La Tierra es un planeta del Sistema
Solar que gira alrededor de su estrella en la tercera
órbita más interna. Es el más denso y el quinto mayor de los
ocho planetas del Sistema Solar. También es el mayor de los cuatro terrestres.
La Tierra se formó hace aproximadamente 4567 millones de
años y la vida surgió unos mil millones de años después.
Es el hogar de millones de especies, incluyendo los seres
humanos y actualmente el único cuerpo astronómico donde se conoce la existencia
de vida.
La atmósfera y otras condiciones abióticas
han sido alteradas significativamente por la biosfera del
planeta, favoreciendo la proliferación de organismos aerobios, así como la formación de
una capa
de ozono que junto con el campo magnético terrestre bloquean la radiación solar dañina, permitiendo así la
vida en la Tierra.
Las propiedades
físicas de la Tierra, la historia geológica
y su órbita han permitido que la vida siga existiendo. Se estima que el planeta
seguirá siendo capaz de sustentar vida durante otros 500 millones de años, ya
que según las previsiones actuales, pasado ese tiempo la creciente luminosidad
del Sol terminará causando la extinción de la biosfera.
La superficie
terrestre o corteza está dividida en varias placas tectónicas que se deslizan sobre el magma durante
periodos de varios millones de años. La superficie está
cubierta por continentes e islas, estos poseen varios lagos, ríos y otras fuentes de agua,
que junto con los océanos de agua salada que representan cerca del 71% de la
superficie construyen la hidrosfera. No se conoce ningún otro planeta con este equilibrio de agua
líquida,
que es indispensable para cualquier tipo de vida conocida. Los polos de la Tierra están cubiertos en
su mayoría de hielo sólido (Indlandsis de la Antártida o de banquisas casquete polar ártico. El interior del planeta es geológicamente
activo, con una gruesa capa de manto
relativamente sólido, un núcleo
externo líquido que genera un campo magnético, y un núcleo de hierro sólido interior
aproximadamente del 88%.
La Tierra interactúa con otros objetos en el espacio,
especialmente el Sol y
la Luna. En la
actualidad, la Tierra completa una órbita alrededor del Sol cada vez que
realiza 366.26 giros sobre su eje, el cual es equivalente a 365.26 días
solares o a un año sideral.
El eje de rotación de la Tierra se encuentra inclinado 23.4° con respecto a la perpendicular
a su plano
orbital, lo que produce las variaciones estacionales en la superficie del
planeta con un período de un año
tropical 365.24 días solares.
La Tierra posee un único satélite natural, la Luna, que comenzó a
orbitar la Tierra hace 4530 millones de años, esta produce las mareas, estabiliza la
inclinación del eje terrestre y reduce gradualmente la velocidad de rotación
del planeta. Hace aproximadamente 3800 a 4100 millones de años, durante el
llamado bombardeo intenso tardío, numerosos asteroides
impactaron en la Tierra, causando significativos cambios en la mayor parte de
su superficie.
Tanto los recursos minerales del
planeta como los productos de la biosfera aportan recursos que se utilizan para sostener a la
población humana mundial. Sus habitantes están
agrupados en unos 200 estados soberanos independientes, que interactúan a través de
la diplomacia, los viajes, el comercio, y la acción militar. Las culturas humanas
han desarrollado muchas ideas sobre el planeta, incluida la personificación de
una deidad, la
creencia en una Tierra plana o en la Tierra como centro del universo, y una
perspectiva moderna del mundo como un entorno integrado que requiere administración.
Los científicos han podido reconstruir información detallada sobre el
pasado del planeta. Según estos estudios el material más antiguo del Sistema
Solar se formó hace 4.5672 ± 0.0006 millardos de
años,
y en torno a unos 4550 millones de años atrás con una incertidumbre del 1%
se habían formado ya la Tierra y los otros planetas del Sistema Solar a partir
de la nebulosa solar; una masa en
forma de disco compuesta del polvo y gas remanente de la formación del sol.
Este proceso de formación de la Tierra a través de la acreción
tuvo lugar mayoritariamente en un plazo de 10-20 millones de años.
La capa exterior del planeta, inicialmente fundida, se enfrió hasta formar una
corteza sólida cuando el agua comenzó a acumularse en la atmósfera. La Luna se formó poco
después, hace unos 4530 millones de años.
El actual modelo consensuado
sobre la formación de la Luna es la teoría del gran impacto, que postula que la
Luna se creó cuando un objeto del tamaño de Marte, con cerca del 10% de la masa
de la Tierra,
impactó tangencialmente contra ésta.
En este modelo, parte de la masa de este cuerpo podría haberse fusionado con la
Tierra, mientras otra parte habría sido expulsada al espacio, proporcionando
suficiente material en órbita como para desencadenar nuevamente un proceso de
aglutinamiento por fuerzas gravitatorias, y formando así la Luna.
La desgasificación de la corteza y
la actividad volcánica
produjeron la atmósfera primordial de la Tierra. La condensación de vapor de
agua, junto con el hielo y el agua líquida aportada por los asteroides y por protoplanetas,
cometas y objetos transneptunianos produjeron los océanos.
El recién formado Sol sólo tenía el 70% de su luminosidad
actual: sin embargo, existen evidencias que muestran que los primitivos océanos
se mantuvieron en estado líquido; una contradicción denominada la «paradoja del joven sol
débil» ya aparentemente el agua no debería ser capaz de permanecer en ese
estado debido a la poca energía solar recibida.
Sin embargo, una combinación de gases de efecto invernadero y mayores
niveles de actividad solar contribuyeron a elevar la
temperatura de la superficie terrestre, impidiendo así que los océanos se
congelaran.
Hace 3500 millones de años se formó el campo
magnético de la Tierra, lo que ayudó a evitar que la atmósfera fuese
arrastrada por el viento solar.
Se han propuesto dos grandes modelos para el crecimiento
de los continentes:
el modelo de crecimiento constante,
y el modelo de crecimiento rápido en una fase temprana de la historia de la
Tierra.
Las investigaciones actuales sugieren que la segunda opción es más probable,
con un rápido crecimiento inicial de la corteza continental,
seguido de un largo período de estabilidad.
En escalas de tiempo de cientos de millones de años
de duración, la superficie terrestre ha estado en constante remodelación,
formando y fragmentando continentes. Estos continentes se han desplazado por la
superficie, combinándose en ocasiones para formar un supercontinente.
Hace aproximadamente 750 millones de años (Ma), uno de los primeros
supercontinentes conocidos, Rodinia, comenzó a resquebrajarse. Los continentes más tarde
se recombinaron nuevamente para formar Pannotia, entre
600 a 540 Ma, y finalmente Pangea, que se fragmentó hace 180 Ma hasta llegar a la
configuración continental actual.
En la actualidad, la Tierra proporciona el único ejemplo
de un entorno que ha dado lugar a la evolución
de la vida.
Se cree que procesos químicos altamente energéticos produjeron una molécula
auto-replicante hace alrededor de 4000 millones de años, y entre hace 3500 y
3800 millones de años existió el último antepasado común universal.
El desarrollo de la fotosíntesis permitió que los seres vivos recogiesen de
forma directa la energía del Sol; el oxígeno resultante acumulado en la
atmósfera formó una capa de ozono una forma de oxígeno
molecular O3 en la atmósfera superior. La incorporación de
células más pequeñas dentro de las más grandes dio como resultado el desarrollo de las células complejas llamadas eucariotas.
Los verdaderos organismos multicelulares se formaron cuando las células dentro
de colonias se hicieron cada vez más
especializadas. La vida colonizó la superficie de la Tierra en parte gracias a
la absorción de la radiación ultravioleta por parte de la capa
de ozono.
En la década de 1960 surgió una hipótesis que afirma que
durante el período Neoproterozoico, desde 750 hasta los 580 Ma, se
produjo una intensa glaciación en la que gran parte del planeta fue cubierto
por una capa de hielo. Esta hipótesis ha sido denominada la "Glaciación global", y es de particular
interés ya que este suceso precedió a la llamada explosión del Cámbrico, en la que las formas
de vida multicelulares comenzaron a proliferar.
Tras la explosión del Cámbrico, hace unos 535
millones de años se han producido cinco grandes extinciones en masa.
De ellas, el evento más reciente
ocurrió hace 65 millones de años,
cuando el impacto de un asteroide provocó la extinción de los dinosaurios
no aviarios, así como de otros grandes reptiles, excepto algunos pequeños animales
como los mamíferos,
que por aquel entonces eran similares a las actuales musarañas.
Durante los últimos 65
millones de años los mamíferos se diversificaron, hasta que hace varios
millones de años, un animal africano con aspecto de simio, conocido como el orrorin tugenensis, adquirió la capacidad de
mantenerse en pie.
Esto le permitió utilizar herramientas y favoreció su capacidad de
comunicación, proporcionando la nutrición y la estimulación necesarias para
desarrollar un cerebro más grande, y permitiendo así la evolución de la raza
humana. El desarrollo de la agricultura y de la civilización permitió a los humanos
alterar la Tierra en un corto espacio de tiempo como no lo había hecho ninguna
otra especie,afectando tanto a la naturaleza como a la diversidad y cantidad de formas de
vida.
El presente patrón de edades de
hielo comenzó hace alrededor de 40 millones de años
y luego se intensificó durante el Pleistoceno,
hace alrededor de 3 millones de años.
Desde entonces las regiones en latitudes altas han sido objeto de repetidos ciclos de
glaciación y deshielo, en ciclos de 40-100 mil años. La última glaciación
continental terminó hace 10 000 años.
La Tierra es un planeta terrestre, lo que significa que es un
cuerpo rocoso y no un gigante gaseoso como Júpiter. Es el más grande de los cuatro planetas
terrestres del Sistema Solar en tamaño y masa, y también es el que tiene la
mayor densidad, la mayor gravedad superficial, el campo
magnético más fuerte y la rotación más rápida de los cuatro.
También es el único planeta terrestre con placas tectónicas activas.
El movimiento de estas placas produce que la superficie terrestre esté en
constante cambio, siendo responsables de la formación de montañas, de la
sismicidad y del vulcanismo. El ciclo de estas placas también juega un papel
preponderante en la regulación de la temperatura terrestre, contribuyendo al
reciclaje de gases con efecto invernadero como el dióxido de carbono, por medio de la renovación
permanente de los fondos oceánicos.
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