Hera, en griego antiguo, o equivalentemente: legítima
esposa de Zeus y una de las tres hermanas de Zeus en el panteón olímpico de la mitología griega clásica. Además, ocupaba el
cargo de Reina de los Dioses. Su equivalente en la mitología romana era Juno. Se le sacrificaban la vaca y más tarde el pavo real.
Su madre era Rea
y su padre Crono.
Se representa a Hera majestuosa y solemne, a menudo en el
trono y coronada con el polos
una alta corona cilíndrica usada por varias de las Grandes
Diosas, pudiendo llevar en su mano la granada,
símbolo de la fértil sangre y la muerte, y sustituto de la cápsula narcótica de
la amapola.
El investigador Walter Burkert escribió en Religión griega: «Sin embargo, hay
registros de una representación anterior sin iconos, como una columna en Argos
y una tabla en Samos.»
Hera fue conocida por su naturaleza celosa y vengativa,
principalmente contra las amantes y la descendencia de Zeus, pero también
contra los mortales con los que se cruzaba, como Pelias. Paris, quien la ofendió al
elegir a Afrodita
como la diosa más bella, se ganó así su odio.
Afirma Burkert: «El nombre de Hera, la diosa del matrimonio, admite una
variedad de etimologías mutuamente exclusivas; una posibilidad es relacionarlo
con hora, ‘estación’, e
interpretarlo como listo para el matrimonio.»
En una nota, registra los argumentos de otros investigadores «sobre el
significado ‘Señora’ como femenino de Heros,
‘Señor’.» John Chadwick, un descifrador del lineal B,
señala que «su nombre puede estar relacionado con heros, ‘héroe’, pero esto no es de ayuda, ya que también es
etimológicamente obscuro.»
A. J. van Windekens
propone el significado ‘ternera’, que es consonante con su frecuente epíteto,
‘con ojos de vaca’. E-ra
aparece en tablillas micénicas en lineal B.
Hera puede haber sido la primera a quien los griegos
dedicaron un santuario en un templo cerrado con techo, en Samos sobre el
800 a. C. Posteriormente fue reemplazado por el Hereo,
uno de los mayores templos griegos de la historia. Los altares griegos de la época clásica estaban
frente a los templos, al aire libre. Se construyeron muchos templos en ese
lugar, por lo que las evidencias son confusas en cierta medida y las dataciones
arqueológicas inciertas. Sabemos que el templo creado por el escultor y
arquitecto Roico fue destruido entre 570 y el
560 a. C., siendo reemplazado por el templo de Polícrates entre el 540 y el
530 a. C. En uno de estos templos hubo un bosque de 155 columnas.
Tampoco hay evidencias de losas en este templo, lo que sugiere que nunca fue
finalizado o que estuvo abierto al aire.
Santuarios más antiguos, cuya dedicación es menos segura,
eran del tipo micénico llamado «Casas santuario».
Las excavaciones de Samos han descubierto ofrendas
votivas, muchas de ellas de finales de los siglos VIII y
VII a. C., revelando que Hera no fue simplemente una diosa griega
local del Egeo: el museo de Samos contiene figuras de
dioses, rogativos y otras ofrendas votivas
procedentes de Armenia,
Babilonia,
Irán,
Asiria
y Egipto,
testimonio de la reputación que este santuario de Hera disfrutó y de la gran
afluencia de peregrinos. Comparado con esta poderosa diosa,
que también poseyó el templo más antiguo de Olimpia
y dos de los grandes templos de los siglos VI y V a. C. de Paestum,
el Termagant de Homero y los
mitos es una «Figura casi cómica», según Burkert.
Aunque el mayor y más antiguo templo independiente
dedicado a Hera fue el Hereo de Samos, en el continente griego fue especialmente adorada, como
‘Hera Argiva’ Hera Argeia, en
su santuario situado entre las antiguas ciudades-estado micénicas de Argos Micenas,
donde se celebraban en su honor unos festivales, las Hereas. «Tres
son las ciudades que más quiero», declaraba la diosa celestial de ojos de buey:
«Argos, Esparta y Micenas, la de anchas calles.» Hubo también templos dedicados
a Hera en Olimpia,
Corinto,
Tirinto,
Peracora y la sagrada isla de Delos. En la Magna Grecia
se construyeron dos templos dóricos a Hera en Paestum,
sobre el 500 a. C. y el 450 a. C. Un de ellos, llamado
durante mucho tiempo «Templo de Poseidón», fue identificado en los años 50
como un segundo templo de
Hera.
En Eubea se celebraba en ciclos de sesenta años el festival de la
gran Daedala, consagrado a Hera.
La importancia de Hera en el período más arcaico queda
atestiguada por el gran número de edificaciones erigidas en su honor. Los
templos de Hera en los dos centros principales de su culto, el Hereo de
Samos y el Hereo de Argos en la Argólida,
fueron los primeros templos monumentales construidos por los
griegos, en el siglo VIII a. C.
En el Templo de Hera en Olimpia,
la imagen de culto tradicional de Hera era más antigua que la imagen guerrera
de Zeus que la acompañaba. Homero describía su delicada relación con Zeus en la
Ilíada,
en la que Hera declara a Zeus: «También yo soy una deidad, nuestro linaje es el
mismo y el artero Crono
engendróme la más venerable, por mi abolengo y por llevar el nombre de esposa
tuya, de ti que reinas sobre los inmortales todos.»
Aunque Zeus es a menudo llamado Zeus
Hereo, ‘Zeus consorte de Hera’, el tratamiento que Homero le dispensa
es poco respetuoso, y en posteriores versiones anecdóticas de los mitos, Hera aparecía dedicando la mayor parte de su tiempo a tramar
venganzas contra las ninfas
seducidas por su marido, pues defendía todas las antiguas reglas correctas de
la sociedad y hermandad femenina helenas.
Hera fue más conocida como la diosa matrona, Hera Teleia, pero también presidía
sobre los matrimonios. En los mitos y el culto, se conservan referencias
fragmentarias y costumbres arcaicas del matrimonio sagrado de Hera y Zeus,
y en Platea había una escultura de Calímaco de Hera sentada como una novia, así
como la Hera matrona de pie.
Hera también fue adorada como virgen: había una tradición
en Estinfalia Arcadia según la cual había un altar triple a Hera la Virgen, la Matrona y la Separada,
‘viuda’ o ‘divorciada’.
En la Argólida,
el templo de Hera en Hermíone, cerca de Argos, estaba dedicado a
Hera la Virgen;
y en la fuente de Canato, cerca de Nauplia,
Hera renovaba su virginidad anualmente, en ritos de los que no se podía hablar
En la imaginería helenística, la carreta de Hera era
tirada por pavos reales,
pájaros desconocidos para los griegos antes de las conquistas de Alejandro
Magno, cuyo tutor, Aristóteles,
alude a ellos como «Pájaros persas». El motivo del pavo real resurgió en la
iconografía renacentista que unificó a Hera y Juno, y en la que se centraron los pintores
europeos.
Un pájaro que había sido asociado con Hera en un nivel arcaico, donde la
mayoría de las diosas egeas estaban relacionadas con «Su» pájaro, era el cuco, que aparece en
fragmentos mitológicos acerca del primer cortejo de una virginal Hera por parte
de Zeus.
Su asociación arcaica era principalmente con el ganado,
como una Diosa Vaca que fue especialmente venerada en la «Rica en ganado» Eubea. En Chipre, se han
hallado yacimientos arqueológicos muy antiguos conteniendo cráneos de toro que
fueron adaptados para ser usados como máscaras. Su familiar epíteto homérico se traduce siempre como ‘con ojos de vaca’,
pues, como los griegos clásicos, rechazamos su otra traducción natural como
‘con cara de vaca’ o al menos ‘de aspecto vacuno’. Una Hera con cabeza de vaca,
como un Minotauro,
estaría reñida con la imagen maternal del periodo clásico posterior. A este
respecto, Hera tiene cierto parecido a la antigua deidad egipcia Hathor, una
diosa maternal relacionada con el ganado.
La granada, un antiguo emblema de la Gran Diosa,
permaneció como símbolo de Hera: muchas de las granadas votivas
y cápsulas de
amapola recuperadas en Samos están hechas de marfil, que
sobrevive al enterramiento mejor que la madera, de las que debieron estar
hechas las más comunes. Como todas las diosas, Hera puede ser representada
llevando una diadema
y un velo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario