El superior de un convento Húngaro, en la zona ocupada por el ejército comunista, refiere lo siguiente:
"Antier llegó aquí un capitán comunista, pidiendo hablar conmigo a solas.
Lo llevé a un pequeño cuarto y cerré la puerta.
El militar comunista señaló al pequeño Cristo que colgaba en la pared y me dijo:
-Todo eso de Cristo y de Dios es un cuento inventado por ustedes los sacerdotes, para engañar a los pobres y favorecer a los ricos. Dígame que nunca ha creído usted en Dios- sonriendo le expliqué:
-Si yo dijera eso sería una mentira, porque yo creo firmemente en Dios-
-No me venga usted con cuentos- insistió el comunista. -Estoy hablando en serio, no trate de engañarme- empuñó su revolver y apuntándolo hacia mi, volvió a decir:
-Si usted no reconoce que todo eso de Dios es una falsedad, disparo-
-No puedo hacer semejante cosa; no puedo mentir- le dije.
Entonces el comunista tiró al piso su revolver y con los ojos llenos de lágrimas, me dijo:
-Padre, yo también creo en Dios; solo quería ver si hay todavía hombres capaces de morir por Dios; ahora yo también seré capaz de morir por Dios-
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