y nunca imaginó lo que
encontraría.
A raíz del percance, del cual ya han transcurrido unos 40
años, muchas personas llegan al sitio en la búsqueda de situaciones
paranormales, fenómenos mitológicos y científicos que se ven cuando se quieren
ver, y aunque ha sido protagonista de muchas experiencias “raras”, Leo, como le
dicen de cariño, nunca ha visto un ovni o algo que se le parezca. Hace largas
caminatas por las veredas, buscando “estrellas”.
Las voces cuentan que en ese sitio todo se vuelve
silencio, se pierde la señal de la radio, se paran los relojes, los coches no
arrancan, las brújulas se vuelven locas, sucesos extraterrestres… pero algunos se
quedan en mitos y leyendas.
Sergio Herrera, un hombre recio de sombrero apaleado,
miembro de la Asociación Civil que controla el acceso del turismo a esta zona
que además forma parte de la Reserva de la Biósfera de Mapimí, cuenta con sus
experiencias, ya que desean que el lugar cobre importancia, pero desde el punto
de vista de la riqueza biológica que comprende.
Dicha asociación está formada por unos 19 integrantes
provenientes de 11 ejidos y 4 pequeñas propiedades conforman el área natural
protegida, misma que tiene una extensión de 342 mil 387 hectáreas que abarca
parte de los 3 estados.
Por su parte, Julia recordó la visita de un astrólogo, quien al llegar a la zona donde cayó el cono del cohete quiso marcar un punto con su GPS, pero no lo logró, le dio mucha curiosidad.
Por su parte, Julia recordó la visita de un astrólogo, quien al llegar a la zona donde cayó el cono del cohete quiso marcar un punto con su GPS, pero no lo logró, le dio mucha curiosidad.
Se cuentan muchas historias, pero sólo unas cuantas “casi
todos han visto”, dijo Sergio. Se refería al fenómeno conocido como la luz del
carro de anda o de banda que tiene lugar por las noches en los caminos al
conducir un vehículo. Una luz similar a la del vehículo, avanza paralelamente
con una distancia de unos 50 metros al auto que se conduce, cuando de pronto
desaparece.
“Es de lo más raro, pero la mayoría de la gente lo ha
visto. Me tocó verla, yo estaba con unos biólogos, teníamos que cruzar una
reja. Nos paramos y cuando abrí la luz se va. Ya como a los 100 metros viene de
regreso. Se le hace el cambio de luz y también te da el cambio”
Otra de sus experiencias es que en una ocasión observó un
prisma plateado, pero no le tomó mucha importancia, y otra más relacionada con
objetos voladores no identificados.
“Yo trabajé una vez con una bióloga en la noche, salíamos a revisar trampas. De repente que se aparecen seis luces frente a nosotros, se quedan juntas, o sea parejitas. De pronto salen por nuestro costado y se desaparecen”, mencionó.
“Yo trabajé una vez con una bióloga en la noche, salíamos a revisar trampas. De repente que se aparecen seis luces frente a nosotros, se quedan juntas, o sea parejitas. De pronto salen por nuestro costado y se desaparecen”, mencionó.
Lo cierto es que esta área ha despertado mucho interés en
estudiosos de todo el mundo y científicos norteamericanos han declarado que por
sus características, la Zona del Silencio sería un sitio ideal para establecer
una base de lanzamiento de naves interplanetarias, una planta nuclear y varias
cosas más.
El biólogo Carlos René Delgado explicó que este sitio se
caracteriza por un gran magnetismo. Al pasar un imán cerca del suelo es posible
que jale una buena cantidad de rocas pequeñas y polvo, por lo que la brújula no
siempre se dirige al norte. La Zona del Silencio posee algunas
particularidades, tales como una gran concentración de hierro en el subsuelo,
que llega incluso hasta los arroyos en los márgenes de las comunidades, ya que
las lluvias, que no son nada frecuentes, llegan a arrastrarlo hasta ahí.
Después de numerosos estudios, se comprobó que la zona se
encuentra totalmente magnetizada y las ondas hertzianas o de radio no pueden
propagarse. Las brújulas y relojes antimagnéticos pueden fallar.
La estación de radio más cercana se encuentra en
Ceballos, Durango, la población inmediata más poblada a unos 30 minutos
aproximadamente. Las frecuencias de radio se pierden. Pero el ruido generado
por la estática no es del todo normal. Por momentos se llega a escuchar
estruendosos altibajos.
Contrario a lo que muchas personas suponen, las ondas
sonoras no se pierden. Se puede conversar igual que en un restaurante citadino
y los aparatos abastecidos de energía con baterías alcalinas y los motores de
los vehículos funcionan igual que como lo hacen fuera de ese sitio.
Tal vez la fascinación que produce este sitio surge de la
aparente imposibilidad de supervivencia, en contraste con todo el mundo de
especies que soportan a diario al inclemente sol que impone su presencia sin
nada que se lo impida.
Sólo pequeñas elevaciones montañosas sorprenden a la
planicie de esa región del desierto chihuahuense caracterizado por un suelo
cuyo calor traspasa los zapatos y cuenta con especies de flora y fauna únicas
en el mundo.
Además esta zona es rica en recursos históricos,
culturales y paleontológicos. Las tribus nómadas habitaron la región y se han
encontrado vestigios desde pinturas rupestres y puntas de flecha.
La visita a este lugar se complementa en la noche.
Acampar en este desierto es una experiencia radicalmente diferente. El crujir
de la madera mientras se quema en la fogata, y de fondo, una sinfonía de lobos
que se llaman de un valle a otro.
Con frecuencia se pueden apreciar numerosas estrellas
fugaces que “caen” hacia el desierto y se acercan tanto que parecen bolas de
fuego.
Otro fenómeno que se presenta constantemente en este
territorio es la continua caída de material espacial, como si fueran atraídos
por un gigantesco imán, principalmente en el Valle de los Meteoritos, ubicado
en una propiedad privada, donde además se han encontrado numerosos restos
fósiles principalmente de fauna y flora de mar, que habitaron hace por lo menos
70 millones de años. Y es que lo que hoy es un despiadado desierto, durante la
era mesozoica albergó al mar Tetis.
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