El arte chino fue algo
obviado de los escritos de todo occidente por mero desconocimiento. Esa es una
de las principales razones por la que inmensas e impresionantes obras como la
Gran Muralla no llegaron a ocupar un puesto de honor entre las siete maravillas
del mundo antiguo descritas por Antípatro de Sidón.
Pero más allá de la
flamante muralla que protegió a las distintas dinastías chinas de las
invasiones extranjeras, hubo muchas otras edificaciones hoy ya olvidadas por
muchos. En esta situación se encuentra la Torre de Porcelana erguida en
Nanjing, una pagoda budista única en diseño y materiales utilizados.
La pagoda fue diseñada
durante el reinado del emperador Yongle a comienzos del siglo XV y se cree que
fue construida poco tiempo después. Gracias al auge de la ruta de la seda y el
trasiego de gentes entre oriente y occidente, la torre fue descubierta para occidente
y descrita con admiración en multitud de bitácoras de viaje de gente como Johan
Nieuhof o Fischer von Earlach.
La Torre de Porcelana
tenía una base octagonal de unos 30 metros de diámetro. En el momento de su
construcción, fue una de las edificaciones más altas de China alcanzando los 79
metros, con nueve pisos a los que se podía acceder mediante una escalera de
caracol situada en el centro con 184 peldaños. La parte superior estaba
coronada con una pequeña estatua de una piña dorada.
Lo más impresionante de la
construcción no era su tamaño, si no los detalles y los materiales utilizados.
Las fachadas estaban recubiertas de bloques de porcelana intercalados con
ladrillos pintados de distintos colores, lo que hacía reflejar la luz del Sol
en todas direcciones.
Los bloques de porcelana
fueron recubiertos por detalles tallados en vidrio de colores con motivos
budistas, florales y animales. Las puertas, ventanas y marcos también estaban
delicadamente tallados y aún a día de hoy se conservan varios de ellos en
perfecto estado en el museo de Nanjing. Para que estos interesantes detalles
pudieran apreciarse de forma continua se situaron más de 140 lámparas colgadas
de los tejados de las distintas plantas para iluminar la fachada durante las
noches.
La pagoda se conservó en
perfecto estado durante casi cuatro siglos, pero en 1801 un rayo impactó en la
parte superior de la torre destruyendo las tres últimas plantas. Los habitantes
de Nanjing, que ya entonces conocían el atractivo que suponía para turistas y
locales, reconstruyeron por completo los desperfectos ocasionados.
En 1850 estalló la
Rebelión Taiping en los alrededores de Nanjing. Esta rebelión desembocó en una
de las más cruentas guerras civiles chinas que, cobrándose la vida de entre 20
y 50 millones de personas, equiparándose en cifras a la
Rebelión de An Lushan. Pero, además de estas duras cifras, la rebelión de
Taiping también destruyó gran parte de las infraestructuras chinas,
convirtiendo en escombros la valiosa Torre de Porcelana.
Los restos se mantuvieron
en el lugar donde se irguió la pagoda durante décadas, siendo robados los
materiales poco a poco para ser destinados a otras edificaciones. En 2010, el
rico empresario Wang Jianlin donó mil millones de yuanes unos 125 millones de
euros para ser destinados a la reconstrucción de la torre. Varias fuentes
afirman que se llevará a cabo, pero aún no se conoce el diseño, ni los
arquitectos encargados de esta esperada obra.
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