Los ADEMANES son movimientos del cuerpo, que hacen que uno
reafirme lo que está diciendo.
Existen dos categorías generales de ademanes:
descriptivos y enfáticos.
Los descriptivos son los que expresan acción o señalan
dimensiones y ubicación. Cuando se centre en este aspecto de la oratoria,
no se conforme con hacer solo uno o dos ademanes. Intente gesticular con
naturalidad a lo largo de toda la intervención. Si le cuesta trabajo, quizá le
resulte práctico buscar palabras que indiquen dirección, distancia, tamaño,
ubicación o posiciones relativas. Ahora bien, en muchos casos bastará con que
se enfrasque en su exposición, sin preocuparse por la impresión que cause, y
que hable y actúe como lo hace en la vida diaria. Cuando uno está relajado, los
ademanes salen de forma natural.
Los
ademanes enfáticos expresan
sentimiento y convicción. Sirven
para subrayar y reforzar las ideas. Este tipo de ademanes son importantes, pero
tenga cuidado, porque pueden convertirse con facilidad en movimientos
inconscientes habituales. El mismo gesto repetido una y otra vez
posiblemente distraiga al auditorio, en lugar de infundir vida al discurso. Si
el superintendente de la escuela le indica que tiene ese problema, pruebe a
hacer solo ademanes descriptivos por un tiempo, y más adelante vuelva a usar
los enfáticos.
Para determinar
qué ademanes enfáticos debe realizar y con qué frecuencia, tenga en cuenta a
sus oyentes. Si los señala con el dedo, puede hacer que se sientan incómodos.
En algunas culturas se consideran afeminados ciertos gestos en el hombre,
como taparse la boca con la mano para expresar sorpresa. En otras, es
signo de inmodestia que las mujeres gesticulen libremente con las manos, por lo
que las hermanas se ven obligadas a ser más elocuentes con su expresión facial.
Como último ejemplo, recordemos que los ademanes exagerados ante un grupo
pequeño pueden parecer jocosos en casi todo el mundo.
Cuando
adquiera más experiencia y soltura en su oratoria, los ademanes enfáticos que
realice reflejarán de forma natural sus sentimientos, lo que demostrará su
convicción y sinceridad, y hará más significativo su mensaje.
La
expresión del rostro. La parte del cuerpo que mejor refleja
los sentimientos es el rostro. Tanto los movimientos de los ojos y la boca como la inclinación de la cabeza
contribuyen a ello. Sin que la persona profiera palabra alguna, su semblante
puede comunicar indiferencia, aversión, perplejidad, asombro o satisfacción.
Cuando tales expresiones faciales acompañan a las palabras, el mensaje tiene
también un impacto visual y emocional en el auditorio. El Creador ha
colocado en la cara una gran concentración de músculos: más de treinta. Cuando
sonreímos, utilizamos casi la mitad de ellos.
Tanto al
hablar desde la plataforma como al participar en el ministerio del campo, el
mensaje que procuramos transmitir es agradable y alegra el corazón. Una sonrisa
cálida confirma este hecho, pero un semblante inexpresivo puede suscitar dudas
en quienes nos escuchan respecto a nuestra sinceridad.
Es más,
al sonreír ponemos de manifiesto una actitud amigable, lo cual es importante en
estos días en los que muchos desconfían de los desconocidos. Nuestra sonrisa
tranquiliza a la gente y la hace más receptiva al mensaje.