Cuando la Guerra de Corea estalló casi todo
el mundo pensó que la Tercera Guerra Mundial era ya un hecho. Sin embargo, para
fortuna de todos los seres vivos, era nada más el primer escenario de un tipo
de guerra bastante particular: la llamada Guerra Fría, en la que el comunismo y el capitalismo serían la
fachada y el pretexto para que las grandes potencias demuestren su poderío
utilizando sus países satélites como terreno de juego y campo de batalla. Luego
de la Segunda Guerra Mundial,
tanto Estados Unidos como la URSS se habían dividido el terreno que los
japoneses ocuparon en Corea, denominándolas Corea del Norte, de tendencia
comunista y del Sur, capitalista, estableciendo el paralelo 38
como límite. Estados Unidos había buscado dicha ocupación con el fin de frenar
las pretensiones soviéticas tanto sobre Japón como por sobre el resto de Asia,
continente bastante ajeno a la órbita capitalista, así que la mínima porción de
terreno entraba a tallar en aquella guerra.
La guerra, a causa de los más simples y viles
intereses soviéticos como la práctica y el ejercicio de su armamento fue
iniciada por Corea del Norte y
apoyada en un principio por esta potencia. Contaría con su apoyo diplomático y
armamentístico, más no directo, como se esperaba que fuese de Estados Unidos.
El conflicto dio inicio el 25 de junio de 1950 cuando los norcoreanos
atravesaron el paralelo establecido como límite sin que haya existido una causa
verdaderamente seria y verosímil para tal efecto. Además, si bien la Guerra
Fría había iniciado apenas de terminada la Guerra Mundial, estaba claro que
Corea sería el primer escenario indirecto fuera de Europa que enfrentaría a las
dos grandes potencias de la época.
El planeamiento de la ofensiva
Los surcoreanos fueron tomados por sorpresa y
estaban tan mal preparados que la caída de Seúl se hizo inminente. MacArthur,
líder de las fuerzas aliadas más cercanas al escenario de combate ideó
entonces, ante el arrollador avance de los comunistas, un plan que buscaba no
sólo aprovechar el poco territorio que había quedado al sur de la península,
sino un ataque simultáneo en dos frentes, se trataba entonces de un desembarco
detrás de las líneas enemigas, que buscaba así presionarlos por la retaguardia
y obligarlos a rendirse. Esto aliviaría a las escasas tropas atrapadas en el
perímetro donde Pusan y Pohang eran lo único que les quedaba a los agredidos al
sur de Corea del Sur. Es por ello que la idea de MacArthur, a pesar de todas
las diferencias que poseía con el presidente y demás militares, fue aceptada.
Además el objetivo primordial era recuperar Seúl cuanto antes, y un desembarco
en Inchon colocaría a las tropas muy cerca de su objetivo.
La
preparación
Siete
días antes del ataque a Inchon, se hizo desembarcar a guerrilleros en la zona
para que lograran investigar todo lo relacionado al enemigo, sus fuertes,
centros fortificados y demás. Algunos civiles surcoreanos los ayudaron y cuando
los comunistas los descubrieron asesinaron a 50 de ellos a sangre fría.
Entonces se empezaron a preparar los cruceros y destructores necesarios para
poder despejar el mar de minas que frustren el desembarco, inclusive algunas unidades
canadienses bombardearon la costa. El 10 de septiembre los americanos
bombardearon las playas y un par de metros tierra adentro cubriendo el espacio
necesario para el desembarco ocasionando regulares daños.
La
invasión
La
península de Inchon sería entonces el escenario de la batalla que tenía como
fin recuperar Seúl. Arthur Dewey Struble comandó toda la flotilla de
embarcaciones que llevarían a los soldados a tierra. Tenía experiencia pues
había participado en los similares en el Golfo de Leyte y en Normandía. Es así
entonces que el 15 de septiembre de 1950 se empieza atacando la Playa Verde un
sector al norte de la isla Wolmi, que era una pequeña prolongación de Inchon
unida por un delgadísimo istmo. Se destinaron dos batallones, uno de ellos de
tanques, que tomaron la pequeña isla con tan sólo 14 bajas. Los norcoreanos
tuvieron en cambio 200 muertos y 136 capturados.
Las
tropas americanas aquí tuvieron que esperar el desarrollo y avance de sus
camaradas en otras partes. Mientras tanto los norcoreanos ya estaban advertidos
por los primeros bombardeos, pero increíblemente creyeron que el principal
ataque no se llevaría a cabo allí y que tan sólo se trataba de una maniobra
distractora, por ende sólo se desplegaron pequeñas fuerzas a comparación de sus
enemigos, mientras estos preparaban el ataque sobre Playa Roja y Azul, los
otros dos nombres clave al norte y al sur respectivamente.
En
dichos lugares los refuerzos también llegaron tarde y con 261 naves enemigas
frente así, más lo bombardeos y las infiltraciones de días anteriores, el
panorama se tornaba difícil para los norcoreanos. Los que desembarcaron en
Playa Roja trabaron pequeños combates sangrientos. En Playa Roja se contaron
ocho muertes y 28 heridos. En Playa Azul las fuerzas aliadas estaban bajo el
mando del coronel Lewis Burwell Puller, y fue el último grupo en llegar y
trabar combate. Muchos de sus transportes anfibios fueron hundidos.
Cuando
los de éste grupo llegaron a costa los norcoreanos de Inchon ya se habían
rendido por lo que tuvieron pocas bajas y no encontraron oposición. En las
playas tomadas, eso sí, se perdió demasiado tiempo en los preparativos y los
soldados no tuvieron descanso, aunque tampoco presión del enemigo.
La cabeza de playa y la marcha adentro
Los
norcoreanos se alarmaron ante la caída de Inchon y la pretensión aliada de
continuar avanzando tierra adentro. Recién se dieron cuenta de que no se
trataba de una maniobra distractora, sino de todo lo contrario y decidieron
contraatacar enviando seis columnas de tanques t-34, proveídos por supuesto por
los socios rusos. Sin embargo, los aliados enviaron aviones y devastaron a los
blindados, en cuanto a los aeroplanos sólo se perdió uno.
La
toma de Inchon se concretó cuando tanques americanos terminaron de barrer a los
comunistas y sus blindados. El 19 de septiembre se repararon las líneas férreas
que llevaban al interior, hasta unos 13 kilómetros, y enseguida siguió la
captura de la pista de aterrizaje de Kimpo, con la que la victoria aliada se
hacía mucho más viable. A partir de ese momento los aliados contaban con un
aeródromo donde sus aviones podían aterrizar y reabastecerse en toda la costa
occidental de Corea. Así también con el paso de los días y un corredor
asegurado, fueron llegando más y más refuerzos, entre ellos casi 54 mil
soldados, 6629 vehículos y unos 25512 toneladas de suministros.
Seúl
era una ciudad prospera antes de la llegada de los norcoreanos y cuando estos
llegaron a muchos soldados aliados fueron hechos prisioneros. Estas razones,
sumado al golpe de moral que representaría la recaptura de la capital, hicieron
inminente el avance sobre la misma. La urbe proporcionaría a los enemigos
norcoreanos grandes suministros.
Los
norcoreanos, carecían de experiencia y sus ataques de t-34 eran infructuosos
aunque sí muy molestos. Los americanos con renovados e ingentes refuerzos se
colocaron al sur de la capital y sostuvieron un fuego cruzado con los coreanos
en los suburbios de Seúl. Luego de vencer las fuerzas en esta zona, los aliados
tuvieron que vencer la resistencia casa por casa en brutales e inenarrables
combates cuerpo a cuerpo, pues la ciudad estaba bien fortificada. La urbe fue
declarada abierta el 25 es decir tres meses luego del inicio de la guerra, si
bien muchos marines continuaron combatiendo en los suburbios al norte.
La
ofensiva fue un éxito
En
el sur, en el perímetro de Pusan que literalmente tenía a los surcoreanos con
el mar a las espaldas, los aliados también tuvieron éxito y entre muertos y
prisioneros los norcoreanos tuvieron 70 mil bajas. Mientras que en Seúl se
llegaron a escapar casi 30 mil de los comunistas, pero las noticias no dejaban
de ser buenas, pues los aliados ahora tenían ya casi toda Corea del Sur
recuperada para ellos y se preparaban para invadir a toda Corea del Norte. Si
bien esta seguía teniendo el apoyo de la URSS y el ingreso de China al
conflicto parecía inminente, la guerra de Corea estaba lejos de acabar.
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