La leyenda la describe como una mujer joven y bella. Una hermosa devochka llamada Sgroya, bien formada, alta y
atractiva, con algunos rasgos poco comunes entre los eslavos: cabello azabache,
piel morena y el contraste de unos ojos de increíble verde esmeralda. Se
aparece a la vera de los caminos nevados, en las frías rutas de jinetes y
caminantes, ofreciéndoles su amor. Una invitación irresistible por la que, de
ser aceptada, habrán de pagar un precio muy alto.
Dicen que se vale de todos los recursos de seducción de una fémina
para atraer a los hombres: sensual y dulce, atrevida y ardiente, capaz de
insinuar placeres nunca imaginados por amante alguno.
Provocado el irreprimible deseo de sus víctimas, despojadas de su
voluntad, Sgroya se convierte
en hielo arrebatándoles la vida, paralizándoles el corazón con el abrazo letal
de su cuerpo congelado. En ocasiones, la dama de la nieve los enamora
perdidamente hasta hacerlos enloquecer, abandonándolos luego en la gleba donde
acabarán devorados por las manadas de lobos.
Algunos la suponen el espíritu vengador de una mujer ofendida.
Otros ven en ella una deidad femenina empleándose a fondo para castigar la
conducta de los hombres infieles.
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