El AQUELARRE o sabbat es una reunión nocturna de brujas y
brujos presidida por Satanás que generalmente se presenta en forma de macho cabrío. Si
bien miles de personas fueron ajusticiadas bajo la acusación de haber participado
en estos encuentros, sólo han llegado hasta nosotros las actas acusatorias; no
han sobrevivido pruebas de que estas reuniones realmente se hayan en verdad
realizado. No obstante, y de seguir con la teoría que insiste con la veracidad
del sabbat o
aquelarre, su época de apogeo parece haber tenido lugar entre fines de la Edad
Media hasta el siglo XVIII.
El origen
del término sabbat para
describir una reunión de brujas se relaciona con el viejo prejuicio antijudío. Como la religión judía santifica el sabbat como día de descanso obligatorio, algunos gobernantes
cristianos de la Edad Media buscaron relacionar el descanso prescrito por la
religión judía con la actividad brujeril; por ello se decía que el sabbat era celebrado en la noche del viernes al sábado,
en consonancia con el principio sabbat judío
que comienza con la aparición de la primera estrella en el firmamento
vespertino del viernes.
Por su parte aquelarre deriva de la voz vasca akelarre del euskera aker = "macho cabrío"
ylarre = "prado" que significa
"prado del macho cabrío" ya que se estimaba que el Diablo se hacía
presente en medio de las brujas bajo esta forma; es el lugar donde las brujas sorginak en euskera celebran sus reuniones y
sus rituales aunque la palabra viene del euskera,
se ha asimilado en castellano, y por extensión se refiere a cualquier reunión
de brujas y brujos.
Antropológicamente, los aquelarres
eran reminiscencias de ritos paganos, Neodruidismo y culto céltico que se celebraban de forma
clandestina al no estar admitidos por las autoridades religiosas de una época.
La prohibición de estas prácticas mágicas se encuentra ya en la Ley de las XII Tablas Tabula VIII. En la época de Sila se promulgó la Lex
Cornelia de Sicariis et Veneficiis, que insiste en esta prohibición.
Es frecuente el uso de diversas
sustancias para alcanzar el éxtasis durante el rito. Como no se pueden calibrar
con exactitud las dosis cuando una cantidad letal está muy cercana a la dosis
de uso, es muy peligroso administrarlas por vía oral. Por ello algunas
sustancias se aplicaron en forma de ungüento por vía vaginal o rectal, lo que
podría haber dado origen a algunas leyendas sobre el carácter sexual de las
reuniones de brujas o el uso de calderos para la preparación de algunas de las
sustancias. La aplicación de unas de las sustancias sobre la vagina con una
especie de consolador pudo dar origen a la imagen que
representa a las brujas con un palo entre las piernas o bien una escoba. Por
otro lado, muchos sapos son venenosos por contacto y su piel puede ser
alucinógena, por ello también forman parte de la imaginería vinculada al mundo
de la brujería.
Algo similar sucede con algunas setas venenosas, como la Amanita
muscaria.
El antropólogo español Carmelo Lisón Tolosana toma como ejemplo el caso de las Brujas de Zugarramurdi para explicar las etapas del
aquelarre, a partir la relación del proceso inquisitorial publicada en Logroño a principios de
1611, pocos meses después de realizarse el auto de fe en el que seis brujas y brujos fueron
quemados vivos.
Según lo que creyeron averiguar los
inquisidores, en Zugarramurdi el aquelarre tenía lugar en el prado berroscoberro que estaba a poca distancia de la
aldea —en el país vasco-navarro los inquisidores que recorrieron la zona señalaron la
existencia de cuarenta y seis lugares donde supuestamente se celebraban
aquelarres
Según la relación inquisitorial, la
asistencia al aquelarre era obligatoria para todos los brujos y brujas —según
se cuenta en ella, una bruja fue azotada y maltratada por no haber acudido a
uno de ellos—. En Zugarramurdi se celebraba tres veces por semana, los lunes,
miércoles y viernes después de las nueve de la noche. El sapo que tenía y
cuidaba cada brujo y bruja —incluso alimentándolo con su propio pecho— era el
que les avisaba y a continuación se untaban con un agua verdinegra y repugnante
obtenida del sapo —para conseguirla azotaban al sapo con una varilla y una vez
que estaba bien hinchado lo apretaban con el pie contra el suelo hasta que
vomitaba el agua hedionda que cuidadosamente recogían y guardaban—. Mientras se untaban recitaban la
fórmula "Señor, en tu nombre me
unto; de aquí en adelante yo he ser una misma cosa contigo, yo he de ser
demonio" y gracias al
ungüento podían salir volando por ventanas, agujeros o grietas que abre el
demonio. En el viaje por el aire la bruja normalmente lleva el sapo en el lado
izquierdo, aunque a veces van andando siguiendo al sapo.
En otras zonas los mecanismos más
usuales para convocar el aquelarre eran una campana que sólo oían los adeptos y
un escozor en la llamada marca del Diablo, que el brujo ocultaba y que los
inquisidores utilizaban como prueba en los juicios por brujería.
Según la relación del proceso de
Zugarramurdi, en cuanto llegaban los brujos y brujas al lugar del aquelarre
adoraban al diablo postrándose de rodillas ante él y besándole en sus partes
pudendas. Después se mezclaban entre ellos y comenzaban a danzar y a bailar.
"Pero pronto comienzan sus escapadas para asustar a pasajeros nocturnos, a
pastores, marineros, molineros, amigos y enemigos, para romper platos en las
cocinas y tejas en las casas, destruir granos, frutos y ganado, y también para
causar muertes especialmente de niños". Por otro lado, si a algún brujo o
bruja se le escapaba el nombre de Jesús el aquelarre se desvanecía, por lo que
en la próxima reunión era severamente castigado.
En otras zonas el homenaje al demonio
va acompañado de ofrendas, aunque éstas no siempre tienen un carácter
siniestro, sino que pueden ser simplemente objetos producto de un robo o la
prueba de que se ha cometido un acto ilícito a ojos de la ley divina. Los
primeros en ofrecer estos votos son los brujos de mayor jerarquía, los últimos
los brujos novicios o recién iniciados. A estos se les coloca la marca que
distingue a un brujo en una parte recóndita del cuerpo y pasan desde ese
momento a ser miembros plenos de la cofradía. En cuanto al baile, en otras
zonas los asistentes se abandonan a una danza que comienza con movimientos
organizados; pueden danzar en círculo, unidos por los hombros, o formando el
ouroboros, la serpiente que se muerde la cola. De a poco la danza pierde unidad
y se va transformando en una sucesión frenética de sacudidas.
Según lo que creyeron averiguar los
inquisidores del caso de Zugarramurdi, en algunas noches señaladas como la
víspera de Reyes,
de la Ascensión, del Corpus
Christi, de Todos los Santos, de la Asunción de la Virgen o de San Juan se celebraba un ritual especial, que
constaba de dos partes. En la primera los brujos y brujas se confesaban ante el
demonio y se acusaban de haber entrado en una iglesia, de haber oído misa... y
de los males que habían podido hacer y no habían causado. La segunda era la misa
sacrílega celebrada
por el demonio revestido con ornamentos negros, feos y sucios. Durante la misma
se seguían los mismos pasos que en la misa cristiana. Tras el sermón en el que el
demonio exhortaba a los brujos y brujas a hacer el mal, prometiéndoles a cambio
el paraíso, los "feligreses" uno por uno se acercaban al demonio y se
arrodillaban ante él besándole la mano izquierda, los pechos, los genitales y
el ano el llamado osculum
infame.
Según las confesiones de los supuestos
brujos y brujas, cuando llegaba el momento de la consagración el demonio alzaba
algo parecido a una suela de zapato donde estaba su figura y decía Esto
es mi cuerpo y a
continuación un cáliz de madera, negro y feo, mientras los brujos lo adoraban
arrodillados. Después los brujos y brujas se acercaban al "altar",
que estaba cubierto con un viejo paño negro, feo y deslucido y comían y bebían
lo que el oficiante había "consagrado". Hasta aquí la misa negra había sido una réplica exacta de la
misa cristiana, pero el final era completamente diferente. El demonio copulaba
con las brujas y sodomizaba a los brujos y después comenzaba la orgía,
en la que volvía a participar el diablo. "Brujos y brujas se mezclan
sexualmente y aparean unos con otros en total promiscuidad, sin consideraciones
de sexo ni grados de parentesco".
Para algunos inquisidores, la razón
última del sabbat era precisamente el emparejamiento
sexual con el Diablo y el de los brujos entre sí. Cuanto más repugnante y
ofensivo fuera el acto sexual, más favorable era a los ojos de Satanás,
concluían.
Según la relación publicada en 1611
sobre el proceso de Zugarramurdi, durante el aquelarre los brujos y brujas
celebraban un "banquete" en el que comían cadáveres de brujos
fallecidos recientemente o de víctimas de sus actos maléficos, especialmente
niños, que desenterraban de las sepulturas acompañados del demonio y de sus
criados. "Allí mismo y sobre la sepultura les sacan las tripas y los
descuartizan; cubren la sepultura para que no se advierta la profanación y se
ponen en camino de vuelta al aquelarre con gran regocijo y contento, llevando
los padres los cadáveres de los hijos o los hijos a los de sus padres y
hermanos y las mujeres a sus maridos. Allí los despedazan y los dividen en tres
partes: una la asan, otra la cuecen y la tercera la dejan cruda; puesto todo
sobre una mesa de manteles sucios y negros, reparten las viandas los parientes
más cercanos, reservando el corazón para el demonio". Algunos de los
interrogados por los inquisidores confesaron también que raptaban niños y les
chupaban la sangre, mientras el demonio les decía: "Chupa y traga eso, que es bueno para
vosotras".
El aquelarre acaba al amanecer cuando
suenan las primeras campanadas de la iglesia o
con el canto del gallo.
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